POR Jorge Octavio González
Puede entenderse que los diputados Héctor Magaña y Crispín Guerra Cárdenas hayan leído un discurso frontal en contra de la gobernadora en el marco de su II Informe de Gobierno, así como que Armando Reyna saliera a hacer el peor de los ridículos con un posicionamiento que cuestionó su propio paso, como el priísta que fue, por los 90 años de destrucción del PRI a Colima y a México.
Lo que no se entiende, sin embargo, es que Priscila García diera respuesta a todos y cada uno delos señalamientos de los legisladores del PRI, PAN y Movimiento Ciudadano como si fuera la coordinadora de la fracción de MORENA en el Congreso del Estado.
A la diputada se le olvidó que llegó por el PAN al Poder Legislativo, en una burda maniobra que permitió la dirigencia albiazul y la Alianza por Colima de quitar a la suplente de Francisco Rodríguez para imponer a su esposa en caso de que invalidaran su elegibilidad, lo que al final sucedió.
Sacrificaron a una mujer, la quitaron de la suplencia e impusieron a la esposa del candidato propietario, algo que en estos momentos sería motivo de una denuncia colectiva de mujeres por pisotear los derechos políticos de quien debía asumir la diputación tras remover a Rodríguez García.
Se puede entender, ciertamente, que en la fracción de Movimiento de Regeneración Nacional no haya diputado alguno capaz y preparado para leer en tribuna un discurso que rebatiera cada uno de los argumentos de la oposición y fortaleciera la narrativa de la gobernadora del Estado.
Es comprensible, pues, que ni el propio Armando Reyna, Isamar Ramírez, Yommira Carrillo e incluso el huachicolero de agua Rubén Romo Ochoa estén a la altura de una responsabilidad de tal envergadura; sin embargo, Priscila García no es la representación de la honestidad ni de la verticalidad en la política.
Ella cedió a los deseos de su esposo y traicionó a sus compañeros de partido con tal de asumir una cartera en el gobierno del Estado, algo que en su momento harán con la actual gobernadora si en otro partido o coalición le llegan al precio. Normal en ese par de mercenarios de la política.
El problema no es subir a tribuna y cuestionar a los diputados Héctor Magaña, Crispín Guerra e Ignacio Vizcaíno y rebatir cada uno de sus señalamientos; es la incongruencia de quien decidió defender los intereses de la administración estatal y hacerse pasar como la más morenista de los morenistas en Colima.
Priscila García no hace mucho se burlaba de los aliados de MORENA en el Congreso del Estado y los calificaba como lazarillos, un concepto que habla sobre un perro que ayuda a su dueño a andar por el mundo.
Quizá era la mejor opción que encontraron, dado que una aliada como Evangelina Bustamante, que ha sido un fiasco como diputada y como la creadora de la vacilada de Bancada de Género en el Congreso del Estado, apenas si sabe pronunciar su nombre.
O qué decir de Kate Castillo, una apologista del crimen organizado, capaz de regalar boletos para ver a Natanael Cano e ir a conciertos de Peso Pluma y presumirlo como un acto familiar.
Al menos Priscila García tendrá su jubilación como Myriam Gudiño, que por la obediencia ciega y tener el 80% de lealtad y 20 por ciento de capacidad, podrá vivir lo que le reste de vida sin problema alguno.
El bajo nivel de los actuales diputados exige a la ciudadanía que analicen más a fondo los perfiles de quienes desean que estén en la próxima Legislatura para representar los intereses de la ciudadanía.
Ya tuvimos a legisladores oportunistas, ignorantes y amantes del dinero; no hay que cometer el mismo error.