¿Quién protegerá a los repartidores del negocio de mariscos?

POR PXPress

EL VACÍO DE INFORMACIÓN EN MATERIA de seguridad, que tendría que dar la Fiscalía General del Estado de Colima, lo llena la especulación, el chisme, el rumor y la mentira. Así sucedió recientemente con la granada lanzada a un negocio de mariscos el pasado viernes 3 de febrero. Resulta y resalta que, alrededor del mediodía, un ruido seco y estruendoso llamó la atención de quienes transitaban por el lugar, cerca de una escuela, por cierto, que no atinaban a descifrar qué había sucedido. De inmediato los grupos de WhatsApp comenzaron a difundir la información: que una granada, que un barreno, que siempre sí una granada de aturdimiento, etcétera; el caso es que el sujeto que lanzó el artefacto explosivo corrió hacia la Avenida Solidaridad, hasta donde fue alcanzado por los repartidores del negocio atacado. Luego de propinarle una golpiza, lo entregaron a la policía, que a su vez lo remitió al Ministerio Público. Lo que se especulaba hasta el momento no era tan grave; sólo algunos detalles de qué artefacto es el que habían utilizado para dejar la advertencia al dueño del lugar. EN DONDE DE PLANO la Fiscalía de Colima tropezó fue cuando no pudieron contener la especie de que el sujeto que había lanzado la granada al negocio de mariscos había sido puesto en libertad, y que, unas cuantas horas más tarde, asesinó a uno de los repartidores en un puesto de hotdog. La FGE tenía elementos suficientes para salir a decir que el tipo golpeado por los empleados se encontraba bajo su resguardo, y que, en efecto, el joven asesinado la noche del viernes 3 de febrero no era uno de ellos. No hicieron nada. Dejaron, en cambio, que todo el fin de semana la mayoría creyera la versión del sujeto liberado que buscó venganza horas más tarde. Hubo un video de un medio de comunicación dedicado a analizar cuestiones del crimen organizado que aseguraron lo anterior; en pocas horas se hizo viral y llegó a tener cientos de miles de reproducciones, amén de que por la aplicación de mensajería instantánea circuló profusamente. APENAS EN LA Fiscalía de Colima estaban despertando de la modorra, enviando un comunicado en donde desmentían la información del video, cuando se suscitó un homicidio al norte de la ciudad… ¡de un repartidor del negocio de mariscos atacado! Así tal cual: se había cumplido lo que muchos especularon cuando se difundió el video de los repartidores golpeando al sujeto que lanzó el artefacto explosivo; con él en prisión o no, quienes enviaron al tipo ya tenían identificados a los que participaron en la paliza. Y aunque, en efecto, lo asegurado en el video del fin de semana era una historia increíble pero falsa, esta semana se cumplió y sí fue asesinado uno de los repartidores. Cierto es que, aunque no se había confirmado todavía, se especulaba que la víctima era el hijo del dueño del negocio; fue hasta casi entrada la noche cuando se pudo corroborar el dato. ¿Y qué hizo todo ese tiempo la Fiscalía de Colima, a cargo del ineficiente mini fiscal Bryant Alejandro García Ramírez? Nada. Dejaron que los vacíos de información se llenaran de chismes, rumores, trascendidos y mentiras espeluznantes. Hoy, gracias a la ineptitud de las autoridades, un negocio cerró sus puertas para siempre, asesinaron a un joven y hay otros tantos asustados porque no sabe en qué momento irán por ellos para desaparecerlos. ¿Confiar en la FGE? Sería como ponerse en manos de los criminales.

OTRA PRESIDENTA MUNICIPAL que se cree de la realeza, así como doña Gaby Mejía en Cuauhtémoc, es Diana Zepeda Figueroa. Cuando en su municipio fue exhibido un comando armado en el jardín de Rincón de López, sin que autoridad alguna los molestara, al día siguiente publicó en su cuenta de Facebook una fotografía en donde un anciano le besa la mano, en señal de reverencia y sumisión. ¿Qué quiso dar a entender la señora presidenta de Armería? ¿Que no le importa lo que digan de ella mientras tenga en sus manos a la gente humilde? ¿Que, en efecto, co-gobierna con el crimen organizado? Su caso sí está para ser analizado clínicamente.