POR Bibiano Moreno Montes de Oca
La tercera y última parte de la trilogía dedicada a obras del escritor italoamericano Mario Puzo concluye este día en mi columna de culto con el análisis de la novela El Siciliano. La trilogía analizada contempló los libros Omertá, Seis tumbas en Munich y el de hoy. Así, pues, adelante con los faroles.
El Siciliano / Mario Puzo (III)
Resulta todo un acontecimiento digno de ver que un personaje ficticio como el capo Michael Corleone, que adquiere gran relevancia en la novela El Padrino, aparezca de nuevo en otra historia: El Siciliano (1984) y que es autoría del mismo escritor, es decir, de Mario Puzo. Bueno, tal vez en el cine eso no sea posible, pero por lo que se refiere a la literatura sí que lo es, precisamente porque parte de sus tramas tienen como telón de fondo las montañas y los pueblitos pintorescos de la isla italiana de Sicilia, cuyos habitantes no se identifican con Roma, a la que sienten como su verdugo, más que su salvación.
La referencia al cine es obligada, pues en 1988 el director Michael Cimino llevó a la pantalla grande la historia del bandido siciliano Salvatore Turi Giuliano, una especie de Robin Hood que robaba a los ricos para repartir las ganancias entre los pobres, pero que vivió en un contexto diferente al del célebre ladrón medieval. Incluso, por las fechas en las que vivieron ambos, las cosas no son lo idílicas que se quisieran, pues a diferencia de la del inglés, el protagonista de El Siciliano se ve precisado a convivir con la mafia, los democristianos que gobiernan Italia en los años en los que tiene su auge, así como la traición a cada paso.
El filme de Michael Cimino deja mucho que desear, pues al estar basada en la novela de Mario Puzo, el guionista pasa por alto muchos detalles que sólo con la lectura se entiende el contexto exacto, pues da por sentado que uno ya sabe de lo que se trata, aunque nunca haya leído El Siciliano. No obstante, es de agradecer que las figuras de Salvatore Giuliano y de su primo Gaspare Aspannu Pisciotta se nos quedaron grabadas para siempre con las soberbias interpretaciones de los actores Christope Lambert (francés) y John Turturro, respectivamente, que están a la altura de las circunstancias, pese a lo mal armado del guion.
El caso es que Michael Corleone, antes de regresar a Estados Unidos con su familia, tras tener que vivir exiliado durante tres años en Sicilia por el asesinato del corrupto jefe de la policía que asesinó en Nueva York, recibe instrucciones de su padre para una misión muy especial: traer con él al bandido Giuliano que ya lleva siete años de ser un dolor de cabeza para Roma, el Vaticano y “los amigos de los amigos”, como se conoce eufemísticamente a los integrantes de la mafia siciliana, que son el verdadero poder, con Don Croce Malo como máximo jefe en toda la isla y con conexiones directas con el ministro del Interior de Italia.
Es en el año de 1950, cuando Michael Corleone debe regresar a Estados Unidos con su encargo, cuando comienza El Siciliano, cuya leyenda se remonta siete años atrás (1943), en los tiempos en los que, apenas de 20 años y viviendo aún con sus padres (que algún tiempo radicaron en Estados Unidos, razón por la cual los conoce don Vito Corleone, padre de Michael), Giuliano quebranta las estrictas leyes que prohíben el mercado negro de alimentos y del de transportarlos de una población a otra.
El puro hecho de ser detenido por los carabinieri con un enorme queso que intercambiaría por jamón ahumado, ya era bastante pena para ser detenido, interrogado y hasta encerrado en una celda, a menos que delatara al dueño del transporte (un burro), lo que se consideraría traición a la omertá. De manera que, tras una revelación en la que resulta herido mortalmente, Giuliano y su primo Pisciotta huyen por las montañas sicilianas y van a refugiarse a un convento en el que los atiende un monje que le toma aprecio, pues el forajido prácticamente ya no la contaba, pero se salva de puro milagro.
