POR Bibiano Moreno Montes de Oca
En esta segunda entrega de las tres que forman parte de la vasta obra de la autora inglesa Agatha Christie, el análisis corresponde a la novela titulada Las manzanas, donde el detective belga Hércules Poirot resuelve un intrincado caso ocurrido en la campiña de Inglaterra. Adelante, pues, con los faroles.
Las manzanas / Agatha Christie
En la típica campiña inglesa, en una población cercana a Midchester, Inglaterra, tiene lugar una interesante historia de la escritora Agatha Christie, donde reúnen talentos dos de sus personajes ficticios que resuelven varios casos: Hércules Poirot y Ariadne Olivier. La segunda, de origen inglés, aparece en algunas novelas resolviendo los misterios que se le presentan, pero el primero es el más conocido y el que se convirtió en toda una celebridad, pues es el protagonista en algunas de las mejores novelas de la autora, mismas que hasta han sido llevadas a la pantalla grande; entre otras, Muerte en el Río Nilo y Crimen en el expreso a oriente.
En la novela Las manzanas, que transcurre totalmente en la campiña inglesa, la acción inicia durante la celebración de la fiesta de Halloween, que en Inglaterra se festeja un poco diferente a como se hace en Estados Unidos, pues se llevan a cabo juegos en los que participan los niños y adolescentes de la escuela del lugar, junto con sus maestras y algunas pocas autoridades. En ese festejo se realizan diversas actividades para diversión de los presentes; por ejemplo, el de las manzanas –que da nombre al título que le pusieron en español— que flotan en un balde con agua, donde el juego consiste en que el participante atrape con los dientes una de las frutas.
El citado juego adquiere especial relevancia en esta historia, pues una de las jovencitas –que van de los 10 a los 18 años de edad—, de nombre Joyce, es ahogada en el agua del balde que contiene las mentadas manzanas. Está claro que no se trata de ningún accidente, pues en un recipiente de esa naturaleza nadie podría perder la vida, a menos que sea sostenida por alguien con más fuerza. El problema es que el asesinato ocurre entre gente de la que no podría sospecharse mucho, pues entre maestras y alumnos es difícil que se pueda encontrar un asesino.
Al principio, según todos lo creen así, alguien pudiera haberse colado a la casa donde se celebró la fiesta mencionada para cometer el atroz crimen, pues la chica que murió ahogada, de unos 13 años de edad, difícilmente podría ser objetivo de un asesino… a menos que sepa algo que no conviene que se conozca. Tras las consiguientes investigaciones, a cargo de Hércules Poirot, que viaja a esa zona rural inglesa a pedido de su amiga Ariadne Oliver, lo que se saca en claro es que todos los testigos opinan que Joyce era una soberana embustera, incluido su hermano Leopold, de apenas 11 años de edad.
Todo comienza cuando en la fiesta, ante Ariadne Oliver que es reconocida por ser autora de varias novelas policiacas, la joven Joyce presume ante los presentes que ella fue testigo de un crimen, es decir, que al principio no creyó que lo hubiera sido, pero que tiempo después cayó en la cuenta que sí había sido un asesinato. Eso había ocurrido casi dos años atrás, cuando ella era mucho más joven, por lo que tiempo después, un poco menos ingenua, estaba convencida de que había sido testigo de un asesinato.
A partir de ese hecho fue que, un poco después de que se llevaron a cabo varios juegos en la casa de la posesiva y mandona señora Drake, ocurre el asesinato de la joven a la que nadie le cree su versión de que había visto cometerse un crimen. Por tal razón, ante la impresión de saber que una chica había muerto después de decir lo del crimen en su presencia, siendo ella una autora de historias policiacas a la que le encantaban las manzanas –que detesta a partir del crimen—, la señora Oliver no se siente con capacidad para indagar en el pueblo, por lo que llama a Londres para que la visite a la campiña Hércules Poirot.
Como es de esperar, el célebre investigador de origen belga, colaborador asiduo de Scotland Yard, se traslada para comenzar con sus pesquisas sobre el inusual asesinato, que en realidad tiene desconcertada a la pequeña comunidad del poblado cercano a Midchester. Así, Hércules Poirot lleva a cabo una ardua tarea, centrándose principalmente en interrogatorios a las 18 personas que estuvieron presentes en la fiesta en la que murió Joyce, pero también entrevista a otros personajes del lugar, sobre todo a un viejo policía ya retirado que vive ahí con una hermana.
El lugar es habitado por gente clasemediera que va y viene todo el tiempo, de manera que es común que llegue alguien a vivir algún tiempo y, más adelante, abandone el pueblo sin mayores explicaciones. Sin embargo, el que cometió el asesinato es alguien que vive ahí, incluso con un cómplice. Por supuesto, eso se esclarece al final de la historia, de manera que sólo diré que, para que se largue y existan motivos para que se cometa un crimen en la novela Las manzanas, hay que saber los antecedentes de los crímenes ocurridos en el pasado, a fin de que haya un hilo conductor que lleva a resolver el misterio de la joven asesinada en un balde de agua con las manzanas flotando.
Como es el estilo de la autora, en la historia comienzan a surgir algunos sospechosos, los cuales se van descartando en la medida en la que avanza la investigación del detective Hércules Poirot. Por supuesto, los pormenores lo hacen conocer elementos que lo llevan a unir las piezas del rompecabezas. Así, entre lo más destacable, se encuentra lo del testamento de una anciana rica y caprichosa que dejó su fortuna a una sirvienta de origen eslavo, quien desapareció poco después de haber dicho que ella era la beneficiaria de la herencia, pasando por encima de parientes más cercanos que no despertaban sospechas.
Al final, con su peculiar forma de ir atando cabos, Hércules Poirot desvela un misterio en el que, además, ocurren otros asesinatos (incluido el hermano de Joyce, Leopold), pues no había duda que el asesino quería silenciar a todos los que estaban involucrados en el asunto de manera voluntaria e involuntaria. Y, como siempre, no decepciona el famoso investigador nacido en Bélgica, pero radicado en Inglaterra desde mucho tiempo atrás.