POR Bibiano Moreno Montes de Oca
La lectura del Marqués de Sade está descartada para las mentalidades moralinas que se aterrarían por pasar sus ojos brevemente por novelas u obras de teatro como Justine, Julieta, Los 120 días de Sodoma o Filosofía del tocador. En esta segunda entrega de esta columna de culto dedicada al divino Marqués continuaré con el análisis de la obra de un autor fuera de serie.
La obra teatral Filosofía del tocador se resume en los goces de los placeres sexuales de varios personajes que ahí aparecen, y sólo hasta casi el final se da rienda suelta a las atrocidades que son muy propias de Sade. En la misma obra viene un manifiesto a los franceses durante la época de la Revolución Francesa, mismo que en realidad contiene la propia posición política del Marqués de ese tiempo que le tocó vivir.
Como lo señalé en la entrega anterior, los conceptos filosóficos acerca de todas las cosas de la vida, como el asesinato, el robo, los placeres sexuales, el aborto, la religión, etcétera, dejan en calidad de aprendiz a un personaje tan influyente en el catolicismo como lo es San Agustín, el autor de La ciudad de Dios. Vamos: el Marqués de Sade va más allá sobre la religión católica, Jesucristo, los apóstoles, las vírgenes y demás seres celestiales a los que ni el mismísimo Federico Nietzsche, cuya obra El Anticristo resulta devastadora contra el catolicismo y el judaísmo, se atreve.
Sin embargo, la diferencia entre el filósofo francés y el filósofo alemán es que Sade escribió como un anarquista consumado y con cierto desenfado, pero sin llegar nunca a tomarse muy en serio. El gran Nietzsche, en cambio, se fue con todo en contra de los curas católicos y su religión, pero también hace lo mismo contra los judíos, lo que hizo que los nazis indebidamente lo tomaran como su autor de cabecera; en especial, por su referencia que hace al superhombre.
En la columna anterior señalé que Donatien Alphonse siempre pone a las mujeres como víctimas de la maldad, perversidad y crueldad de los hombres; sin embargo, hay algunas excepciones sobre las que quiero abundar. La vez anterior señalé que en la novela Julieta hay cierta abadesa que encabezaba orgías de padre y señor nuestro con algunas internas de los conventos, pero en realidad no es ni la décima parte de malvada de lo que son los hombres –la mayoría de ellos curas o frailes— en las historias del padre del sadismo.
Ya dije que la novela Justine es tal vez la obra más famosa del Marqués de Sade, pues trata de las desventuras que le ocurren a una joven virtuosa, generalmente víctima de la perversidad de los hombres de su tiempo (la época de la Revolución Francesa). La citada novela tiene una continuación –o complemento— con una novela más extensa que se titula Julieta, que es hermana de la primera, cuyo comportamiento es diametralmente opuesto.
En efecto: mientras que Justine (o Justina, traducido su nombre del francés al español) fue virtuosa, incluso a costa de su propia muerte, su hermana Julieta desde pequeña comienza a –como se dice popularmente— darle vuelo a la hilacha. Hermanas las dos, una es la antítesis de la otra. Así, Julieta se dedica a ejercer la prostitución en la Francia del siglo XVIII, donde los excesos y las perversiones estaban a la orden del día y no dejaban nada a la imaginación.
Si hay una mujer cruel, perversa e infame en las novelas del Marqués de Sade, esa es justamente Julieta. Por supuesto, hay otras mujeres que la ayudan a perfeccionar una vocación que ya tenía desde su nacimiento, como cierta arpía que incluso la apadrina para ingresar a una sociedad criminal secreta, donde todo está permitido: obviamente, incluido el asesinato más brutal.
Lo curioso del caso es que Julieta se arrepiente al final de todos sus crímenes y atrocidades cometidas a lo largo de su vida, junto con su amante igual de perverso, cuando conoce de los terribles sufrimientos padecidos por su virtuosa hermana Justine. Pero en lo que eso ocurre, el Marqués de Sade da rienda suelta a su imaginación, algo digno de admirar por venir del padre del sadismo.
