Las diputadas que aseguran no existe la inseguridad en Colima

POR Jorge Octavio González

Por más que el almirante José Ojeda Durán quiso matizar y justificar los terribles números sobre los delitos en Colima, en el fondo la medición es la correcta: la entidad colimense lidera varios de los delitos de alto impacto a nivel nacional.

El regalo vino previo al Primer Informe de Gobierno de Indira Vizcaíno. Debió caerle como balde de agua fría, dado que en los mensajes que dio en el Congreso del Estado y en el Complejo Galván por la tarde, en ningún momento se refirió a las cifras que se dieron a conocer en la conferencia mañanera el pasado miércoles en Manzanillo.

De diciembre de 2018 a octubre de 2022, Colima está de la siguiente manera en la incidencia delictiva:

Primer lugar en robo a casa habitación, primer lugar en violencia familiar, primer lugar en homicidios dolosos, segundo lugar en feminicidio, cuarto lugar en extorsiones, cuarto lugar en secuestro, cuarto lugar en narcomenudeo y sexto lugar en violación.

Los números, ciertamente, son escandalosos; por más que quiso y lo intentó, el secretario de Marina no pudo suavizar el impacto ante la sociedad. Los primeros lugares en robos a casa habitación, en violencia familiar, en homicidios dolosos y el segundo en feminicidio nos habla de una entidad rebasada por la delincuencia organizada, en donde el gobierno del Estado no está haciendo lo que le corresponde para proteger a los colimenses.

En el mensaje por el Informe de Gobierno, Indira Vizcaíno despareció del discurso el tema de la inseguridad, sobre todo en lo que se refiere a los deshonrosos primeros lugares en los delitos ya mencionados; lo más que habló del tema fue afirmar que en pasadas administraciones se llegaban a acuerdos y ponían en cargos de primer nivel a los criminales, algo de lo que no tiene la autoridad moral de hablar, pues si a alguien se le ha documentado tener nexos y acuerdos con los criminales es a ella, razón por la cual uno de los cárteles ordenó asesinarla y el otro ya la amenazó de muerte.

¿Y qué dijeron las diputadas del Congreso del Estado que subieron a tribuna a dar su posicionamiento sobre este Primer Informe de Gobierno? Dieron pena ajena.

Priscila García, la diputada que dejó la bancada del PAN para declararse sin partido, cambió radicalmente de opinión, llegando al paroxismo de gritarle a la gobernadora, eufórica: “¡cuente conmigo!” Así de servil se vio: por más que intentó cambiar el discurso, todos saben que su real motivación fue el cargo que le dieron a su marido, que incluyó retirar también su firma de la controversia constitucional por la revocación de mandato.  

Su postura actual no tiene nada que ver con diferencias con las políticas de Acción Nacional ni su independencia para decir lo que ella quiera; tampoco es por hacer las cosas bien al interior del Congreso del Estado. Nada de eso. Ella cambió por conveniencia y ambición: todo por tener más poder, aunque pierda credibilidad y la dignidad.

Evangelina Bustamante, del PT, no hizo sino elogiar a la gobernadora, decirle lo bien que lo está haciendo y recordarle que son aliados, para cuando sean las definiciones de candidaturas no se olviden de ella y los políticos cercanos al partido.

Myriam Gudiño, de Nueva Alianza, no sorprendió a nadie: su entreguismo incondicional a la gobernadora fue anunciado desde que inició la Legislatura. De ella jamás se esperará alzar la voz ante las injusticias que hay en la entidad, mucho menos exigir resultados en materia de seguridad, algo que tiene prohibido comentar en público.

Kate Castillo, del PES, definitivamente desilusionó a los que la consideraban como una joven promesa que podría hacer la diferencia en el Congreso del Estado. Tuvo el valor de separarse de la bancada de MORENA cuando Viridiana Valencia Vargas la trató mal y le corrió a gente suya; del lado de la oposición hizo un buen papel y mereció el reconocimiento de la sociedad.

Algo pasó en los últimos meses que la legisladora volvió a darle la espalda al pueblo: ya no dijo nada sobre el tema de inseguridad ni cuestionó a la gobernadora por desplazarse en camionetas blindadas, mientras ella tiene que ir por su hijo al colegio con el miedo de que le dé una bala perdida.

¿Qué le ofrecieron para dar ese cambio radical? Sólo ella lo sabe; nomás esperemos que haya valido la pena vender su dignidad para colocarse del lado incorrecto de la historia. Una lástima que así de fácil se haya corrompido; será su debut y despedida de la vida política.

De Isamar Ramírez y Andrea Naranjo Alcaraz no hay mucho que decir: las dos están totalmente entregadas a Indira Vizcaíno y jamás se les pasará por la mente hacer un cuestionamiento a todo lo que está mal en la entidad. De seguridad menos: para ellas es mejor seguir culpando a los gobiernos anteriores, aunque han sido incapaces de iniciar juicios políticos e interponer denuncias penales para llevar a la cárcel a todos los responsables del desfalco financiero.

Sólo los tres diputados varones, Crispín Guerra Cárdenas, Héctor Magaña e Ignacio Vizcaíno Ramírez, tuvieron la valentía de alzar la voz, aun cuando la cancerbera Carmen Virgen Quiles, secretaria general del Congreso del Estado, haya ingresado a porros para insultar e interrumpirlos cuando daban sus discursos.

Las diputadas mujeres, para desgracia de quienes representan el empoderamiento femenino, dieron pena ajena; se humillaron con tal de agradar a su jefa. Qué vergüenza.