La censora RTC*

POR Bibiano Moreno Montes de Oca

Invitado a dar una conferencia y a firmar un convenio con el rector de la Universidad de Colima, el director general de RTC (Radio, Televisión y Cinematografía de la Secretaría de Gobernación), Carlos Reta Martínez, tuvo a bien mencionar en su plática que la censora dependencia a su cargo se encargaría de acabar con tres cosas que son práctica común en los medios electrónicos de comunicación que controla: la apología de la violencia —que se da en los corridos—, los albures y la charlatanería.

Ni duda cabe que al burócrata de la Secretaría de Gobernación lo mueve el ánimo censor. Salvo el hecho de acabar con la charlatanería, la superstición y la ignorancia —algo que ya he denunciado en esta columna de culto—, las negras intenciones de Reta Martínez están bien definidas. Si bien es loable que no se permita que los chamanes, gurús y otros vivales tengan a su alcance un medio tan importante (ya sea radio o TV) para fomentar la superstición y la ignorancia, lo otro es totalmente condenable.

Ya he señalado que en la radiodifusora oficial XEB-CO había —¿o hay?— un chamán que se dedicaba a difundir la charlatanería con la total aprobación de la gerenta, una tal América. Pero aunque se ve pésimo que en una empresa radiofónica del gobierno federal se difunda la ignorancia, no se ve mejor que hagan lo mismo los empresarios particulares que, como en las estaciones del magnate Roberto Levy Vázquez, se dedican a hablar de esoterismo y demás vaciladas.

Pero vayamos a los otros dos temas. Uno de ellos se refiere a los albures, algo muy mexicano y que no conocen en Europa o en Estados Unidos. No sé si se conozca en Latinoamérica, pero el caso es que el albur es muy nuestro y, por lo tanto, me parece una soberana estupidez eliminarlo de las estaciones de radio y televisión. ¿Por qué? ¿Porque es ofensivo? En todo caso, más ofensivo resulta que se limite la libertad de expresión en aras de una mal entendida limpieza verbal.

Si se elimina el albur, menos posibilidades habrá de que se lleguen a autorizar alguna vez las llamadas malas palabras, que si bien son de uso diario, en la radio y la televisión se convierten en palabras secretas. Con ese censor criterio, muy del agrado de gentes como el actual rector de la Universidad de Colima —cuyo conservadurismo lo ubica más como un panista que como otra cosa, y más como un rector de universidad privada que de una universidad pública—, algunas obras claves en la cultura mexicana ni siquiera podrán ser dignas de alguna mención.

Así, obras como El laberinto de la soledad, donde el recientemente desaparecido peta Octavio Paz aborda con profundidad (en el capítulo denominado Los hijos de la Malinche) el tema de La Chingada —así lo escribe: con mayúsculas—, no tendrían cabida alguna ante un criterio gazmoño de un Reta Martínez y de sus espontáneos aplaudidores.

Ese capítulo fundamental sobre La Chingada es muy profundo, pues se refiere a la identidad del mexicano. Pero hay otros ensayos —tal vez menos conocidos, pero no por ello menos importantes— que se refieren más directamente al significado de la palabra y a sus connotaciones lingüísticas, dejando de lado la intención central de Octavio Paz.

Uno de esos trabajos se llama Fenomenología y metafísica del verbo chingar, cuyo autor es el desaparecido periodista Luis Vega y Monroy, publicado en el libro El despiporre intelectual, una analogía de versos, ensayos y epigramas desmadrosos hecha por Elmer Homero, seudónimo del poeta Rodolfo Coronado. El trabajo es de destacar sobre todo porque, siendo un personaje cuyas ideas lindaban con el fascismo, Luis Vega y Monroy (conocido como Don Luis en sus epigramas) hace un ensayo digno de ser antologado.

