Una obra maestra del género gansteril*

POR Bibiano Moreno Montes de Oca

La más reciente película de la filmografía de Martin Scorsese, titulada El Irlandés (2019), está destinada a convertirse en una obra maestra del género gansteril en el que el director ítalo americano se mueve como pez en el agua. Así, en la línea marcada por la excelente Buenos muchachos (1990) y continuada en la no menos eficaz Casino (1995), esta cinta podría considerarse como el cerrojazo de una trilogía dedicada a la mafia estadounidense.

Sin embargo, más que formar parte de una trilogía, la cinta El Irlandés podría tomarse más bien como el antes y el después de las historias de mafiosos de Estados Unidos, pues esta vez, aunque aborda el tema de los gánsteres que conforman lo que es el crimen organizado del vecino país del norte, la historia del director Martin Scorsese se centra en un real líder sindical corrupto que tuvo relaciones con el bajo mundo y con las altas esferas del poder político y económico al mismo tiempo.

En efecto: la historia se centra en el líder sindical camionero Jimmy Hoffa, al que las nuevas generaciones ni siquiera reconocen, pero que fue tan poderoso que alternó con políticos de la talla de los presidentes John. F. Kennedy y Richard M. Nixon, este último al que le aportó para su campaña la nada despreciable cantidad de medio millón de dólares, que para su tiempo (en la década de los 60 del siglo pasado) es mucho más de los de ahora; pero también se relacionó con la mafia de su tiempo.

Lo interesante de la cinta, con una duración de tres horas y media que se van sin sentir, es que se basa en personajes reales, algunos de los cuales son descritos brevemente al aparecer en pantalla con datos como los siguientes: Fulano de tal, asesinado de varios balazos en la cara en tal fecha. Zutano de Tal, asesinado cuando llegaba a su casa en tal fecha. Mangano de Tal, asesinado en tal parte en tal fecha. Perengano de Tal, muerto de muerte natural en tal fecha. Y así por el estilo.

No por nada, al iniciar el protagonista con su narración en off (Frank Sheeran, interpretada por Robert De Niro), dice que no entendió al principio cuando alguien le preguntó si se dedicaba a pintar casas. En la jerga gansteril, pintar una casa significaba que se trataba de un matón que se especializaba en asesinar con varios balazos en la cabeza a la persona señalada para tal caso, de preferencia en su propio hogar, cuya sangre quedaba estampada en alguna pared, redecorando la estancia.

A diferencia del filme Hoffa (Danny De Vito, 1992), donde el líder sindical es caracterizado por Jack Nicholsson, el personaje que interpreta Al Pacino tiene una mayor caracterización, lo que significa que lo conocemos más a fondo: que su relación con la mafia fue la que lo condenó a muerte al tratar de aferrarse al sindicato que hizo muy poderoso y que quedó en manos de un sujeto sin talento alguno, muy dado a conceder favores a todo el que se lo pidiera.

Según se dice en la película El Irlandés, el fondo de mil millones de dólares que manejaba el sindicato camionero de Jimmy Hoffa dio hasta para financiar la construcción de la ciudad de Las Vegas, Nevada, y no se diga para hacer todo tipo de maniobras. De manera, pues, que por esa razón Jimmy Hoffa era lo mismo admirado (y muy buscado) que odiado por mucha gente poderosa.

La relación entre El Irlandés y Jimmy Hoffa era tan grande que, cuando Russell Bufalino (papel a cargo de un moderado Joe Pesci) le insinúa a su protegido Frank Sheeran que van a tener que hacer a un lado al líder sindical, le dice con cierta pena a su asombrado interlocutor: “Hicimos todo lo que pudimos por ese hombre”. Cierto: ambos abogaron por él, pero no entendía de razones. Así, la sentencia de muerte había sido dada para un impetuoso y muy obstinado Jimmy Hoffa que no se andaba con medias tintas, lo que al final de cuentas fue lo que le valió que lo asesinaran.

La incredulidad de Sheeran ante la inminente muerte de Jimmy Hoffa (que estaría en sus propias manos, para colmo de males) es motivo también para que Bufalino le ilustre: “Si matan al presidente de Estados Unidos, igual pueden matar al presidente de un sindicato”.

Como quiera que sea, con El Irlandés nos enteramos de lo que ya era un secreto a voces: que la llegada de John F. Kennedy al poder fue gracias a la ayudadita que le dieron sus mafiosos amigos, cuyo compromiso era que les regresara los casinos que les había arrebatado la revolución de Fidel Castro en Cuba. El presidente playboy hizo su intento, pero fue saboteado en Bahía de Cochinos, por lo que en 1963 pagaría por no cumplirle a la mafia con lo de La Habana, sin contar que el fiscal, su hermano Robert F. Kennedy, se había lanzado en contra de todo lo que oliera a mafia, incluido Jimmy Hoffa.

Pero la película de Martin Scorsese también reúne algunas características que la hacen un tanto diferentes a su obra anterior. Veamos: tuvo un presupuesto inmenso (estimado en 159 millones de dólares), jamás dispuesto por el director; es la cinta más extensa (son tres horas y media) de toda su filmografía; sus actores fueron rejuvenecidos por computación digital para resultar más verosímiles en las diferentes etapas en las que se desarrolla la historia, así como es la primera vez que trabaja para la plataforma Netflix, cuyo contenido está dirigido a los usuarios de TV, no a los de cine, si bien esta vez se proyectó en algunas cuantas salas para cumplir con ciertos requisitos.

En fin: el filme El Irlandés tiene todo para convertirse en un clásico, aunque es claro que aún resulta prematuro hacer algún pronóstico. No obstante, eso es lo que le auguramos los que adoramos las historias sobre mafiosos, que a Martin Scorsese le salen tan bien.

*Columna publicada el 5 de diciembre de 2019.