El espionaje clandestino en Colima*

POR Bibiano Moreno Montes de Oca

Si Fernando Moreno Peña se hubiera mantenido al margen de las acciones tomadas por el gobernador Gustavo Vázquez Montes durante el poco más de un año de su mandato, hoy la historia sería otra tras el avionazo en el que le tecomense perdió la vida. Sin embargo, como Don Fernandone constantemente metió sus narices donde no le llamaban, ahora paga muy cara sus intromisiones, al pesar sobre él la sospecha del accidente.

Estamos de acuerdo algunos —la mayoría piensa lo contrario—: de seguro no tiene nada que ver en el avionazo, pero las intromisiones sin cuento de Don Fernandone en los asuntos que ya sólo le competían a Gustavo Vázquez, incluso apenas unas cuantas horas antes del fatal suceso, hacen que la mayoría de los colimenses piense que algo podría tener que ver el ex gobernador, aun cuando —repito— en realidad no tenga responsabilidad alguna.

(En Tecomán, donde la gente resintió más la muerte de Gustavo Vázquez por haberse considerado éste siempre originario del lugar, aun cuando no fuera así en la realidad, los gritos en contra de Don Fernandone y su familia fueron muy claros y contundentes. No hay duda de que se trata de la voz de dios, aunque no siempre se quieren ver así las cosas. De cualquier manera, ese estigma ya no se lo quitará nunca el exgobernador).

Pero de que Don Fernandone— hoy estrena apodo a la italiana, más acorde a su calidad de capo de tutti capi— es un sujeto perverso y ruin, no cabe ninguna duda. A este enfermo de poder es al que se debe que se haya montado en la cola de la campaña de los dos candidatos a la gubernatura del estado el escandalito mamón del supuesto atentado a la libertad de expresión en contra de su socio y compinche Héctor El Trampas Sánchez de la Madrid, propietario del acridio diario de Colima y, asimismo, evasor fiscal por antonomasia.

Hace bien Arnoldo Ochoa González, gobernador interino, en aclarar que el gobierno no practica espionaje, pues en realidad el que algo sí pudiera tener que ver en el asunto sería Don Fernandone, que obviamente no es el gobierno ni tiene representatividad oficial alguna, salvo la de sátrapa que le confirió Roberto Madrazo Pintado, presidente del CEN del PRI, en Colima: delegado especial para la elección extraordinaria en Colima.

En esta columna de culto di a conocer hace tiempo que el secretario de Educación, Carlos Flores Dueñas, gracias al espionaje telefónico de que era objeto GVM, se enteró que iba a ser echado a patadas del cargo. La grabación clandestina se hizo a un cercano colaborador de Vázquez Montes, quien por teléfono celular mencionó el nombre del funcionario que sería corrido.

Cuando Flores Dueñas fue a pedir, lloriqueando a moco tendido, que no lo corrieran de su cargo, alegando, entre otros méritos inexistentes, que él era todo un señor ex gobernador del estado (sólo dos meses en lo que fue una simple marioneta de Don Fernandone, que se dio gusto con el avión oficial en esos días) y que por eso no lo debieran despedir, Gustavo Vázquez lo atajó:

—¿Quién te dijo que te voy a correr?

Agarrado con las manos en la masa, el cabeza de sorbete no tuvo otro remedio que acepar ante el gobernador lo evidente: se había enterado por medio de una conversación captada clandestinamente en el teléfono celular del cercano colaborador der GVM. Por su puesto, si algo tenía Gustavo era el de ser muy ingenioso, por lo que de inmediato dio una salida muy apropiada para el caso, al declarar lo siguiente:

—Ah, bueno, pero eso lo dijo… (aquí el nombre del espiado).

De esa manera, gracias al espionaje telefónico del que fue víctima el propio gobernador Gustavo Vázquez, Carlos Flores salvó momentáneamente su chambita. Cabe aclarar que éste se benefició del espionaje no tanto porque lo practicara, sino porque gente muy cercana a él lo pusieron al tanto. Si el lector piensa de inmediato en la figura chaparra de un sujeto ruin y perverso, sin duda hasta podría obtener un viaje a Cancún con todos los gastos pagados, pues habría acertado correctamente.

A propósito de corridos, a inicios de diciembre pasado, al ver un comportamiento muy amable en Itza Morales Blake, su secretaria particular (algo que es inusual en esa persona), Gustavo Vázquez dijo en tono divertido ante varios funcionarios ahí presentes, sabedor del trato déspota que caracteriza a la que le dejó como herencia Don Fernandone, lo siguiente:

—Esa Itza como que ya sabe que la voy a correr.

La misma Itza Morales ya había vertido comentarios hirientes en contra del gobernador Gustavo Vázquez y la esposa de éste, Norma Galindo de Vázquez, quien, al enterarse de ello, prometió que no se iba a presentar en la casa de gobierno (donde la Itza tiene el control, pese a que una persona de Gustavo es la que la administra) hasta que la funcionaria de marras fuera echada del cargo a baldazos con agua fría.

Retomo el tema del espionaje —telefónico y de todo tipo—, tema central hoy en esta columna de culto. Cierto día, cuando Gustavo Vázquez aún no corría a un tipejo al servicio de Don Fernandone, visité en su oficina a un secretario de la administración estatal en el llamado pomposamente complejo administrativo. Después de los saludos de rigor y comenzar a entrar en materia, el secretario me hizo señas de que no siguiera hablando, al tiempo que me indicaba con la vista hacia una toma de aire que da directo a su escritorio. De manera, pues, que me citó en otro lugar en un rato más.

Más tarde, cuando nos reunimos a charlar acompañados de una taza de café, el secretario me dijo que tenía razones muy grandes para sospechar que era objeto de grabaciones clandestinas, es decir, que todas sus pláticas eran rigurosamente registradas desde alguna otra oficina que se encuentra no tan lejos de la suya.

Como prueba de que lo espiaban clandestinamente, el secretario me habló de una conversación que había sostenido con un alto funcionario del sector educativo. Habían quedado ambos de verse después, pero tuvieron que cambiar la hora. Nadie sabía de esa llamada telefónica. No obstante, el personajillo cercano a Don Fernandone se lo encontró y, traicionado por el subconsciente, le dijo al secretario:

—¿Ya habló, licenciado, con… (aquí el nombre del alto funcionario del sector educativo)?

¿Cómo sabía ese personajillo de esa conversación entre el secretario y el otro funcionario? Por una razón muy simple: porque tenía bajo espionaje al secretario. El apoyo para hacerlo podría venir de parte de cierto funcionario de la Procuraduría General de Justicia del Estado, especializado en asuntos de “inteligencia”, que hasta la fecha le reporta diariamente todo cuanto sabe no al gobernador, sino a Don Fernandone.

Al despedirme, el secretario me advirtió:

—Ten cuidado: también a ti podrían estarte espiando.

No le dije nada al secretario, salvo sonreír, pero ahora que lo pienso, no hay nada que me pueda comprometer: me expreso de la misma manera de como escribo. De cualquier forma, y por si así fuera, a los que me andan espiando no me queda sino decirles: ¡pinches ojetes, mejor vayan a espiar a su chingada madre!