Sangre y muerte en Semana Santa

POR Jorge Octavio González

Ni porque fue Semana Santana la violencia paró ni mucho menos los delincuentes dejaron de asesinar a diestra y siniestra.

Las ejecuciones, curiosamente, se trasladaron a los municipios costeros y turísticos: Manzanillo, Tecomán, Armería y Comala.

Griselda Martínez Martínez, Elías Lozano, Diana Zepeda Figueroa y Felipe Michel son alcaldes de adorno, floreros; ante la ola de violencia no han podido hacer nada más que dejar que sus habitantes se maten entre sí o a manos del crimen organizado.

¿Qué ha hecho la gobernadora Indira Vizcaíno al respecto? Parece que ni siquiera está en Colima; desde donde esté no es probable que pueda hacer frente a los sucesos de violencia que se registran día a día en la entidad.

La corresponsabilidad no existe en ninguno de los tres niveles de gobierno; sólo dejan que actúe el gobierno federal porque es el que tiene a las fuerzas armadas en las calles, aunque sin mucho qué hacer ante un evento de violencia.

¿De qué sirven, entonces, las policías municipales de Manzanillo, Tecomán, Armería y Comala? De nada. Bueno, sí: gastar millones de pesos en nómina y en la operatividad. Aunque, ciertamente, de nada sirve invertir ese dinero si no enfrentan a los delincuentes ni son capaces de brindar protección a los ciudadanos.

En esos municipios turísticos ha habido asesinatos a plena luz del día, quema de viviendas, de mototaxis, feminicidios, robos a negocios y tiendas de abarrotes, han calcinado cuerpos, desmembrado otros, amén de una mano humana en descomposición que apareció en las playas de Cuyutlán.

La violencia está desbordada, no hay orden en la entidad, todos hacen lo que quieren; los delincuentes se pasean a sus anchas por todo el territorio colimense, como si supieran que cuentan con el manto de impunidad de las autoridades. Matan, secuestran, torturan, despedazan, calcinan y tiran cuerpos como si fueran basura; todos los días vemos eso y los tres niveles de gobierno parece que lo ignoran o que no hablando de ello va a desaparecer.

Semana Santa tuvo un saldo rojo: sangre cada uno de los días de la semana. Inaudito. Ni siquiera en los días santos hubo tranquilidad en Colima. Colima es un Estado fallido. No hay gobernabilidad. No la hay. Indira Vizcaíno, así como sus funcionarios, permiten que todo esto siga igual. Esto es un caos.

¿Cuánto más soportará el pueblo de Colima?