POR Bibiano Moreno Montes de Oca
El análisis de una trilogía de novelas del escritor australiano Morris West, iniciada con Las sandalias del pescador y seguida de La salamandra, concluye hoy con El Embajador, que aborda el temprano conflicto de Vietnam del Sur en la década de los 60 del siglo pasado. Corre comercial.
El Embajador / Morris West (III)
El conflicto de Vietnam del Sur, en constante disputa con Vietnam del Norte, que más tarde se convirtió en una guerra en contra de Estados Unidos, ha sido objeto de innumerables libros, filmes, ensayos, series; en fin, se le ha visto desde todos los ángulos posibles, al grado que pareciera un tema agotado. No obstante, una temprana novela sobre esa conflagración arroja luz sobre los hechos, pues está vista desde sus propias entrañas, es decir, se trata de una radiografía que hace, desde su privilegiada posición, el protagonista de la novela El Embajador, del escritor australiano Morris West.
Escrita en primera persona por su autor, entre 1963 y 1964 del siglo pasado, el embajador de Estados Unidos en el país asiático narra el origen de lo que más adelante sería la trágica guerra de su país contra de los vietnamitas del Norte. Cabe aclarar que no es el testimonio del real diplomático estadounidense que vivió en un ambiente previo a lo que sería un golpe de Estado en contra del presidente en funciones de Vietnam del Norte, Phun Van Cung, (el verdadero fue Ngo Dinh Diem), pero contiene muchos hechos verídicos de lo que más tarde generaría la lucha más injusta y prolongada de la era moderna en el mundo.
El embajador, eje central de la trágica historia, se encontraba plácidamente con el encargo diplomático de representar a su país (EU) en un apacible e idílico Japón, cuando recibe la instrucción del gobierno de Washington para trasladarse con el mismo rango al explosivo –literalmente— Vietnam del Sur, que en ese tiempo era un protectorado de los gringos en esa remota región enclavada en una península de Asia. Así, de llevar una vida tranquila, sin sobresaltos, aprendiendo de la filosofía nipona por conducto de un personaje de origen japonés, lo que incluye aprender su filosofía y cultura, tiene que acudir a un lugar totalmente extraño.
(De esa filosofía, de la que termina el autor hablando con su maestro en ese arte en Japón, está una metáfora que me parece interesante. Esa forma filosófica de ver las cosas habla de una rama, una piedra y un hombre en un río. ¿Qué pasa con cada uno de ellos? La rama flota, la piedra se hunde y el hombre nada o se ahoga. A mi manera de entender, se trata de una lección de vida en la que cada uno juega el papel que le corresponde).
Así, pues, al puro llegar a la capital Saigón, desde Tokio, al nuevo embajador le dan la bienvenida con un bombazo y un religioso que se inmola en público como una forma de protesta por la intromisión gringa en el país asiático, pero sobre todo por apoyar a un gobierno represor que mantiene su gobierno a sangre y fuego con la ley marcial y permitiendo la existencia de problemas entre budistas, católicos y los estudiantes. En medio de todo, un pueblo en ese tiempo de 14 millones de habitantes que se tiene que cuidar de las arbitrariedades de la policía y ejército, pero también del acecho de Ho Chi Min (conocido como el Tío Ho), de Vietnam del Norte, así como de China, que se lo quiere engullir de un bocado.
La presencia de Estados Unidos no es fortuita: mantiene en el poder a Cung con el apoyo de recursos, pero el tipo no quiere que se inmiscuya en su país esa potencia extranjera. De hecho, el presidente de Vietnam del Sur quiere que se le dé todo tipo de ayuda para mantenerse en el poder (armas, dinero, equipo y todo lo que sirve para vivir una larga batalla), pero quiere que los gringos se salgan sin chistar. Curiosa forma de pedir apoyo de alguien que realmente lo necesita, pero sin entender la compleja forma de ver la vida de los asiáticos, que es totalmente diferente a la de los occidentales.
La diferencia abismal se nota en Latinoamérica, donde los norteamericanos se metieron hasta la cocina con gobiernos títeres a los que mantenían en el poder con su ayuda económica. Así, en esa misma década de los 60 del siglo pasado, que es cuando transcurre la historia del presidente Cung en Vietnam del Sur, las dictaduras latinoamericanas florecieron como primaveras en esa bella estación del año, de la frontera sur de México para abajo, pasando por la vecina Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Brasil, Argentina, etcétera. (La dictadura de Chile surgió en los 70 con el traidor general Pinochet a la cabeza).
Todos esos lugares adquirieron fama de repúblicas bananeras por un motivo común: tenían dictadores que respondían a los intereses norteamericanos. Podían cometer excesos con sus gobernados, pero si se pasaban de la raya eran derrocados y sustituidos por otra junta militar. En cambio, la forma de pensar de los asiáticos no es la misma, como lo prueba el survietnamita: requería del apoyo de EU, pero no lo quería cerca ni que metiera las narices donde no le importaba. En varias de las ocasiones en las que tienen lugar las reuniones diplomáticas entre el embajador gringo y el presidente Cung, éste le hace notar la compleja diferencia de la forma de pensar entre occidentales y orientales.
El caso es que la actitud del presidente Cung choca contra los intereses de EU, que mantiene bases militares en el país, los militares controlan todo y el espionaje está a la orden del día en el último rincón survietnamita. Es obvio que la CIA se pasea por todos lados como Pedro por su casa, especialmente en una época en la que esa agencia de inteligencia fue artífice de los recurrentes golpes de Estado que se cometieron en el mundo entero; en especial –y más cercano a México—, en los países centro y sudamericanos.
Aunque el protagonista de la novela El Embajador es de la idea de que todo se debe realizar en base en el diálogo y los acuerdos, realmente es difícil llegar a algo con alguien que dice que no puede unir a un país que ya desde mil años antes de que naciera Estados Unidos estaba dividido entre diversas etnias y culturas regionales de Vietnam del Sur. Así, a querer o no, el embajador está de acuerdo en que se lleve a cabo un golpe de Estado, aunque preocupado por la suerte del presidente saliente, al que no quiere que lo asesinen y al que quiere darle asilo en EU si lo acepta.
El golpe de Estado al presidente Cung se planea entre militares afines a la idea de tumbar del cargo a alguien que se muestra reacio a cooperar con los mismos que le están ayudando, pero especialmente con la intervención abierta y cínica del ejército gringo y la CIA. Enterado de lo que se fragua en su contra, el presidente survietnamita se siente traicionado por el embajador, del que llega a tener un buen concepto, opinión que termina abruptamente cuando lo considera a la misma altura de Judas. En ese punto, al enterarse de la comparación, el jefe de la CIA en el país minimiza el hecho, acusando que Cung se siente místico.
Tal vez no totalmente apegada a los hechos reales, al menos el testimonio de la novela El Embajador es puntual, honesto y sincero, lo que ya es bastante de ese acontecimiento histórico que derivó más tarde en la guerra en contra de Vietnam del Norte (el Tío Ho era la encarnación del mismo diablo para los gringos), la cual terminó ya entrada la segunda mitad de la década de los 70 del siglo pasado, pero cuyas raíces están en lo que ocurrió en Vietnam del Sur, sobre todo porque Cung fue asesinado por los propios militares autores del golpe de Estado, quienes siguieron en medio del caos total.