POR Jorge Octavio González
Los aspirantes a dirigir la Sección 6 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación en Colima siempre supieron que el candidato oficial, el que iba a beneficiarse con la estructura magisterial y el apoyo del líder sindical José Jaime Núñez Murguía, era Miguel Ángel Huezo.
Salvo la señora Betty Salazar, que desde un principio denunció irregularidades en el proceso y dejó en claro que no había piso parejo, ninguno de los demás alzó la voz para documentar los vicios que se estaban cometiendo.
Pero ahora, después de que se hizo la elección y se dieron los resultados a favor de Huezo, comenzaron a salir los perdedores para denunciar lo que no hicieron durante la campaña y ver la posibilidad de que se lleve a cabo otro proceso.
José Jaime Núñez Murguía, sin esperarse a que se agotaran los tiempos para interponer los recursos que creyeran pertinentes los candidatos que no se vieron favorecidos con el voto, movilizó todo para tomarle la protesta a Miguel Ángel Huezo, esperando, ciertamente, que esa acción hiciera reflexionar a los demás y abortaran sus quejas.
No fue así: no sólo Christian Joaquín Sánchez Cosío sino Carlos Hugo Carrillo y Francisco Espinoza, que tuvieron el segundo, tercero y cuarto lugar, respectivamente, impugnaron la elección donde perdieron por una mínima ventaja.
Betty Salazar, la única mujer en la competencia, no lo hizo, pese a que era la que más autoridad moral tenía para hacerlo.
Los aspirantes a dirigir la Sección 6 del SNTE, sin embargo, pasaron por alto que, cuando se inscribieron en el proceso para renovar la secretaría general, aceptaron las reglas del juego; si no les favoreció el resultado, por las razones que sean, ni modo.
Cuando Claudia Sheinbaum Pardo resultó la ganadora del proceso que se inventó Andrés Manuel López Obrador para nombrar al candidato de MORENA a la presidencia de la República, José Gerardo Fernández Noroña salió a declarar, ante las quejas de Marcelo Ebrard, que todos los que se habían inscrito en el proceso sabían a qué iban y conocían las reglas del juego.
Más sencillo: todos sabían que la candidata sería Claudia Sheinbaum Pardo y las demás corcholatas serían las comparsas que legitimarían el proceso y tendrían su recompensa, ya sea en el gabinete presidencial, en la Cámara de Diputados o en el Senado de la República, como finalmente sucedió.
Los únicos que se creyeron que podrían imponerse a la voluntad de AMLO fueron Marcelo Ebrard y el mafioso hampón Adán Augusto López Hernández.
Así con la elección de la dirigencia de la Sección 6 del SNTE: cuando se inscribieron los cinco candidatos a suceder a José Jaime Núñez Murguía sabían que el candidato oficial, el que tendría todo el apoyo financiero y humano de la estructura, sería Miguel Ángel Huezo.
Si durante el proceso no documentaron las irregularidades ni el piso disparejo, ahora que no vengan con que siempre sí hubo un candidato favorecido por la dirigencia actual del SNTE 6; eso sólo los hace ver como malos perdedores, capaces de tolerar las irregularidades siempre y cuando ellos fueran los triunfadores, algo que, sin embargo, no sucedió.
Lo más probable es que, pese a la andanada de impugnaciones que se realicen, quede firme el triunfo de Miguel Ángel Huezo.
Y quedará demostrado que los vicios cometidos durante la campaña no van a desaparecer sólo porque la elección se hizo de manera libre y secreta.