POR Jorge Octavio González
Los tiempos electorales tienen sus plazos fatales. Y en Colima están llegando a su fin.
Esta semana, como se habrán dado cuenta, los aspirantes a cargos de elección popular en alcaldías y diputaciones locales salieron como cucarachas en quemazón a invitar a sus amigos y simpatizantes a los registros de ley.
Cierto es que, como sucede en el caso de la presidencia municipal de Colima, falta el filtro del Instituto Electoral del Estado de Colima para avalar los registros; no hay que olvidar que hay aspirantes que están siendo obstaculizadas con trámites burocráticos que están poniendo por encima del interés supremo de votar y ser votadas y que la sociedad tenga la libertad de elegir a sus representantes populares.
Hay que aclarar, desde luego, que tanto el IEE como el Tribunal Electoral de Colima están dejando mucho qué desear con sus resoluciones e interpretaciones de la ley; parece que sus integrantes apenas salieron de la escuela y no saben explicar fielmente lo que votan de manera colegiada.
Esta semana, pues, por fin los aspirantes a las alcaldías de los diez municipios del Estado y a las diputaciones locales salieron a dar la cara y anunciaron con bombo y platillo sus registros ante la autoridad electoral.
Los registros, en este sentido, ha servido para ver quiénes son los que creen que el acarreo es sinónimo de apoyo social; que confunden el pago de medios y de gente de los barrios y colonias con los votos que esperan obtener para acceder al cargo que anhelan.
Algunos medios de información, que elección tras elección viven de la extorsión a los políticos, exhibieron a sus víctimas monetarias con la publicación de las fotos de los aspirantes invitando a la gente a sus registros.
Si alguien quiere ver cuáles son los políticos que están pagando y los medios que están poniendo al servicio de ellos sus publicaciones basta con meterse a sus cuentas de redes sociales y ahí estarán las evidencias. Allá ellos y su pobreza periodística.
Resulta que hay aspirantes a ser alcaldes y a llegar al Congreso del Estado que nunca habían hecho trabajo político ni partidista; son unos auténticos desconocidos que sólo sus apellidos los delatan.
Ahí está, por ejemplo, una tal Sofía Peralta Ferro, quien aspira a una diputación local de la demarcación de Villa de Álvarez, en el Distrito 07: ella es nada más y nada menos que hija del empresario traficante de influencias y corrutpazo Pedro Peralta Rivas, de quien los panistas enquistados en la dirigencia estatal de Acción Nacional juraron y perjuraron que nada tenía que ver en las decisiones del partido.
De Sofía Peralta no se sabía nada hasta que, sin saberse de dónde salió el dinero y quién los pagó, inundó de espectaculares la zona de Villa de Álvarez donde se llevaron a cabo los Festejos Charrotaurinos.
De acuerdo a la proyección que hay en el mercado, fueron cientos de miles de pesos los que se gastaron en esos espectaculares y promocionales que llenaron la cara e imagen de la candidata de Fuerza y Corazón por Colima a la diputación local por el Distrito 07.
Nunca hizo trabajo político ni nadie sabía que era regidora en el ayuntamiento de Villa de Álvarez, pero ahora salió con que tiene toda la “capacidad” y “méritos” para ser candidata, por encima de otros cuadros con mayores credenciales.
Pero bueno: su carta de presentación es ser hija de uno de los que maneja como títeres a los dirigentes del PAN en Colima.