POR Jorge Octavio González
Tal y como lo había anunciado en una de sus mañaneras el presidente Andrés Manuel López Obrador, dos de sus tres hijos mayores enviaron una carta para tratar de aclarar todos los señalamientos y acusaciones en su contra respecto al tráfico de influencias en que habrían incurrido para favorecer a sus amigos y socios con contratos millonarios.
En una extensa y aburrida misiva publicada en el periódico La Jornada, propiedad de la comadre del presidente de la República, Bobby y Andy López Beltrán dijeron ser inocentes de todas las acusaciones en su contra y víctimas de un complot que busca minar y torpedear el proyecto político de la cuarta transformación.
“Todas las aseveraciones han estado basadas en supuestos, dichos de terceros, espionaje a terceros, conjeturas, redacción tendenciosa y editorialización de la información”, fue lo que esgrimieron en la parte medular de su carta los hijos de López Obrador.
Pero, quienes hemos visto todos los reportajes de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad y el portal Latinus, sabemos que las revelaciones no sólo son dichos de terceros ni especulaciones; si acaso hay un espionaje telefónico, pero eso ya no es culpa de los periodistas que difundieron la información, sino de quienes interceptaron sus líneas de telecomunicación.
Con esto, sin embargo, se corrobora cada palabra escrita en los reportajes, pues al decirse víctimas de espionaje asumen como auténticas las conversaciones que se dieron a conocer en los citados medios de comunicación, en donde hablan de los negocios que están haciendo con Amílcar Olán en algunas dependencias del gobierno federal y con algunos gobiernos estatales de MORENA.
Decir que no hay una sola prueba o evidencia que indique actos de corrupción y tráfico de influencia es faltar a la verdad: no sólo hay conversaciones telefónicas, todas reconocidas por los implicados; también hay contratos oficiales con las dependencias del gobierno federal y con los gobiernos estatales.
¿Qué más hace falta para que acepten que incurrieron en actos de corrupción y tráfico de influencias?
En la era de la 4T, en donde el presidente de la República decide quién es bueno y quién malo, su sola absolución es más que suficiente para que sus leales perdonen todos los errores que hayan cometido los aludidos; la sola palabra de AMLO en las mañaneras es la mejor prueba de honestidad, pulcritud y rectitud de quien haya sido señalado por los medios conservadores.
Si López Obrador cubrió con el manto de la impunidad a personajes como Manuel Bartlett Díaz, Irma Eréndira Sandoval, Félix Salgado Macedonio, Mario Delgado Carrillo, Epigmenio Ibarra, entre otros, cómo no lo iba a hacer con sus propios hijos, pasando por sus hermanos Pío y Martín López Obrador o su prima Felipa Obrador Olán.
Lo que intenta AMLO, al ordenarle a sus hijos que escribieran la carta para hacer las aclaraciones pertinentes, no es más que una estrategia que busca lavarle la cara a Bobby y Andy López Beltrán para que ahora sí, cuando asuma la presidencia Claudia Sheinbaum, puedan estar habilitados para ocupar algún cargo de relevancia en el segundo piso de la cuarta transformación.
Es cuestión de tiempo para que lo aquí dicho se corrobore.