POR Bibiano Moreno Montes de Oca
Leer al escritor gringo Harlan Coben es ir a la segura: en su novela titulada Tiempo muerto, de mediados de la década de los 90 del siglo pasado, nos topamos con el autor de un thriller que te atrapa al comenzar a leer las primeras páginas, cuando nos enteramos que el abogado Myron Bolitar, un agente que representa a jugadores deportivos, es contratado para investigar la extraña desaparición de la estrella del equipo de baloncesto de los Dragones de Nueva Jersey, Greg Downing.
El hecho de que la novela gire en torno a jugadores deportivos no significa que va a centrarse en el juego, sino que sirve de pretexto para que Harlan Coben nos muestre su lado oscuro en un thriller de impecable factura. Y es que Myron Bolitar había sido una joven promesa del llamado deporte ráfaga 10 años antes, cuando otro jugador lesionó su rodilla y se tuvo que retirar del baloncesto y estudiar para ser un mediano –tirando a exitoso— representante de gente a la que conoce muy bien por ser del mismo ámbito en el que él se desenvolvió tiempo atrás.
Así, al haber sido jugador de baloncesto en los tiempos en los que también comenzaba el desaparecido Greg Downing, el agente deportivo es contratado para jugar en el equipo, pese a su lesión de la rodilla. La idea no es que se convierta en una estrella ni nada parecido en un equipo en el que, a sus 32 años de edad, ya es un viejo junto a impetuosos y agresivos jóvenes veinteañeros, sino que es el camuflaje perfecto para que nadie sospeche que la estrella ha desaparecido, pues la historia que se cuenta es que se recupera de una ligera lesión sufrida en el último juego.
El propietario de los Dragones de Nueva Jersey, Clip Arnstein, es el de la idea de contratar al exjugador para que se meta a investigar el paradero de su estrella deportiva entre los compañeros, sin que nadie sospeche que, en realidad, el tipo no aparece por ningún lado porque está metido en un montón de líos, los que incluye deudas de juego con personajes rudos y siniestros, una encarnizada lucha contra su actual esposa por la custodia de los hijos de ambos, infidelidades, traiciones, etcétera.
En virtud de que la historia gira en torno de estrellas deportivas y de que contratan a un ex jugador de baloncesto para investigar el caso, el discurso de bienvenida y presentación ante la prensa que hace el dueño del equipo, junto con el nuevo director general de los Dragones de Nueva Jersey, Calvin Johnson, me parece digno de reproducir en esta columna de culto por su emotividad que traspasa la barrera de la ficción para llegarle directo a todo aquél que tiene alma de deportista. Así, pues, el tal Clip Arnstein dice lo siguiente en la bienvenida que se hace a Myron Bolitar como jugador del equipo:
“El deporte es una forma de folclor. Lo que estimula nuestra imaginación no es sólo la victoria y la derrota, sino las historias. Las historias de perseverancia, Las historias de fuerza de voluntad, Las historias de trabajo duro, Las historias que paren el corazón. Las historias de milagros. Las historias de triunfo y tragedia. Las historias de regresos”.
El caso es que Myron Bolitar se introduce en el lado oscuro del deporte profesional de Estados Unidos y de sus jugadores, muchos de ellos estrellas con sueldos millonarios –en dólares—, donde lo mismo confluyen personajes generosos que los mezquinos, donde es usual la infidelidad, la traición, las drogas y hasta el asesinato de personajes ligados en la trama.
Conforme se introduce en ese laberinto de oscuridad, el agente deportivo enfrenta a sus propios demonios y salen a relucir secretos inconfesables, como el excelente thriller que es Tiempo muerto. Por cierto, en una hábil narración del autor, asistimos a un partido en el que Myron Bolitar es exhibido por uno de los jugadores del equipo rival, que sin ninguna consideración trapea con él en varias de las jugadas, sólo para demostrarle que ya es un viejo, que su tiempo ya pasó y que no tiene nada qué hacer con los Dragones de Nueva Jersey.
En la investigación sobre el desaparecido jugador sale a flote un viejo asalto a un banco cometido años atrás en el estado norteamericano de Texas (la historia tiene lugar totalmente en la ciudad de Nueva York) por un grupo de guerrilleros a los que se conoce como la Banda del Cuervo, pues parte del dinero robado es encontrado junto al cadáver de una mujer que chantajeaba al jugador que andan buscando infructuosamente. Y de ahí en adelante, a puro ir siguiendo un rastro de intriga, pasión y muerte.
Aunque el nombre del grupo guerrillero la Banda del Cuervo es ficticio, sin duda se inspira en el de los anarquistas que operaron en la década de los años 70 del siglo pasado en el vecino país del norte, que cobró celebridad cuando secuestraron a Paty Hearst, una joven integrante de la familia del magnate del periodismo con tal apellido, cuya biografía no autorizada sirvió de base para la película más polémica de Orson Wells, llamada El ciudadano Kane, a la que algunos consideran la mejor de todos los tiempos (yo no me incluyo entre esos, por cierto).
El peculiar nombre del personaje central llama la atención incluso entre los gringos, pues en realidad es de origen judío. De hecho, los padres de Myron Bolitar, los señores Bolitar, viven en un barrio neoyorkino en el que abundan los Roth, los Kirschner, los Rackin e incluso los Arnstein (el del dueño del equipo Dragones de Nueva Jersey) todos ellos con un denominador común: son judíos.
En el bajo mundo del deporte profesional del baloncesto no falta el policía que es amigo del investigador, pero que pone sus condiciones para colaborar juntos, el compañero del personaje central, un tipo que es experto en seguridad y los periodistas de deportes, entre los que se encuentra una joven que sabe mucho más de lo que se cree. En fin: Tiempo muerto es una novela bien escrita que se lee con fluidez. Esto último no creo que sea gracias al traductor (que, al menos, sí escribe bien), sino al propio autor que, en inglés o en español, se da a entender perfectamente.