POR Bibiano Moreno Montes de Oca
Entre 2009 y 2010 el escritor japonés Haruki Murakami lanzó al mercado lo que es una especie de homenaje a los dos colegas suyos que más lo han influenciado para realizar su propia obra: el checoslovaco Franz Kafka y el inglés George Orwell; en especial, a este último, del que retomó incluso el nombre de su más emblemática novela, 1984, que aquí se transforma en 1Q84.
El traductor de la gigantesca novela (mil 151 páginas divididas en tres tomos, los dos primeros en una sola edición y el tercero de manera autónoma) explica que, en el idioma japonés, la letra Q y el número 9 son homófonos, es decir, se pronuncian igual: kyu, de tal forma que 1Q84 y 1984 significan lo mismo y corresponden al mismo año en el que se desarrolla la historia del autor nipón.
La novela de Orwell es futurista, amén de visionaria: se refiere a un 1984 hipotético, pues en realidad se trata del anagrama de 1948, la fecha en la que el inglés publicó por primera vez su obra maestra que se centra en las formas de control de un gobierno totalitario que tiene mucho de semejanza al de Stalin en la Rusia posterior a la Segunda Guerra Mundial, pero también con algo de la Inglaterra de Churchill.
En cambio, la novela de Murakami sí se refiere al 1984 real, cuando el presidente de Estados Unidos era Ronald Reagan y Margaret Tatcher era la primera ministra del Reino Unido. Sin embargo, aunque es más sencillo armar una trama a partir de un pasado ya conocido –no uno hipotético, como el caso de Orwell—, el nipón también crea su propio 1Q84 para ofrecernos una historia con algunos de los siguientes elementos: misterio, amor y ciencia ficción.
El arranque recuerda más a Kafka que a Orwell, pero en la medida en la que uno se introduce en la historia, terminamos sumergidos en el universo que es más propio de Murakami. Para su enorme extensión, la novela se lee de manera ágil y para nada resulta aburrida; por el contrario, resulta sumamente entretenida para ser obra de un autor oriental, aunque muy influenciado por los occidentales.
La trama es de suyo interesante, si bien se desenvuelve en varios planos, donde los personajes principales son dos: Masami Aomame, mujer independiente, instructora de gimnasio y asesina a sueldo, así como Tengo Kawana, maestro de matemáticas y escritor en ciernes, quien se encarga de darle forma a una novela escrita por una jovencita, titulada La crisálida de aire, que será el detonante para cambiar la percepción que se tiene del mundo real y del irreal en el Tokio del año de 1984.
La primera que se da cuenta de que algo ha cambiado es Aomame; por ejemplo, cuando ve a un policía con un uniforme distinto a los que ella recordaba haber visto antes. Pero eso es lo de menos: lo más raro es cuando ella se da cuenta que a la luna, el satélite que desde siempre ha acompañado a nuestro planeta, le surge una especie de hermana menor, es decir, una luna más pequeña, deforme y de color verde, como si estuviera cubierta de musgo.
Uno de los personajes explica ese fenómeno así: “Efectivamente. Hay dos lunas. Es un símbolo de que las agujas de la vía han ido cambiando. Permite distinguir los dos mundos. Pero no todas las personas que se encuentran aquí ven las dos lunas. No, muy al contrario, la mayoría no se da cuenta. En otras palabras, el número de personas conscientes de que estamos en el año 1Q84 es muy limitado”.
La propia Aomame reflexiona así: “Me guste o no, ahora me encuentro en ´1Q84´. El año 1984 que yo conocía ya no existe. Esto es 1Q84. El aire ha cambiado, el paisaje ha cambiado. Me tengo que adaptar rápidamente a la forma de ser de este mundo con signo de interrogación. Igual que un animal liberado en un nuevo bosque. Para protegerme y sobrevivir, tengo que comprender sin dilación las reglas del lugar y amoldarme a ellas”.
La novela de Murakami no se refiere al gobierno totalitario de su país, pues Japón ciertamente es más bien una democracia que convive con su monarquía, al estilo de las occidentales de España, Inglaterra, Suecia y otras. Pero sí aborda con profusión en el terreno de las sectas religiosas, que es de donde surgen un líder al que es necesario eliminar y una jovencita, violada por su propio padre, que escribe una enigmática obra llamada La crisálida del aire, historia en la que Tengo la hace de fantasma (como dicen los ingleses) o de negro (como dicen los españoles), aunque en México lo denominamos amanuense.
Así, al hacerse público algo que el líder de la secta religiosa no quería que trascendiera, surge la Gente Pequeña (a la manera del Gran Hermano de la novela de Orwell, pero sin nada en común) que se encarga de corregir algunas cosas en un mundo ya diferente para sus personajes.
En los dos primeros tomos aparece un personaje de poca relevancia, el detective privado Ushikawa, pero en el tercero se convierte en clave para que los dos principales, Aomame y Tengo, puedan sortear el peligro que representa para ambos los seguidores de la secta religiosa denominada Vanguardia, furiosos por el asesinato de su líder.
También es fundamental la presencia de la joven Eriko Fukada, conocida como Fukaeri, autora de La crisálida del aire, quien se convierte en el eficaz vínculo entre Aomame y Tengo, quienes se conocieron a los diez años de edad cuando ambos iban a la misma escuela, pero que llevan dos décadas –ahora los dos de treinta años— sin saber nada uno del otro.
Pese a su extensión, la novela 1Q84 vale la pena leerse.