POR Bibiano Moreno Montes de Oca
Cuando se refería a la dirección general de la API (Administración Portuaria Integral) de Manzanillo, un conocido mío lo explicaba todo con una breve frase: “Con un año que estés ahí, es suficiente para que puedas vivir todo el resto de tu vida”. Por supuesto que ese futuro promisorio sí que sería envidiable, sin sobresaltos de ninguna especie.
Tiene razón el que me dijo eso: la API es un jugoso filón para cualquiera que llegue ahí, así sea por breve tiempo, como el caso de Enrique Don Quique Michel Ruiz, que estuvo al frente de tan importante dependencia del gobierno federal por poco menos de dos años, hasta que fueron los propios panistas los que lo echaron del cargo a patadas.
Puede ser que a Don Quique Michel lo hayan echado de director general de la API por cualquier cosa (corrupto, inepto, holgazán, etcétera), pero definitivamente no fue por eficiente; caso contrario, habría permanecido hasta el final del infausto sexenio de Felipe Calderón. No obstante, puede decirse que el neo panista prácticamente se pudo retirar sin sobresaltos pretéritos.
A la siguiente directora general de la API, la panista Flor de María del Cañaveral (nombre y apellido muy bucólicos), podrán acusarla de cualquier cosa, pero no de incompetente. Así, la mujer resultó estar en las Antípodas de su antecesor, razón por la cual se hubiera seguido de frente en el estratégico cargo, de no ser por su militancia.
En realidad, la militancia de Flor de María no hubiera sido mayor problema, pues aunque es de corazón blanquiazul, por lo menos no le jugó las contras al PRI en una elección, como sí fue el caso del neo perredista Jesús El cara de olla Orozco Alfaro, que compitió en el 2003 por los colores negro amarillos en la búsqueda de la gubernatura del estado, donde el vencedor indiscutible fue el priísta Gustavo Vázquez Montes.
Así, pues, eso de la militancia partidista no podía haber sido un buen pretexto, pues una era panista y El cara de olla Orozco Alfaro se había refugiado en el PRD durante un tiempo, luego de renegar de su militancia en el PRI. Además, cabe hacer notar que JOA, desde el arranque de la administración anguianista, se hizo acompañar siempre por un asistente, de apellidos Vergara Santana, cuya innegable filiación era panista.
Sin embargo, era necesario que JOA saliera del gobierno de Mario Anguiano Moreno de una manera decorosa: qué mejor que esa opción fuera nada menos que la dirección general de la API, que maneja un presupuesto anual diez veces superior que el del gobierno estatal durante el mismo periodo.
Caray, digo yo, está bien que a JOA le hubieran buscado una salida decorosa, pero no tanto. Repito: el presupuesto que se maneja en la dirección general de la API en Manzanillo es diez veces mayor que el del gobierno del estado, con la ventaja de que su manejo es mucho menos complicado. Peor aún: la citada dependencia del gobierno federal entrega concesiones que son verdaderas minas de oro para el feliz mortal que tiene la suerte de recibir alguna.
Una de las concesiones más peleadísimas en la API de Manzanillo (al grado de que habría muchos que darían lo que fuera por obtenerla aunque fuera por un año) es la báscula en la que son pesados todos los contenedores que llegan a nuestro puerto. No hace mucho se celebró ruidosamente que se había logrado rebasar el manejo de más de 2 millones de contenedores, de manera que las utilidades del concesionario resultan descomunales.
En efecto: si el cobro por cada contenedor que pasa por la báscula asciende a la cantidad de mil pesos, tenemos que 2 millones de contenedores pesados al año da la nada despreciable suma ¡de 2 mil millones de pesos! Por supuesto, es una barbaridad. Y el concesionario que obtiene tan fabulosas ganancias es el cardenal Juan Sandoval Gutiérrez Villalobos, titular de la SEFOME.
En descargo de El cara de olla Orozco Alfaro, cabe aclarar que la concesión al cardenal Juan Sandoval Gutiérrez Villalobos data de los tiempos del mazorquero Silverio Cavazos Ceballos, que se la consiguió a su amigo en cuanto llegó a gobernador del estado. Hoy, empero, la permanencia de la concesión pende de un hilo muy delgado sobre la cabeza del titular de la SEFOME, pues puede ir a parar a manos del hijo de JOA, que también regentea las concesiones del pollo frito de Kentucky en Colima. ¡Qué bonita familia!
De cualquier manera, la concesión del restaurante de API, cuyos clientes cautivos dan para sacar diariamente una muy bonita suma a su concesionario, también está en manos del cardenal Juan Sandoval Gutiérrez Villalobos, misma que le es disputada por el primogénito de JOA, que hoy por hoy es uno de los hombres más felices de Colima. De hecho, las risotadas del hombre se escuchan por toda la geografía colimense: ¡JOA, JOA, JOA!
*Columna publicada el 15 de febrero de 2014.