El otro ensayo viene en el libro Nuevas y viejas perlas japonesas, de Nikito Nipongo. Se trata de un estudio bastante amplio y mucho más profundo que el anterior, sobre todo porque este último autor carece de prejuicios. En esa obra se trata ampliamente sobre la palabra chingar, lo mismo que de otras de uso común, como pendejo, pinche y mamada,

Este tipo de obras antes citadas, pues, de acuerdo al criterio de Carlos Reta Martínez, son impensables de llegarse a comentar en radio o televisión algún día. Y menos podrán llegar a ser citadas textualmente, según la miope visión del director general de la censora RTC.

Pero ahí no queda la cosa. El otro tema es sobre la apología de la violencia que supuestamente se hace en los corridos. Para variar, el corrido es muy nuestro, pero impedir su divulgación es tanto como atentar contra la libertad de expresión. Si los corridos se difunden y tienen un enorme éxito, indudablemente que la razón es muy clara: son populares. Y si algo es popular, no tienen por qué quitárselo los censores.

Es seguro que el burócrata de la Secretaría de Gobernación es de la opinión que los medios de comunicación, como los que controla —y que son, efectivamente, radio, televisión y cine—, sean los causantes de que haya violencia. Hasta donde se sabe, en todas las épocas la violencia ha existido. La edad media, por ejemplo, fue violentísima, pero en ese tiempo no le podían echar la culpa a la radio, la televisión o al cine, pues todavía faltaban varios siglos para que se inventaran esos medios.

Si a Reta Martínez no le gustan los corridos, pues ese es su problema; sin embargo, prohibirlos es atentar contra la libertad de expresión. En todo caso, su difusión o no debiera dejarse al criterio de los empresarios, no al de la censora RTC.

Aunque, bien mirado, ciertamente el criterio de los empresarios de la radio y la televisión no es la mejor. En las radiodifusoras Volcán FM y en Magia FM, que son de las más escuchadas y que pertenecen a los magnates Gonzalo Castellot y Roberto Levy Vázquez, respectivamente, se censuran arbitrariamente algunas canciones en las que se emplea un lenguaje agresivo, pero que en cualquier parte es pan nuestro de cada día.

Un ejemplo lo tenemos en la canción Dame el poder, del grupo Molotov, a la que en forma indiscriminada se le censuran todas las palabras que, a criterio de las empresas —¡qué pinche criterio!— resultaban ofensivas. Así, donde debe escucharse “dame el poder, para que te demos en la madre”, inmediatamente entra un sonido que impide ser escuchada la mala palabra; o bien, en el mejor de los casos, se edita, con lo cual se distorsiona la idea original. Además, se atenta contra los derechos del autor, al alterar una obra: en este caso, una melodía.

Aunque se difunde esa melodía, la obra ya va completamente distorsionada, de acuerdo con el criterio de los empresarios radiofónicos. Pero se llega al colmo de no sólo censurar expresiones como la siguiente: “viva México, cabrones”, sino incluso la palabra joder, que en México es totalmente inofensiva, pues el jodido es el amolado. En España tiene un significado más fuerte, pues se relaciona con la acción de hacer el amor, pero aún allá su uso es de lo más extendido —entre hombres, mujeres y niños—, de tal suerte que no asusta a nadie.

Pero insisto: si joder en España no es una palabra tan fuerte, menos lo es en México, donde el significado que se le da aquí es muy diferente al que le dan los españoles. La palabra jodido es igual que amolado, pero en radio ni siquiera tiene oportunidad de asomar las narices.

Lo que sí debiera hacer la dirección de RTC es marcarle un alto a los locutores que, a la menor provocación, se ponen a ladrar en inglés, puesto que si estamos en México y el idioma oficial es el español, lo lógico es que en español se dirijan al público radioescucha.

Hay quienes desprecian su idioma y suspiran porque México fuera colonia gringa, a fin de poderse expresar en inglés. Algunos de esos son los locutores—y las locutoras, por supuesto—, quienes creen sentirse por encima de los simples mortales por el hecho de mugir al aire algunas palabras en inglés. Lo primero que debieran hacer es conocer y hablar bien su propio idioma; después ya podrán aprender cualquier otro. El problema es que ni conocen su propio idioma y no llegan a conocer nunca el inglés o cualquier otro que los seduzca.

*Texto publicado el 5 de mayo de 1998.