Trilogía fundamental del escritor Morris West (I/III)

POR Bibiano Moreno Montes de Oca

El escritor de origen australiano Morris West ha escrito varias novelas que son fundamentales para el lector ávido de historias que trascienden las fronteras. En esta columna de culto analizaré tres de sus historias con temáticas totalmente diferentes, lo que nos habla de un autor polifacético.  

Las sandalias del pescador / Morris West (I) 

El tema de la sucesión de un Papa se ha vuelto más común en los últimos tiempos, pero hace más de medio siglo (1963), en plena guerra fría, no era algo sobre lo que se escribiera mucho; más aún, que se abordara una historia que tenía varios puntos vinculados a la realidad que se dio unos tres lustros más tarde, cuando fue electo un vicario de Cristo de origen polaco, Juan Pablo II, tras el efímero reinado de Juan Pablo I. Así, pues, me refiero a la novela Las sandalias del pescador, del escritor australiano Morris West. 

¿Por qué las similitudes entre ficción y realidad? En principio, porque el Papa electo en la novela también es eslavo, es decir, es de origen ucraniano, así como Juan Pablo II llegó al Vaticano procedente de Polonia. La otra similitud es que, si bien no directamente, los representantes de la Iglesia Católica polaca fueron perseguidos y castigados por los rusos (que entonces se decían soviéticos), en la historia de Las sandalias del pescador (alusión al primer Papa de la historia, San Pedro, cuya actividad era la de pescador) el Papa ucraniano, Cirilo I, también había sido encarcelado y torturado por los rusos durante 17 años. 

Por supuesto, la intención del autor de la novela no era la de hacer predicciones, sino contar una buena historia en los convulsos tiempos en los que estaba más vigente que nunca la guerra fría que prevalecía entre los dos bloques entonces existentes en el mundo: el de los aliados de Estados Unidos y el de los países satélites que giraban alrededor de la llamada URSS (la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, a la que precisamente pertenecía Ucrania, el país históricamente sometido por Rusia). Algún tiempo después surgiría una nueva opción que se suponía no estaba alineada a ninguno de esos dos bloques: la de los países del tercer mundo. 

En fin: la historia de Las sandalias del pescador (que años después fue llevada a la pantalla con la interpretación de Anthony Queen) comienza al morir el Papa en funciones. No se hace mención alguna, pero en 1963, año en el que se publicó la novela de Morris West, el que reinaba la Iglesia Católica era Paulo VI. Después, como se sabe, lo sucedió el fugaz papado de Juan Pablo I; siguió Juan Pablo II, con un largo periodo; continuó el alemán Benedicto XVI, que rompió con la tradición de renunciar al cargo y no esperarse a morir, y concluyó con el que está en funciones, el argentino Papa Francisco. Todos estos nombres a lo largo de casi medio siglo. 

Bueno, la elección del nuevo Papa obligaba a los cardenales papables a la reflexión, pues ya desde entonces (la historia es de hace más de medio siglo) se vivían los mismos problemas, es decir, las constantes crisis de fe en los países del mundo. En países asiáticos se perseguía y encarcelaba a los curas; en otros se les desterraba. En algunos otros puntos del planeta se recurría a alguna otra religión o secta; pero sobre todo, estaba presente el latente peligro de una nueva guerra nuclear. Todos esos temas tenían que ser atendidos por un Papa que tuviera una mejor visión del mundo. 

Dos cardenales, el camarlengo y el responsable del Santo Oficio, muy viejos para aspirar al pontificado, se dan a la tarea de cabildear entre los cardenales sobre las posibilidades que tienen los no más de seis que hay de entre los más de 80 que había en ese tiempo. Así, de entre el más viejo (que rondaba los 90 años) y el más joven (apenas de 50 años), la mayoría se decide por este último. No es muy bien visto por algunos de sus colegas que, previo a su elección, lo consideraban más bien cercano a la iglesia bizantina que a la católica, pues luce una barba negra y, sobre todo, practica el ritual rutano, por ser eslavo. 

Al final, apoyado por el camarlengo y por el jefe del Santo Oficio, es electo Papa Cirilo Lakota un cura ucraniano al que encarcelaron y torturaron los rusos por 17 años en los gulags siberianos. El responsable de castigarlo era el oficial Kamanev, que es el mismo que se encarga de liberarlo y permitirle escapar de su cárcel. A la postre, Kamanev se convierte en primer ministro de la URSS, que acude en busca de ayuda del Papa Cirilo (mediante cartas personales, única forma de mantener todo en secreto) para evitar que se desate una nueva guerra. 

