POR Jorge Octavio González
Los estudiantes, a los que siempre minimiza la clase política, son los que tienen vueltos locos al gobierno de la República y a los diputados de Movimiento de Regeneración Nacional por su oposición a la reforma al Poder Judicial de la Federación.
Los políticos, como siempre sucede, utilizan a sectores de la sociedad civil para ejercer presión sobre un tema en especial; hoy les tocó a los estudiantes que, durante varios días, han estado saliendo a las calles con pancartas y consignas en contra del denominado Plan C.
De aplaudir que las nuevas generaciones se estén movilizando por lo que creen y no se dejen manipular por grupos de interés, ni del gobierno ni de la clase política; su independencia les da un plus que la misma ciudadanía está viendo en las redes sociales y en los medios de comunicación.
Valentía, algo que les falta a nuestros representantes populares, es lo que han demostrado los estudiantes al marchar y movilizarse.
Las sedes alternas para sesionar en la Cámara de Diputados, donde el corrupto Ricardo Monreal Ávila ha tenido que bajarle al tono en sus declaraciones, son el reflejo del miedo que le tienen los diputados a la libre manifestación; los morenistas no quieren escuchar las quejas ni las propuestas alternas que hay para mejorar el Poder Judicial de la Federación.
Porque, ciertamente, el Poder Judicial de la Federación sí requiere de una cirugía mayor; la cuestión es que el camino correcto no es el que están trazando desde Palacio Nacional.
Poco a poco, sin embargo, la clase política se está desentendiendo de la lucha que, hoy por hoy, es única y exclusivamente de los estudiantes.
No hay políticos en las manifestaciones porque sencillamente no son bienvenidos.
En Colima, por ejemplo, los magistrados Bernardo Salazar Santana y Miguel García de la Mora, sinvergüenzas como ellos mismos, acompañaron a los manifestantes del Poder Judicial Federal para cuestionar las reformas que se pretenden hacer en la Cámaras de Diputados y el Senado de la República.
Salazar Santana, con todo el cinismo del mundo, incluso se atrevió a hacer uso de la voz frente a las puertas de Palacio de Gobierno para cuestionar, con los mismos argumentos de la oposición, la reforma al PJF.
García de la Mora, como la rémora que es del ex presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Colima, sólo hizo muecas de desprecio por haber salido de su zona de confort y mezclarse con la chusma que tanto deprecia desde que cambió sus ideales y amigos por el sucio dinero y los falsos amores.
Ahora no se les ve por ninguna parte porque ellos representan lo que se quiere desterrar en el Poder Judicial: los nombramientos de jueces y magistrados por los partidos políticos y por el gobernador en turno, ejercer abuso de autoridad y acoso laboral y sexual en contra de las empleadas que, en muchas ocasiones, no tienen de otra más que ceder a las presiones para no perder sus trabajos, entre otras cuestiones que es urgente eliminar de tajo.
Por el bien de los manifestantes, sin embargo, sujetos turbios y privilegiados con la calidad de inamovibles (esto es: no podrán ser removidos hasta que se jubilen o se mueran) como Bernardo Salazar Santana y Miguel García de la Mora deben alejarse de las genuinas protestas de quienes, aun cuando el oficialismo aprobará la reforma al Poder Judicial de la Federación en sus términos y condiciones, al menos están alimentando el debate público y abriendo la mente de la sociedad.
Es casi un hecho que MORENA y aliados aprobarán la reforma tal y como lo quiere el presidente de la República, sin moverle una sola coma y sin discusión alguna; sin embargo, el despertar de los jóvenes acaba de lograr lo que la oposición no logró en todo el sexenio que recién fenece.
Y eso es algo de celebrar.