En estas dos columnas, desde su título mismo, sostengo que el Marqués de Sade es el precursor del cine porno y del cine snuff, este último en el que la violencia y la muerte de algunas personas (especialmente mujeres) es real. Respecto al cine porno diré sobre el autor (francés al final de cuentas, como el cine) que basta echarle un ojo a sus textos y otro a las películas pornográficas modernas para comprobar que lo que se ve en la pantalla es lo mismo que describe exactamente el divino Marqués a lo largo de su obra.
Las mentes debiluchas de hipócritas y oscurantistas están vedadas para conocer los textos del Marqués de Sade. A más de 200 años de publicada su obra, hoy en día hay quienes tienen una mentalidad que se suponía ya ampliamente superada. Esto demuestra, pues, la grandeza de un autor excepcional, ya que más de dos siglos más tarde sigue más vigente que nunca, e incluso sin llegar a ser superado aún por sus seguidores.
Es conveniente hacer notar que en la década de los 70 del siglo pasado, en Italia, el director y escritor italiano Pier Paolo Passolinni realizó el filme Los 120 días de Sodoma, inspirada totalmente en la novela del mismo nombre del autor francés. Como es de suponer, la cinta está considerada entre las diez más violentas de la historia del cine, junto con algunas otras obras maestras como Naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1972) y Rojo profundo (Darío Argento, 1975). Por lo que se refiere a la película de Passolinni, es digna hija del padre en el que está inspirada.
A este respecto, debo decir que, durante mucho tiempo, la versión cinematográfica sadista de Passolinni era prácticamente imposible de conseguir. En ningún lugar había forma de localizarla. Sin embargo, con la aparición del bendito YouTube, ese problema desapareció como por arte de magia. La película es, ciertamente, asquerosa, degradante, deprimente, sin duda. Pero en su conjunto es una versión muy apegada al texto original, con la ventaja de que todas las atrocidades no las tenemos que imaginar: las podemos ver en una pantalla de 50 pulgadas y a todo color.
Las desavenencias sadomasoquistas. El tema del sadomasoquismo le llamó muy poderosamente la atención a varios amigos abogados, quienes coincidieron en que ese tipo de comportamiento es causal de divorcios entre parejas que se supone estaban felizmente casadas. Caras vemos, corazones no sabemos, dice el refrán que nos explica con sencillez que no podemos saber lo que sucede en realidad en un hogar a partir de una supuesta apariencia de un ambiente lleno de felicidad.
Uno de los amigos me habló de varios casos en los que se tuvo que llegar al divorcio en matrimonios, pues en todos los casos al esposo le daba por tratar de imitar las acrobacias que inventó Sade. Por tal razón, hubo un divorcio porque el hombre ataba a su esposa, la golpeaba y, a continuación, la violaba. Puede parecer extraño que haya violación en el matrimonio, pero lo es si el varón hace uso de su fuerza física con su esposa para lograr su cometido. Al final, la relación debe ser siempre consentida por ambas partes participantes.
Pero la violencia, en sus diferentes variaciones, siempre está presente en los casos en los que las parejas casadas se divorcian. Por fortuna, con el divorcio incausado (o divorcio sin causa) ya se pueden evitar las penas entre los que hayan participado en desavenencias que culminaron con el divorcio, pues en algunos casos eran por razones muy vergonzosas (relacionadas con el sexo) que tenían que quedar asentadas en actas. Hoy, con el divorcio incausado, ya no hay necesidad de tener que dar santo y seña. Tan simple como que se le da curso en cuanto una de las dos partes de la pareja exija la separación.
Hay cerca de 19 causas de divorcio (por marido borracho, por holgazán, por estar uno de ellos encarcelado, etcétera), pero con el incausado ya no se requiere entrar en vergonzosos detalles para pedir la separación. Bueno, eso es algo que hay que agradecerles a los diputados locales (no los actuales), que copiaron el Código Civil de la Ciudad de México para adaptarlo en Colima. Lo único cierto es que los casos de violencia, sobre todo el del sadomasoquismo, es una de las razones por las que se siguen dando los divorcios.
*Columna publicada el 8 de octubre de 2020.