POR Jorge Octavio González
Luis Enrique Zamorano Manríquez era un maestro del montón que daba clases de fotografía en la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima.
Sin importarle la economía de sus alumnos, les pedía papel fotográfico para su materia, que cuesta más de 150 pesos el paquete de 20 hojas. Como eran estudiantes y tenían que revelar sus imágenes en el laboratorio, esas 20 hojas se terminaban en una clase; para la próxima habría que llevar otro paquete porque si no los reprobaba.
Para completar el gasto familiar, porque no le alcanzaban las clases mediocres que daba de fotografía, Zamorano manejaba un taxi y así se le podía ver por las tardes en diferentes puntos de la zona Colima-Villa de Álvarez.
Pero tenía un activo: pertenecía al Sindicato Único de Trabajadores de la Universidad de Colima y era el compadre del líder Leonardo César Gutiérrez Chávez.
En la administración de Mario Anguiano Moreno, y como rector José Eduardo Hernández Nava, el SUTUC inició una huelga por el famoso Fondo Social de Apoyo al Pensionado (Fosap) y una serie de temas que debían ser resueltos a la brevedad.
La lucha fue encarnizada por los dos lados: del oficialismo, se utilizó el aparato de la Universidad de Colima y el gobierno del Estado para desacreditar a los huelguistas; de los sindicalistas, se organizaron y crearon grupos de Facebook y cuentas falsas que utilizaron para golpetear a los enemigos.
Luis Enrique Zamorano manejaba una cuenta que inició con demasiado odio y resentimiento en contra de las autoridades universitarias; desde ahí difamaba al rector, al gobernador y a los medios que cuestionaban el fondo del conflicto.
Cuando la lucha estaba en el punto más álgido, desde Casa de Gobierno se diseñó una estrategia para asestar un golpe mortal al líder sindical a través de quien menos se lo esperaba; de esa manera lograron convencer a Luis Enrique Zamorano para que traicionara a su amigo de mil batallas y ocupara su lugar como líder del sindicato universitario.
No se necesitó mucho para que doblara las manos: sabían que podían seducirlo a través del dinero. Nadie podía creer lo que estaba sucediendo: con un golpe de Estado, destituyeron a Leonardo Gutiérrez Chávez y pusieron en su lugar a Luis Enrique Zamorano.
Por esas fechas, sin embargo, hasta su propia hija, en ese tiempo menor de edad, se unió a los trabajadores que iniciaron la lucha y cuestionó a su propio padre por cobarde.
Todo lo que había dicho del rector, del gobernador y de los medios quedó en el olvido; su hambre fue más que los ideales y valores que imprimieron cuando exigieron a las autoridades de la Universidad de Colima transparencia en los recursos del Fosap y la lista de aviadores que sangraban las finanzas de la casa de estudios.
Y así, ahora con Christian Torres Ortiz Zermeño como rector, Luis Enrique Zamorano ha sido el líder sindical más servil y acomodaticio que se tenga memoria; ha aceptado todos los contratos colectivos de trabajo que ni siquiera se asemejan a los que tenían con Gutiérrez Chávez.
De un 15% de aumento salarial que se pedía en el nuevo contrato colectivo, Zamorano se dio por satisfecho con el 3.5%. Y así con todo lo demás: se ha conformado con las migajas que el rector le avienta y lo transmite a los trabajadores como si fuera un gran logro.
El problema, sin embargo, es que no hay nadie al interior de la Universidad de Colima y del SUTUC que alce la voz y sea la correa de transmisión de los trabajadores y maestros que exigen un trato y salario dignos.
Prefieren agachar la cabeza, aceptar lo que les dan y aplaudir por ello; esa ha sido la dinámica de Luis Enrique Zamorano Manríquez desde que traicionó a su compadre y asumió el liderazgo del SUTUC con Eduardo Hernández Nava y ahora con el entreguista Christian Torres Ortiz Zermeño.
Qué vergüenza ver en lo que se convirtió el SUTUC y sus integrantes; de ser un sindicato aguerrido terminaron como los fieles sirvientes del rector.
Y pregúntenle al espurio líder sindical si todavía maneja el taxi. Ya no: ahora puros vehículos de lujo.