Así, pues, en adelante El Siciliano se convierte en una leyenda en una sociedad injusta en la que se tiene que vivir en la miseria o emigrar a otros países, pues sólo a los ricos –entre los que se cuenta la realeza— y a los mafiosos no les va tan mal. En este sentido, con un carácter afable por naturaleza, Salvatore se convierte en un bandido atípico en Sicilia, pues roba y secuestra para repartirlo todo entre los pobres, todo lo contrario de otros que por un poco de agua o por una mirada fea eran capaces de quitarle la vida al que sea. El forajido Giuliano, en cambio, es retratado como bondadoso, auténtico, generoso.
En los siete años de su poderío como un prófugo de la ley, apoyado de dos bandidos que libera de la cárcel de Montelepre (Terranova y Passatempo), Turi Giuliano se dedica al saqueo de riqueza de los potentados, incluidos los de la mafia, si bien todo eso tolerado por Don Croce Malo, cuya intención es la de gobernar Sicilia con el joven, al que considera como un hijo, dado que el suyo, de su propia sangre, se fue a vivir a Brasil sin importarle nada. En el fondo, el viejo quiere y admira a Salvatore, pero la naturaleza de éste se contrapone con la ambición y lo desalmado que se es cuando se pertenece a la mafia.
Por supuesto, en esos siete álgidos años ocurren muchas cosas que hacen que los sicilianos pobres adoren a Giuliano, que la prensa italiana y hasta extranjera lo trate como a un héroe, que el gobierno de Roma lo considere su enemigo público número uno en Sicilia y que “los amigos de los amigos”, salvo don Croce Malo al principio, lo quieran ver muerto. Es de hacer notar que los golpes de Salvatore cada vez eran más audaces, al grado de que, ya con todo en contra, hasta el Don siciliano da su aval para que se atente contra la vida del joven bandido, quien, como todo hombre que en el fondo es puro de corazón, corre con mucha suerte, merced a la gran cantidad de gente que lo protege.
(Conforme pasa el tiempo, de igual forma Giuliano deja de ser el romántico héroe siciliano para convertirse cada vez más en un hombre duro, despiadado y cruel, capaz de asesinar a un peluquero de Montelepre para hacer notar que así es como pagan los que lo traicionan. En la novela es un subalterno el que ejecuta al pobre hombre, pero en la película de Michael Cimino la ejecución corre a cargo por el propio Turi Giuliano, como para resaltar una rudeza que sólo en la obra escrita se nota esa evolución).
Así, de poder llegar a ser asesinado algún día, sólo podría ser gracias a la traición de los muy cercanos, como su primo Pisciotta o su profesor Héctor Adonis, pues su generosidad trasciende casi por toda la isla siciliana, como Villalba (tierra de Don Croce Malo), Corleone (tierra de Vito y Michael), Montelepre (la población de la que es originario Salvatore), Monreale, Partinico y hasta la propia capital, Palermo. Sin embargo, hay algo que es muy importante en la historia de El Siciliano: tiene lo que llama un Testamento, el cual contiene documentos que son comprometedores, tanto para el gobierno como para el Vaticano.
Al único que no le preocupa ese Testamento es a Don Croce Malo, pues al fin un mafioso, se siente por encima de todos los que tienen que cuidar su reputación. De acuerdo con el autor, dar a conocer esos documentos haría caer al gobierno de la Democracia Cristiana, lo que daría paso a un gobierno de socialistas y de comunistas (después de haber sido derrotado el fascismo antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial), que en Italia es rechazado en principio, dado que son católicos que sienten gran respeto por la Iglesia, el Papa y los santos y vírgenes del santoral religioso, como Santa Rosalía, que es la patrona de Palermo.
A este respecto, una de las razones por las cuales Giuliano le es muy útil a la Democracia Cristiana y a la mafia siciliana, es porque su activismo podría inclinar la balanza para que Sicilia vote a favor del gobierno de los democristianos; de lo contrario, los socialistas y los comunistas llegarían al poder y se terminarían los privilegios de que se gozaba en ese momento, donde se hacía como que se le quería capturar, pero en realidad no pasaba nada. La mediación de Don Croce Malo fue fundamental, pero la traición ya había anidado en su corazón, pues en un mitin hay una masacre en la que mueren 15 personas, incluidos niños, además de resultar 50 heridos.
