Virgilio y Ana Karen pecan de soberbia

POR Jorge Octavio González

Por años Virgilio Mendoza Amescua fue señalado por autorizar una tarjeta ilimitada American Exprés durante su gestión como presidente municipal de Manzanillo y que continuó con la de Gaby Benavides; de acuerdo a Griselda Martínez Martínez, fueron millones de pesos los que se gastaron y que la administración municipal se encargó de pagar.

Hay, incluso, una denuncia penal ante la Fiscalía Especializada en Combate a la Corrupción por “fraude en la modalidad de uso indebido de tarjetas y documentos de pago electrónico y/o cualquier otro delito que se configure”.

La existencia de la tarjeta American Exprés es un hecho. Virgilio Mendoza finge demencia y dijo que nunca se enteró; Gabriela Benavides también señaló lo mismo.

Pero la presidenta municipal porteña con licencia tiene un punto a su favor: ese tipo de tarjetas sólo pueden ser autorizadas por el Oficial Mayor, el Tesorero y el propio presidente municipal. ¿Y a poco nadie de ellos se dio cuenta de las cantidades millonarias que estuvieron pagando con cargo al erario? ¿En serio nadie? Aquí es donde los dos ex alcaldes pierden por el cinismo de negar lo que en los hechos sucedió en sus gestiones.

Pero esta semana, cuando le preguntaron por los actos de corrupción en que se vio envuelto, Virgilio Mendoza respondió furibundo, fuera de sí, se infló como los sapos y cuestionó al reportero si tenía alguna prueba de sus dichos, cuando ha sido señalado por años por Griselda Martínez y Martha Zepeda del Toro de beneficiarse de esa tarjeta.

En lugar de esclarecer el asunto, lo más fácil para el candidato al Senado de la República por Seguimos Haciendo Historial fue reaccionar altanero y soberbio; conducirse así ante una simple pregunta no habla bien de la estabilidad mental del aspirante a senador.

¿Saben qué sí está comprobado y fue motivo de que perdiera la diputación federal en el 2009? Sus confesiones, con bebidas etílicas de por medio, en donde reconoce haber recibido dinero del narcotráfico y quien dijo, siendo panista, que “Felipe Calderón es un ratero”.

«Ni te imaginas, ni se imagina la gente de bien, que está relacionada con los cabrones del narco, y que a través de ellos te hacen llegar las cosas y a través de ellos te buscan. Ellos buscan el cómo estar seduciendo y la chingada. A mí se me acercaron, así como se le acercan a medio mundo, y me mandaron dinero. Yo como dije un día: ‘chingue su madre mientras sea negocio'».

Esa es la confesión de un delincuente que, sin embargo, ha sabido mantenerse vigente en la política local gracias a los contubernios con los corruptos que han gobernado en la entidad y en el país.

Ana Karen Hernández es igual o peor: en la misma conferencia de prensa donde Virgilio Mendoza sacó a relucir su talante autoritario, la ahora petista también se lució al ignorar a una mujer que le hacía preguntas; con ese pésimo nivel de educación se comporta esta diputada venida a menos.

Y es que, de acuerdo a lo que han escrito analistas porteños, a la candidata en el segundo lugar de la fórmula al Senado de la República nadie la quiere, ni siquiera las personas que le acercaron para trabajar con ella.

Su soberbia, altanería y aires de grandeza, cuando no es más que una mitómana sin ideales, llevarán al abismo a la fórmula de MORENA, PT y Verde Ecologista este 2 de junio.

Y dijo, con el mayor cinismo del mundo, que puede ver a los ojos a todos sus electores porque no tiene nada qué avergonzarse.

¿Podrá ver a los ojos a Evangelina Bustamante y decir lo mismo?

EL GRAN TRAIDOR

La candidatura del PRI al segundo distrito local electoral para Carlos Cárdenas Roque exhibe de cuerpo entero a quien facilitó documentación interna de la comuna capitalina para malsanos propósitos.

Dejaron en el camino a cuadros con mayor lealtad e institucionalidad para que llegara un sujeto que ha escalado en la vida política traicionando a quienes le dieron la oportunidad de trabajar.

Lo bueno es que se quitó la máscara y se dejó fotografiar con sus nuevos empleadores, quienes deben saber la naturaleza de ese alacrán que, tarde o temprano, los picará con su cola ponzoñosa.

Seguiremos con el tema.