POR Jorge Octavio González
Bochornoso y lamentable el espectáculo que protagonizó la ramplona Isamar Ramírez, en la sesión de la semana pasada, al negarle el uso de la voz a Héctor Magaña para explicar el contexto de por qué el violento y güevonazo Rubén Romo Ochoa había sacado de la urna una boleta del diputado Rigoberto García Negrete para marcarla.
Todo comenzó cuando los diputados se pararon y comenzaron a votar por el presidente y vicepresidente de la Mesa Directiva del Congreso del Estado para el mes de marzo. Como es costumbre, cada legislador llegó y metió su voto en la urna. Uno por uno, así fue; sin embargo, cuando tocó el turno al diputado Rigoberto García, se ve claramente que el morenista Rubén Pomo se para, saca el voto del tecomense y lo marca con una pluma.
¿Cuál era su intención? Nadie sabía. Por eso el diputado priísta pidió a la todavía presidenta de la Mesa Directiva del Poder Legislativo, Isamar Ramírez, la autorización para proyectar en la pantalla el video en donde se aprecia que el diputado Pomo hacía esa chicanada que nadie entendía por qué.
La diputada, fugaz presidenta de la Junta de Gobierno y Coordinación Política del Congreso del Estado, hasta que de nueva cuenta se le regresó el cargo al impresentable y cínico Armando Reyna, intentó negarle de diferentes formas la posibilidad de proyectar el video en la sesión.
Se escudaba, ciertamente, en que ya estaba haciendo uso de la voz y que estaba hablando del tema; el diputado Magaña Lara insistió en proyectar el video en el entendido de que, cuando otros diputados han solicitado lo mismo, se ha dado la autorización.
Isamar Ramírez no sabía cómo salir del problema…hasta que le salió lo autoritaria, rupestre e indolente. A la pregunta insistente de Héctor Magaña de si le daba la autorización de proyectar el video, la diputada señaló, tajante, que se rechazaba la petición. Así, como si fuera la dueña del Congreso del Estado y de lo que podía hacer o no un diputado en la sesión.
Quedó exhibida, por supuesto, como una pequeña tirana; tanto que en sus discursos llenos de odio se llenaba la boca al decir que no eran iguales a los de antes y que ellos sí respetaban la opinión de la sociedad y que ejercían la democracia y transparencia como un dogma político, para terminar como una aprendiz de dictador.
La vena autoritaria es, pues, parte del ADN de todo militante de MORENA. Así lo demostró Isamar Ramírez, la versión femenina del porro y corrupto Vladimir Parra, en la sesión del pasado jueves en el Congreso del Estado: sintió orgullo imponer su autoritarismo y negarle a un diputado proyectar un video como lo han hecho en otras ocasiones los demás legisladores, con independencia de partido político.
¿Y qué era lo que pretendía el cinicazo y marrano Rubén Romo Ochoa con marcar la boleta del diputado de Tecomán? Cuando subió a la tribuna, fiel a su estilo porril, agresivo y violento, lo primero que hizo fue descalificar al diputado del PRI y calumniar como es su costumbre. Ya que le tocó explicar su comportamiento, salió con la excusa más imbécil que pudiera dar para justificar esa práctica digna de un mafioso sinvergüenza.
El Congreso del Estado, como lo hemos venido repitiendo con anterioridad, es un nido de ratas que no sirven para nada; hasta el padre de la gobernadora lo reconoció en la entrevista que le hizo Pegajoso Goerge Gallardo cuando se refirió a ellos. En eso coincidimos con Arnoldo Vizcaíno Rodríguez: los diputados de la bancada de MORENA, igual que sus aliados, son unos inútiles que para nada le ayudan a la gobernadora.
Si en esta 60 Legislatura la mandataria no pudo sacar adelante las leyes e iniciativas planchadas con todas las fuerzas políticas para tener legitimidad, todavía le queda una elección más en donde podrá intervenir para decidir quiénes serán los diputados que la acompañarán en su segunda mitad del sexenio.
Para empezar, no debe repetir nadie de los que están actualmente en el Congreso del Estado; todos han demostrado ser unos improvisados, incapaces, mediocres y serviles oficiosos que le generan problemas a la gobernadora.
Indira Vizcaíno tiene la oportunidad de elegir a una nueva generación de políticos que sí estén a la altura de los retos que se vienen en los últimos tres años de su gobierno.
Bueno: si ella así lo desea. Si no, pueden seguir igual y proyectar su imbecilidad en el Poder Legislativo.