La orden había sido lanzar al aire unas ráfagas para asustar a la gente y desalentarla de que sintiera simpatía por los comunistas, pero la mano negra interviene y hace que las balas vayan dirigidas a los asistentes a un mitin. Lo curioso es que los sicilianos –y los italianos en general— temían la llegada de los comunistas, lo mismo que de los fascistas, pues ambos extremos –los extremos se tocan— no eran del agrado de la mafia. Así, librados por esas fechas del fascismo, la gente de Italia tampoco sentía inclinación por los comunistas, que a la postre han sido iguales o peores que los fachos en cualquier parte del mundo.
El conocimiento de un Testamento y la matanza ocurrida en el mitin a favor de los comunistas sicilianos, son de las razones de peso para que el gobierno de Italia se vaya con todo en contra del bandido Giuliano, quien hizo ajustes de cuentas con los que lo habían traicionado al asesinar a decenas de inocentes, donde sale a relucir el nombre del que ideó el terrible plan: Don Croce Malo. Así, antes de ir a refugiarse a Estados Unidos, Salvatore idea asesinar al jefe de la mafia de Sicilia, por lo que, en ese complicado contexto, es difícil que Michael Corleone pueda cumplir con la misión que le encomendó su padre.
Y es que don Vito Corleone había indicado a su hijo que se apoyara en Don Croce Malo (junto con Clemenza, otro personaje de El Padrino, que se convierte en su mano derecha durante toda su estancia en la isla del Mediterráneo), el cual le hace notar la situación cuando recibe en su casa a Michael y a un grupo de personajes que lo acompañan. Lo más curioso de todo el tema es que jamás se da el encuentro entre Michael Corleone y Salvatore Turi Giuliano, aunque en un diálogo que sostienen padre e hijo, ya de regreso éste en su casa, El Padrino le da una gran lección.
Aunque nunca se ve cara a cara con Salvatore Giuliano, Michael Corleone admira al bandido siciliano por la hazaña que realizó durante largos siete años, algo en lo que insiste mucho cuando tienen una conversación privada. La lección que da Don Vito Corleone a su hijo, que poco después será su sucesor, es cuando dice lo siguiente, tras escucharlo hablar sobre alguien que considera víctima de la traición y de la maldad de todos:
“Tú querías aprender. Pues, ahora, escúchame bien. El primer deber de un hombre es conservar la propia vida. Después viene eso que todo el mundo llama el honor. El deshonor, tal como tú lo llamas, lo acepto de buen grado porque lo hice por salvar tu vida, tal como tú lo aceptaste una vez para salvar la mía. Sin la protección de Don Croce, de ningún modo hubieras salido vivo de Sicilia. Dejémoslo así. ¿Quieres ser un héroe como Giuliano, una leyenda? ¿Y estar muerto? Yo le estimaba por ser el hijo de mis queridos amigos, pero no le envidio la fama. Tú estás vivo y él ha muerto. Recuérdalo siempre y procura vivir no para convertirte en un héroe sino para conservar la vida. Con el tiempo, los héroes acaban pareciendo un poco insensatos”.
Todavía replica Michael a su padre así: “Giuliano no tenía otra alternativa”. Y su padre concluye: “Nosotros tenemos más suerte”.
El autor Mario Puzo, apunta al respecto: “Fue la primera lección que Michael recibió de su padre, y la que mejor se aprendió, porque en el porvenir le permitiría adoptar terribles decisiones que antes jamás se hubiera atrevido a tomar, modificando con ello todo su concepto del honor y toda la reverencia que le inspiraba el heroísmo. Gracias a ella pudo sobrevivir, pero no fue dichoso. Porque, aunque su padre no envidiaba a Giuliano, Michael sí lo envidiaba”.
Como conclusión de esta columna de culto, diré que me resulta hasta un tanto sorprendente saber que la mafia siciliana haya sabido convivir tanto tiempo con los democristianos, pues su temor era válido lo mismo a los gobiernos de corte fascista que socialista. Al menos, eso sí, los ciudadanos sicilianos convivían con “los amigos de los amigos” de la talla de Vito Corleone y Don Croce Malo. En el México de principios de la década de los años 20 del siglo XXI, donde también conviven armoniosamente la mafia y el gobierno cuatrotero, ni siquiera contamos con esa ventaja.