CONCIERTO POLÍTICO

POR Bibiano Moreno Montes de Oca

Debe definirse el indirato: manda la hija o manda el padre


Era visto que Colima es gobernado a cuatro manos por parte de los Vizcaíno, pero con la exhibida en el programa radiofónico Noticias en el blanco, que es conducido por Roberto George Gallardo, ya no quedó ninguna duda de qué lado masca la iguana. Así, una (Indira) es la que llegó a la titularidad del Ejecutivo estatal por conducto de unas elecciones votadas por los colimenses; el otro (Arnoldo), en cambio, es el gobernador de facto, es decir, el verdadero poder tras el trono, aunque sin ninguna responsabilidad oficial que lo obligue a algo con los electores de nuestra pequeña entidad, pues nadie votó por él. 

De hecho, esa es la gran tragedia de Arnoldo Vizcaíno Rodríguez, padre de la Gobernadora Altozano: nunca ha sido votado por los colimenses en una elección democrática, pese a que intentos por obtener un cargo de elección popular nunca faltaron a lo largo de los años supuestamente productivos del hoy añejo personaje. Así, intentó ser, en ese orden cronológico, gobernador del estado, alcalde del municipio de Cuauhtémoc y senador de la República, siempre llevándose un palmo de narices en sus intentos fallidos. Lo único que sí pudo obtener, en 1997, fue una diputación plurinominal por el PRD. 

La primera vez que participó en unas elecciones fue en 1991, cuando se sintió muy sabroso y creyó poder ser gobernador del estado, enfrentando nada menos que al priista Carlos de la Madrid Virgen, que en su oportunidad le dio una paliza de perro bailarín. El hoy desaparecido gobernador venía de una elección interna en la que había derrotado en toda la línea a Socorro Díaz Palacios, que era respaldada por el aparato oficial de la capital del país. Así, tras esa histórica derrota de los locales a los mapaches que operaron desde el centro, la elección constitucional ya era de mero trámite para el exalcalde capitalino. 

Esos comicios tienen especial relevancia, pues el perredista llegó a creer que, por su pura presencia, arrollaría a sus contrincantes y arrasaría en las urnas para la causa perredista. Sin embargo, la realidad se encargó de ponerlo en su lugar: Arnoldo Vizcaíno no pasó de ser un simple candidato testimonial que quedó en el tercer lugar de las preferencias, siendo superado por el abanderado panista, el ingeniero José Alonso Ramos Cabra, y no se diga por el priista De la Madrid Virgen, que sólo se encargó de cumplir el expediente de la elección constitucional, pues la interna –que fue más reñida y dejó varios heridos en el camino— ya la había ganado en aquella jornada histórica. 

En esa ocasión, el padre de Indira Vizcaíno obtuvo un resultado de 11 mil 916 votos, lo que le hizo merecedor del tercer lugar; el segundo lugar fue para Ramos Cabra, con 16 mil 860 sufragios, en tanto que el primer lugar se llevó 84 mil 794 votos. En términos porcentuales de votación válida emitida, esos números corresponden al 68.5 por ciento a favor de Carlos de la Madrid; el 13.6 por ciento a favor de Ramos Cabra, así como el 9.65 por ciento a favor de Arnoldo Vizcaíno. La humillante y dolorosa derrota aún la lleva a cuestas el viejo cacique arrocero de Buenavista, que hoy gobierna a trasmano con el permiso de su hija. 

Las cosas no quedaron ahí: tres años después, es decir, en 1994, Arnoldo quiso ser presidente municipal de Cuauhtémoc, teniendo como su contrincante al priista Salvador Solís Aguirre, donde de nueva cuenta fue vapuleado en las urnas por sus propios paisanos que lo conocen muy bien. La diferencia de votos no dejaba lugar a dudas: Salvador Solís obtuvo 6 mil 744 votos, mientras que ARV recibió 4 mil 52 sufragios. El tipo, lleno de odio y resentimiento, impugnó el triunfo del que le ganó la elección en buena lid, por lo que hizo todo lo posible para conseguir en la mesa de negociaciones lo que no pudo obtener en las urnas.  

En 1997, sabedor que no ganaría en su distrito local, Arnoldo prefirió llegar por la cómoda vía plurinominal al Congreso del Estado, donde se erigió en líder de la bancada de oposición, tratando a toda costa de socavar la administración de Fernando el Nene Moreno Peña, que supo capotear durante los tres años a un resentido político que llevaba sobre sus hombros varias derrotas. Y ya engallado, al término de su periodo de legislador local, se sintió listo para empresas mayores: en el 2000 se consideró con los tamaños suficientes para ser senador perredista, donde de nuevo se repitió la historia: fue atropellado por la ola Fox. 

Por años rumió su amargura y frustración, poniendo todos sus esfuerzos en su hija, a la que primero hizo diputada federal pluri y, en 2012, presidenta municipal de Cuauhtémoc gracias a un providencial giro político que favoreció sus planes: la competitiva Mely Romero Celis dejó la candidatura a esa alcaldía para ser la abanderada al Senado de la República, donde ganó de calle. Hay que hacer notar que, si Mely obtuvo un amplio triunfo como candidata a senadora, hubiera borrado del mapa a una oscura, mediocre e inútil Indira que nada hizo por Colima los tres años previos que cobró en el Congreso de la Unión. 

Hoy, con un cinismo digno de mejor causa, la Gobernadora Altozano justifica a su papito: siempre quiso ser gobernador del estado, pero nunca pudo.  Con la misma justificación permisiva ella acepta que su padre se siga inmiscuyendo en temas que no le competen porque no cuenta con responsabilidad oficial alguna, por lo que los argumentos de la hija no sirven para nada. ¿Qué culpa tenemos los colimenses que el viejo se quiera desquitar por tanto tiempo en el que nunca pudo obtener alguna posición electoral por su propio esfuerzo? La definición es obligada: o manda Indira o manda Arnoldo. No pueden hacerlo ambos.