Roma es más que una colonia*

POR Bibiano Moreno Montes de Oca

Es un recurso hasta cierto punto válido en el cine. Así, por ejemplo, el mexicano Carlos Reygadas lanzó en el 2002 su ópera prima titulada Japón, donde el país asiático no tiene ninguna vela en este entierro. También el director alemán Wim Wenders dirigió en 1984 la cinta París, Texas, que se refiere al pueblo texano de Norteamérica con nombre de la capital de Francia, pero con la que no hay más relación alguna. Ahora el oscareado Alfonso Cuarón salió con su filme Roma, que tampoco tiene nada qué ver con la hermosa capital de Italia.

Así, salvo los chilangos o los del interior que conocen la capital del país, ahora llamada Ciudad de México (o CdMx, para abreviar), muchos cinéfilos podrían ignorar también que la cinta de Alfonso Cuarón no aborda alguna historia que ocurre en la que fue la sede del imperio romano, sino que se refiere a una colonia de clase media agradable (como la Condesa o la Del Valle) que se encuentra en el corazón de lo que fue el Distrito Federal. Por supuesto, en ningún momento de la trama se hace referencia a la clasemediera colonia capitalina, que ni siquiera luce un poco por estar filmada en blanco y negro.

Grabar en blanco y negro me parece una soberana pendejez, pues se supone que lo único que se busca es que la película nos remita de inmediato a la época en la que se desarrolla la historia, recurso más que inútil, pues a principios de la década de los 70 del siglo pasado ya se filmaba en todo el mundo a colores (algunas grandes producciones hasta se promocionaban de haber sido hechas en cinemascope, lo máximo en esos tiempos en materia crematística). Filmar en blanco y negro, pues, es una soberana estupidez, en virtud de que hoy existen fórmulas modernas para hacer una historia creíble, independientemente de la época de la que se trate.

El blanco y negro se justifica sólo cuando se trata de resaltar algunas escenas con el contrastante color de –por ejemplo— la sangre, como en el caso de La ciudad del pecado (un filme de culto de Robert Rodríguez, que luego lanzó al mercado una secuela menos afortunada), aunque recuerdo que ya se ha explotado eso en otros pocos filmes de gran calidad: 300 y su secuela, basadas ambas en las novelas gráficas del gran Frank Miller.

El caso es que una cinta de la época setentera, cuando el gobierno priista preparaba en el Estado de México a sus halcones, unos porros que son el antecedente de Los Zetas (también recibieron instrucción del ejército, pero después se volvieron narcos violentísimos), no se justifica en esta sobrevalorada película de Alfonso Cuarón, con todo y que haya recibido el galardón de la Palma de oro, pues ya se sabe que esos premios son para los cuates, aunque de pronto hay algunos cuantos garbanzos de a libra.

Pero uno podría dejar de lado todo lo que hasta ahora llevo escrito si la historia de Alfonso Cuarón (la escribió y la dirigió) hubiera resultado excepcional, lo máximo, contundente, genial, fuera de serie, etcétera. Pues no: la cinta de este sujeto, que tiene un Oscar previo por su película Gravity, no contiene nada que pueda resultar ni medianamente atractivo, salvo por el hecho circunstancial de que el ojete novio del personaje central, la criadita de la familia clasemediera que la acoge como uno de los suyos, resulta ser un halcón de mierda.

De hecho, la escena de mayor intensidad es cuando los halcones llegan a una mueblería y asesinan a sangre fría a uno de los manifestantes que participaron en el mitin estudiantil de junio de 1971. Pero fuera de eso, una tragedia que sólo sirve de telón de fondo de una trama que no tiene mucho sentido (los conflictos de la familia, con una abuela que es buena onda a pesar de no parecerlo, han sido tratados con mayor fortuna por otros directores de cine menos pretensiosos y menos mamones), el filme Roma navega a la deriva hasta perderse por completo.

A la película Roma se le había hecho mucho ruido por pertenecer su director al grupo de intelectuales que habían apoyado la candidatura del Pejito Juárez, pero es posible que las circunstancias cambien porque el cineasta mexicano, así como otros actores que se sumaron al macuspano en la campaña, ha renegado por el desprecio que el actual régimen ha demostrado por la cultura y la educación pública. Así, es posible que de gran director, Alfonso Cuarón termine por ser el Anticristo para los chairos. En todo caso, ese es su problema.

Lo cierto es que Roma es una película muy mala, sin ningún chiste, aunque sus valores de producción son impecables. No podía ser de otra forma: presupuesto hubo para uno de los santones del cine mexicano que ha triunfado en Hollywood (como el panzón Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu, todos ellos oscareados ya), por lo que no se escatimó a la hora de soltarle la lana, aunque no con los resultados esperados. Bueno, muchos cinéfilos esperábamos más de este tipo que ha tenido mejores días como cineasta.

*Columna publicada el 27 de diciembre de 2018.