Nixon cayó en Estados Unidos por lo que AMLO hace en México: las escuchas ilegales

POR PXPress

EN 1974 RICHARD M. NIXON renunció a su cargo de presidente de Estados Unidos para evitar ser echado del cargo por el Congreso de ese país, luego de darse a conocer actos de corrupción y de abuso de poder durante su administración, lo que incluyó espiar a personajes de la oposición, es decir, del Partido Demócrata. Las grabaciones de llamadas telefónicas se realizaron en cintas de casete que hoy se vería bastante rudimentarias en la época del internet, las redes sociales y la tecnología de punta, pero en su momento era lo que había: se llegaron a recoger numerosas cintas conteniendo diálogos entre gente opositora o que resultaba incómoda para el régimen del presidente Nixon. En ese evento histórico jugaron un papel fundamental los reporteros Bob Woodward y Carl Bernstein, ambos del diario norteamericano The Washington Post, a quienes se debe el empujón final para la caída del presidente del país más poderoso del mundo. El espionaje a la oposición se hizo con instituciones del Estado, como son el FBI, la CIA o el Servicio de Impuestos Internos (IRS, por sus siglas en inglés), lo cual nos recuerda mucho al gobierno cuatrotero de México, donde López Obrador hace exactamente lo mismo de lo que se acusó y por lo cual cayó el norteamericano. El problema, empero, es que México no es Estados Unidos; no lo es, al menos, en el obradorato. Claramente se puede ver que, por mucho menos de lo que hace actualmente amlo en el país, en Estados Unidos cayó en desgracia un presidente en funciones. ¿Cuál es la diferencia? Que en EU sí funcionan las instituciones, incluso con el golpista Donald Trump, cuyos seguidores intentaron dar un golpe en el Capitolio que fracasó rotundamente. En México, en cambio, el presidente a diario viola la ley, realiza actos de corrupción a la vista de todos, comete espionaje a opositores para utilizar las grabaciones en su contra o como chantaje para que se plieguen a sus caprichos populistas. Cuando se dio cuenta que todo lo que hace podría ir en su contra, sobre todo en materia de espionaje, le pasó la estafeta a una burda, rupestre y vulgar política desacreditada como lo es la gobernadora del estado de Campeche, Layda Sansores Sanromán, quien hasta se creó un programa (El martes del jaguar) dedicado especialmente a filtrar conversaciones telefónicas grabadas por servicios de inteligencia que supuestamente no están bajo el control de lo que anteriormente se conocía como el Cisen. Es obvio que Layda no se ciñe a la frase de Nietzsche, cuando el filósofo habla de cuidarse de que, al luchar con monstruos, no se termine por convertirse en uno de ellos. Así, tanto fue el cántaro al agua, es decir, tanto estuvo filtrando grabaciones en contra de opositores (algunos de ellos, cierto, impresentables), que al final de cuentas a ella también la cogieron de los dedos con la puerta; o sea: la grabaron en sus vulgares desplantes charlas de cínica y corrupta con sus incondicionales. Está claro que Layda Sansores ha cometido muchas irregularidades porque se sabe a salvo con el obradorato, pero tarde o temprano se terminará y, por tanto, será llamada a cuentas. Lo único que sí queda claro es que ese tipo de personajes turbios, como la bruja Layda Sansores, son las que trabajan para la corcholata presidencial Claudia Cheinbaum Pardo, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, de la que ya se dice que será su próxima coordinadora de campaña. (Por cierto, la de Colima, Indira Vizcaíno Silva, que también es matraquera de Claudia, por lo menos se apuntará también para ser la futura vicecoordinadora de campaña de la jefa de Gobierno de la CdMx. ¡Claro que sí!).