El IMSS danés que merecemos los mexicanos

POR Bibiano Moreno Montes de Oca

Una buena calidad de vida de las personas es fundamental para una vida plena. De nada sirve tener una gran fortuna o poseer enorme poder sobre los demás, si no se cuenta con lo más importante de todo: la salud. Los centros de atención médica son los que se encargan de esa terea, pero sin cumplir con las expectativas en la mayoría de los casos: si bien se nos ofreció un sistema médico como el de Dinamarca (o tal vez mejor), lo cierto es que esa es otra de las tantas mentiras del actual gobierno de cuarta.

Uno no aspira a servicios utópicos como derechohabiente del IMSS, sino a algo más realista: uno en el que te atiendan razonablemente pronto y, si es necesario, te intervengan quirúrgicamente sin mediar plazos escalofriantes de tan extensos y angustiantes para un paciente promedio. Y es que, estoicamente, tienes que padecer en silencio y esperas meses para que el especialista (neurocirujano) te reciba en su consultorio y, por fin, te ausculte y dé su veredicto final.

En tu caso específico, llevas poco más de dos meses para que el neurocirujano haga su diagnóstico. Mientras se llega el día en el que te atienden, debes soportar la tortura de un pie que comenzó pesando unos cinco kilos adicionales, después pasó a unos 10 kilos, pero a la fecha se ha convertido en un lastre equivalente a un bloque de más de 30 kilos de peso. En realidad, el pie pesa lo mismo de siempre (tal vez hasta un poco menos), pero tu mente te juega bromas muy pesadas, literalmente, al hacerte creer que cargas con un pesado fardo.

La calidad de vida de alguien así está por los suelos: es muy difícil poder vivir con un pie que está entumido permanentemente y al que sólo puedes soportar, sobre todo por las noches, con un medicamento que te hace olvidar el entumecimiento de esa parte atrofiada por haber perdido toda movilidad con relación al resto del cuerpo. Así, conforme avanzan los días y te vuelven a programar tu cita con el neurocirujano para una semana más tarde, sientes que tu calidad de vida cada vez se hunde más en la mierda.

El neurocirujano tendría que haberte visto desde hace buen tiempo, pero es necesario superar los plazos fijados por una burocracia insensible. Llevas más de dos meses de insoportable espera, de tal suerte que, a razón de tres pacientes operados o atendidos diariamente, de lunes a viernes, en ese mismo plazo el especialista habrá atendido a más de 120 derechohabientes antes que a ti. ¿Merece eso algún premio? Claro que no: te das por bien servido conque no vayan a cambiarte otra vez la cita porque se volvió a atravesar la enésima emergencia.

Tu inconformidad no es en contra del neurocirujano, al que nunca en tu vida has visto, o contra el traumatólogo que te mandó a hacer una resonancia magnética, pero a la mera hora se lavó las  manos porque resultó que nada tenía que ver tu columna vertebral, sino que era algo de carácter neuronal, por lo que es con ese especialista con el que te las tienes que ver; no, señor: la verdad es que tu coraje es contra el subdelegado del IMSS, ese burócrata representante de la institución en Colima, que no es capaz de darle una atención siquiera medianamente eficaz a sus derechohabientes.

Por lo general, esa clase de individuos se mantienen sumergidos en montañas de oficios, circulares, expedientes y demás papeles, lo que uno supondría que en cualquier momento será devorado sin que nadie se dé cuenta, pues un subdelegado del IMSS (o delegado, como se les decía antes, sólo para que se notara que los nuevos no son iguales) no le importa a nadie, así como a ese funcionario sin nombre y sin alma, le importa un carajo el derechohabiente, cualquiera que sea su desgracia o su pena.

Es lo malo de no contar en México con un sistema de salud como el danés, pese a que nos lo prometieron porque nos lo merecemos. En cambio, nos tenemos que conformar con un IMSS al que, para colmo, le impusieron la función que antes le correspondía al llamado Seguro Médico Popular, hoy extinto INSABI, la fuente de una enorme corrupción cuatrotera. ¡Pinche país de cuarta!