POR Jorge Octavio González
La lengua se le aflojó a Mario Anguiano Moreno a partir de la hora y 50 minutos de la transmisión en vivo en la plataforma de Facebook, cuando el alcohol le estaba haciendo efecto al ex gobernador y al mismo entrevistador, que más que dejarlo hablar lo interrumpía a cada instante para dar una opinión y lanzar una carcajada que también delataba sus altos niveles de alcohol ingeridos.
Pocas veces el ex mandatario se explaya como lo hizo el pasado miércoles 19 de junio del presente año, donde hizo confesiones que a la gente que nos interesa la política nos quedó a deber, pero con Alejandro Alpuing no podíamos esperar mucho dada su relación de compadrazgo con MAM y porque lo suyo no es la política sino la comedia y el cotorreo.
Ya habrá otra oportunidad, quizá no sea muy lejana, donde Anguiano Moreno relate de viva voz lo que en realidad pasó durante su administración y detalle lo sucedido en los temas que marcaron su gestión, como el asesinato de Silverio Cavazos Ceballos y el atentado en contra de Fernando Moreno Peña.
Su opinión, pero sobre todo la información que tiene al respecto, serían oro molido para nosotros los periodistas y esclarecedor para mucha gente que se sigue preguntando quién fue realmente el que ordenó el asesinato del tecomense y quién y por qué ordenó asesinar al ex gobernador y ex rector de la Universidad de Colima.
Ojalá alguien logre sacarle esa información. O quizá el propio Mario Anguiano, en un libro, se atreva a contar ese episodio.
Vamos, pues, a lo que dijo en la entrevista, sobre todo en los últimos 20 minutos, quitando esa pésima interpretación que hizo Mario Anguiano Moreno de la canción de Joan Sebastian, que la destrozó como nadie lo había hecho nunca en la vida.
Relevante, por lo que en Colima todos pensaban de ellos, es confesar que confió en dos personas que no merecían su confianza y que abusaron de su poder para desfalcar las arcas del gobierno del Estado: Jesús Orozco Alfaro y Óscar Zurroza Barrera.
Del compadre de Jorge Luis Preciado siempre se supo de su proclividad a la traición y su gusto por el dinero y los negocios al amparo del poder, pero Mario Anguiano nunca quiso escuchar a quienes le advirtieron, desde el ayuntamiento de Colima, el poder que amasó y que utilizó para su beneficio personal.
Mario Anguiano no puede llamarse a sorprendido por las corruptelas que cometió Óscar Zurroza como secretario en la administración estatal, pero al menos resulta buen gesto que ahora reconozca que el panista fue un sujeto ruin y perverso que abusó de su confianza para repetir los cochupos que hizo cuando fue funcionario del ayuntamiento de Colima.
Jesús Orozco Alfaro, por su parte, también incurrió en corruptelas que fueron ventiladas en una de las mañaneras de Andrés Manuel López Obrador, donde cuestionó que le hayan dado como premio la titularidad de la API (hoy ASIPONA) después de su paso como secretario del gobierno del Estado, donde no dio buenas cuentas.
Sólo le faltó Rafael Gutiérrez Villalobos, señalado por tener ligas con la delincuencia organizada en un reportaje de la revista Proceso, que también utilizó su cargo en el gobierno del Estado para beneficiar a sus empresas.
Tal vez con él no quedó en malos términos, pero sí fue, ciertamente, un pésimo funcionario y utilizó su puesto en la administración estatal para su beneficio personal. Un corrupto de siete suelas, pues.
Lo más lamentable, sin embargo, es que, teniendo conocimiento de lo rateros que fueron sus ex colaboradores, tanto Jesús Orozco Alfaro como Óscar Zurroza Barrera continúen libres sin vergüenza alguna.
Mario Anguiano no perdió la oportunidad para exhibir a Ignacio Peralta, que como candidato y después como gobernador se encargó de perseguirlo políticamente, para preguntar al aire: ¿Y ahora dónde está Nacho Peralta?
Esto, por supuesto, en relación a que, mientras Mario Anguiano se quedó en Colima y dio la cara ante todas las acusaciones en su contra, Peralta Sánchez no puede venir a la entidad y permanece escondido porque sabe que la gente lo va a repudiar en donde quiera que lo encuentre.