Temerario, acusar crimen político en Manzanillo

POR Jorge Octavio González

Perverso y miserable es que políticos como Martha Zepeda del Toro y Carlos Sotelo García utilicen el asesinato de un ex funcionario de la pasada y gris administración de Manzanillo para culpar a quienes hoy detentan el poder.

Los móviles del crimen a la pareja pueden ser variados y no se tiene que descartar ni una sola línea de investigación por el hecho de que sus cercanos han hablado maravillas de ellos; de otras víctimas de homicidio también se han expresado de igual manera y no por eso es lo que las investigaciones determinan.

Hace años, en el caso de un crimen a dos adolescentes de un municipio de Colima, la sociedad se indignó por lo artero del asesinato; se habló de derrocar al gobierno y de quemar en leña verde a los depositarios de los poderes federal, estatal y municipal en ese entonces.

La familia, sin embargo, de pronto guardó silencio y ya no le movió al asunto: resulta que en los teléfonos de los dos menores de edad había todo tipo de atrocidades que lo mejor fue ya no alborotar el avispero para que la imagen que se tenía de ellos no cambiara radicalmente.

Lamentable, por donde quiera que se le vea, que un niño se haya quedado sin padres porque fueron acribillados a balazos por delincuentes; más terrible aún que todos se enfoquen en culpar a los enemigos políticos que en procurar el bienestar y futuro de ese menor de edad.

Lo que han hecho Marta Zepeda, su gris jefa y el ex senador Sotelo García, éste un vulgar político que sólo ha tenido cargos por la vía plurinominal, es de una perversidad inaudita; sugerir que por lo que escribía en sus redes sociales fue ultimado el ex funcionario municipal es temerario.

“Este acto atroz no solo (sic) arrebata la vida de seres humanos, busca silenciar y es un recordatorio doloroso de los riesgos que enfrentan quienes se atreven a desafiar el poder”, lanzó, con toda la irresponsabilidad del mundo, Zepeda del Toro.

¿Qué tanto influía la voz de Arturo Galván Birrueta en la opinión pública? Si acaso entre sus mismos amigos y conocidos que lo tenían como contacto en las redes sociales; acá en Colima el sujeto era un completo desconocido y nadie se enteraba de lo que escribía.

Hay otros, esos sí unos mercenarios sin vergüenza alguna, que están por la vida como si nada aun cuando publican señalamientos gravísimos. Nadie les dice nada. Nadie los confronta. Ni siquiera tienen denuncias ante la Fiscalía General del Estado de Colima.

El mismo Carlos Sotelo García deslizó la misma narrativa que Martha Zepeda: “Basta revisar sus publicaciones realizadas en las últimas semanas y días para concluir que es un asesinato con evidente sentido político”.

Su versión no se sostiene, como tampoco la de la regidora del ayuntamiento de Manzanillo; alguien que ni siquiera en Colima era conocido ni sus escritos leídos no podría, de ninguna manera, despertar el instinto asesino de alguien que quisiera hacerle el favor a los blancos de sus críticas.

Lo que sí resulta sospechoso es que, al unísono, tanto la empleada de la gris ex presidenta municipal de Manzanillo como el ex senador de triste memoria digan que el crimen de la pareja, sobre todo de Galván Birrueta, fue por lo que escribía en contra de la actual administración estatal y municipal; más dudoso todavía es que el jefe del clan Sotelo pida seguridad para “Griselda y otros ex funcionarios que tienen a salvo sus derechos de organización y opinión”.

Lo anterior da a especular en demasía: significa que la ex alcaldesa y sus huestes estaban esperando el asesinato de alguien que no tenía señalamientos de estar ligado al crimen organizado, más bien una persona que incluso le caía bien a mucha gente, para exigir lo que realmente querían: protección y seguridad para poder caminar por Manzanillo sin temor alguno.

Si eso es lo que querían, ellos mismos podrían pagarlo con todo lo que se robaron de la pasada administración municipal.

Más que defensores de un hombre de familia sin acusaciones de ligas con el crimen ni de actos de corrupción, Martha Zepeda, su jefa y Carlos Sotelo se vieron como unos zopilotes que, en la primera oportunidad, salieron a recoger la carroña para ensuciar a quienes no pueden vencer en el debate público ni en el Cabildo de Manzanillo.

No hay nada más bajo y ruin que lanzar acusaciones sin sustento y utilizar el cadáver de alguien a quien decían apreciar y querer para pedir protección y seguridad con cargo al erario.