Aunque Cirilo I no es muy afecto a las fastuosas ceremonias a las que está acostumbrada hacer la Iglesia Católica en el Vaticano, por ser un hombre que fue flagelado durante 17 años, se adapta a la forma en la que se ha manejado la milenaria institución, si  bien toma algunas medidas que no son bien vistas por los jerarcas tradicionalistas. De cualquier manera, Cirilo I impone su criterio sobre el resto de integrantes de la curia, pues todos reconocen que la autoridad del Papa es absoluta.  

Por tal razón, el Papa se impone en algunos temas que son mal vistos por los cardenales de su tiempo, como eso de ser intermediario secreto entre la URSS y Estados Unidos para tratar de evitar que se desate una nueva guerra, así como viajar a otros países como dignatario de la Iglesia Católica y como jefe de Estado, pues por esa época algo así era tomado con temor y recelo, pues se podía poner en riesgo la propia vida del pontífice. A la postre, Juan Pablo II rompería con ese mito de no salir de Roma, pues varias veces le dio la vuelta al mundo, ganándose a pulso el apodo de Papa viajero. También sufriría el atentado de un fanático (aunque sin consecuencias graves), lo que también se vaticinó en la novela de Morris West. 

El Papa Cirilo es un personaje peculiar: aunque es el eje sobre el que gira toda la historia, hay algunos otros que llaman la atención por el papel que les toca en la trama. Así, el sumo pontífice sale a recorrer las calles de la ciudad de Roma en forma anónima, disfrazado de un cura común, pero es descubierto cuando va a tomarse un café y se da cuenta que no trae un centavo en los bolsillos. En esos mismos recorridos se topa con una mujer de origen alemán, judía viuda que se dedica a prestar sus servicios entre la gente pobre. 

Por azares del destino, Cirilo I se topa con ella cuando acude a dar los santos oleos a un moribundo que resulta ser miembro del Partido Comunista y tiene una esposa judía. La relación paternal entre el jefe del catolicismo y una judía se da de una manera natural. Ella le hace saber de la existencia de nacimientos de niños con problemas genéticos por culpa de un medicamento que causa fatales efectos secundarios en las madres. 

También está el caso del corresponsal de un periódico importante de EU acreditado  en el Vaticano, que vive en amasiato con una joven italiana divorciada de un sujeto que puede llegar a ser primer ministro italiano, con la peculiaridad de no poder casarse por las leyes del Vaticano, que tienen repercusiones legales en toda Italia. Así, salvo que dé su aprobación la llamada Santa Rota Romana, una persona divorciada no se puede casar con otra por su cuenta y riesgo, so pena de ser castigada con pena corporal.  

En este caso, por cierto, entra en acción la intriga palaciega de una tía aristócrata que mueve sus influencias para favorecer al sobrino que aspira a gobernar Italia, pese a sus evidentes preferencias sexuales, que en esos tiempos no entraban en la categoría de la corrección política. No obstante, las influencias políticas siempre han funcionado en todos los tiempos y en todos los países del mundo. El propio Papa Cirilo I no ve con malos ojos el comportamiento del tipo, pero sí le hace algunas observaciones que el político no ve muy de su agrado. 

De igual forma está el caso del cura jesuita que está en la mira del Santo Oficio por su forma personal de mirar las cosas, la cual se contrapone con los de la Iglesia. Desterrado durante 20 años por diferentes países del mundo, llega a Roma en los momentos en que ya está al frente del Estado Vaticano Cirilo I, quien de inmediato simpatiza con él y lo hace su protegido, aunque lo tiene que compartir con el antiguo camarlengo, ahora retirado, que se siente afligido por ser un hombre muy rico y saber que no es merecedor de su posición económica. 

Total: si el lector es seguidor de la fe católica o es ateo, de igual forma le parecerá muy interesante esta obra de Morris West, que puede calificarse de visionaria, al haber visto más allá de lo que se podía ver en sus tiempos. Por cierto, Las sandalias del pescador sería más tarde la primera parte de una trilogía a la que le seguirían Los bufones de Dios y Lázaro