POR Bibiano Moreno Montes de Oca
La extorsión del crimen organizado a negocios y empresarios que obtienen sus ganancias de forma lícita, generalmente denominado en la jerga delincuencial como “cobro de piso”, no sólo se ha normalizado en el estado de Colima, sino que ha escalado a un plano superior: ahora los malandros se van sobre las propias autoridades que no hacen nada por evitarlo o se encuentran rebasadas por no ser de su ámbito de competencia. El caso es que nadie se salva ya en una espiral a la que nos arrastra la demencial estrategia del obradorato de “abrazos, no balazos”, que tiñe de sangre a todo el territorio nacional.
Una forma de contrarrestar al crimen organizado se originó en el vecino estado de Michoacán con las llamadas autodefensas, que a la postre derivaron en lo mismo a lo que supuestamente combatían. Tal vez no en todos los casos, pero de esa guardia paramilitar que enfrentaba a los narcos ya no se podía saber si realmente los combatían o si simplemente formaban parte de un grupo contrario. Como sea, en zonas generalmente abandonadas por sus autoridades –salvo las municipales, que son las más vulnerables de los tres niveles de gobierno—, como es el caso de la zona en la que tenemos frontera con la vecina entidad tarasca, la situación se presta para el nacimiento de esos grupos.
En Colima, sin embargo, con autopistas y carreteras que mantienen muy bien comunicada a la mayoría de habitantes de la geografía estatal, la creación de autodefensas no es viable. En Michoacán, en Guerrero y otros estados olvidados sí puede prender el fenómeno, pero no en Colima, donde la característica de su gente es ser enemiga de la violencia. Por lo mismo, ahora resulta que cualquier grupo que se dice pertenecer a algún cártel se puede dar el lujo de atemorizar a autoridades del gobierno, sabedores que la consigna no oficial, pero sí evidente, de dejarlos hacer lo que se les pegue la gana, su forma de extorsión sí podría resultarles exitosa.
En algunos edificios públicos, donde realizan su trabajo funcionarios importantes de Colima, se han tenido que ver obligados a reforzar la seguridad con elementos de la Guardia Nacional –que ya se ha militarizado—, si bien es cierto que eso es más asunto psicológico que otra cosa, pues bien sabemos que los de la GN, del Ejército y de la Marina, tienen instrucciones de no repeler a los ataques del crimen organizado; por el contrario, a pesar de humillaciones y demás bajezas de que han sido objeto de su parte, los malandrines no son molestados y la indicación (no abierta, pero sí evidente) es dejarlos ir sin molestarlos.
El fenómeno del “cobro de piso” siempre ha existido, pero muere cuando se le combate en serio y en serie. El problema, empero, es que el gobierno de amlo no quiere confrontarse con los criminales que asolan a México, aun cuando esa imbécil estrategia lo único que ha permitido es que los narcos se empoderen y ya estén posesionados en la mayor parte del país, lo que a todas luces pareciera ser que hay complicidad, no afán de cumplir con la ley. En Colima, por tanto, el crimen organizado ya ha sentado sus reales; tan es así, que llega al colmo de cobrar piso ahora a las propias autoridades locales.
La Gobernadora Altozano se jacta de sostener reuniones de evaluación y análisis de la violencia que hay en Colima, pero la mesa de marras podría establecerse de forma permanente y ni así serviría de nada, en tanto no se cambie la estrategia oara combatir efectivamente a los malandros. Por supuesto, al menos mientras siga amlo en el poder, Indira Vizcaíno Silva no moverá uno solo de sus dedos que tiene en pies y manos para hacer algo diferente a lo actual. No lo hará por una razón: ella es parte del problema en la vorágine que nos arroja en pleno rostro un descarnado resultado: a razón de tres asesinados diarios en promedio.
En el libro El Rey del Cash, de la periodista Luz Elena Chávez, viene un diálogo con el ex perredista Ricardo Pascoe Pierce que no tiene desperdicio, sobre todo cuando se refiere al tema del crimen organizado que participó activamente en las pasadas elecciones en las que Morena y compinches obtuvieron un gran número de gubernaturas, en la que se incluye Colima (que no menciona el ex embajador de Cuba, pero que se infiere que fue parte del acuerdo). A este respecto, Pascoe Pierce precisa lo siguiente:
“Por ejemplo, ¿por qué a partir de las últimas elecciones se ha desatado el crimen organizado en San Luis Potosí, Sonora, Nayarit, Zacatecas, Guerrero, en demasiados estados? Porque Morena hizo compromisos, aunque fuera a nivel local, muy específicos, lo cual intimida a la gente para salir a votar o para no salir a votar, o incluso para ir a robar urnas. Una de esas fue Michoacán, y después de las elecciones, gana el candidato de ellos, de Morena, y ahora dicen: ´vengo a cobrar el apoyo´. ¿Cuál es el apoyo? Pues ´ya, esta es mi plaza´. ´No, pero están los otros también, pero no me hagas nada y yo voy a sacar a los otros de aquí a balazos´. Entonces la guerra se desata y esta guerra que hay no es un accidente, es producto de compromisos de las últimas elecciones”.
¿Dónde he escuchado eso antes? ¿Me oyes, Indira? ¿Me escuchas, Arnoldo Vizcaíno Rodríguez? ¿Me oyen? ¿No? ¡Ah, chingá! Qué raro, ¿no?