POR Jorge Octavio González
Griselda Martínez Martínez perdió la cabeza.
No se puede llamar de otra manera a lo que hizo para que Mario Delgado Carrillo, en fast track, la expulsara del partido Movimiento de Regeneración Nacional.
Y vaya que en la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia del CEN de MORENA hay demasiados procesos contra miembros del partido guinda que están esperando resolución.
A la presidenta municipal de Manzanillo la corrieron sin tocar barandilla: de una patada y por la puerta de atrás.
¿Para qué querían, entonces, competir en el proceso interno de MORENA? ¿Para qué llevar acarreados a la Fiscalía General del Estado de Colima y exponer a gente humilde a que se confrontara con la policía? ¿Para qué armar todo el teatro de la supuesta huelga de hambre? ¿Para qué agredir a Mario Delgado a su llegada a las oficinas del partido en la Ciudad de México y obligarlo a que los escuche, aunque sea a gritos, insultos y golpes?
Griselda Martínez y Martha Zepeda del Toro lograron, a base de chantajes y golpeteo mediático, que las escucharan y entablaron un diálogo con las dos; tanto la presidenta municipal como la ex secretaria del ayuntamiento fueron incluidas en las mediciones para los cargos que ellas querían, como el Senado de la República y la alcaldía porteña; sólo quedaba esperar a que se tuvieran los resultados y darlos a conocer.
Pero Martínez y Zepeda, dos mujeres que no saben honrar su palabra, continuaron con el golpeteo a las figuras de MORENA en Colima y en México; cada una en sus espacios dio entrevistas y seguían con la narrativa de la victimización, amén de que estaban sugiriendo que darían a conocer información delicada en breve.
Y ese día llegó: Griselda Martínez buscó al periodista Ricardo Ravelo, especializado en temas del narcotráfico, para soltar una serie de acusaciones sin fundamento alguno sobre funcionarios del gobierno del Estado, del gobierno de la República y empresarios de Manzanillo, a quienes acusó de estar ligados con el crimen organizado y lavar dinero para cárteles de la droga.
Todo, por supuesto, sin una sola prueba que sustentara sus dichos; ella cree que su palabra es impoluta y por ser ella se le tiene que creer todo lo que dice. Nada más falso.
Como toda acusación que se hace hacia alguna figura, tiene que haber una prueba que acredite el señalamiento; de lo contrario incurre en la vulgar calumnia y su credibilidad se va por los suelos.
¿Qué gana Griselda acusando a la gobernadora de tener nexos con el crimen y afirmar que le lleva a sujetos de la delincuencia a Claudia Sheinbuam? ¿Qué gana Griselda acusando a funcionarios del gobierno federal de tener relaciones con organizaciones criminales que son capaces de armar expedientes y ponerlos en las oficinas de la Secretaría de la Defensa Nacional y de la Unidad de Inteligencia Financiera?
Afirmar que la campaña de Claudia Sheinbuam esté infiltrada por miembros de los cárteles de la droga es un golpe temerario que le pega al propio presidente de la República en su línea de flotación; no por nada ni AMLO ni Claudia la reciben ni le responden sus mensajes, como ella misma dio a conocer en la entrevista con Ravelo y otra más con Julio Hernández López.
La lucha que emprenden Griselda y Martha no tiene nada que ver con que la directora del DIF Estatal quiera ser la candidata; de lo que se trata es, en el fondo, de no perder el control político y económico del puerto de Manzanillo, en donde ya probaron las mieles del poder y no están dispuestas a dejarlo a personas ajenas a su grupo, tal vez porque tienen proyectos transexenales y porque ya se creen las dueñas de Manzanillo.
Griselda Martínez se solaza acusando que ella es tan honesta que ni siquiera estuvo dispuesta a recibir los millones de pesos que presuntamente le ofreció Rubén Álamo, el constructor acusado de lavar dinero para el Cártel de Sinaloa, de acuerdo a las declaraciones de la presidenta municipal y a informes de la SEDENA que citó el propio periodista Ricardo Ravelo.
Pero esa imagen de honestidad e integridad no cuadra con lo sucedido en las elecciones del 2021: todas las encuestas, serias y no, la ponían muy por debajo del candidato del PRI y PAN; todos los medios de comunicación estaban en su contra y la gente decía sentirse feliz de que por fin se iba a ir de la presidencia.
Al cierre de las casillas, Jorge Luis Preciado ya tenía todo preparado para festejar y estaba contento por el resultado, pero una llamada a los pocos minutos lo hizo recular y aceptar en un video su derrota.
¿Qué pasó?
Lo único cierto es que por esa llamada Griselda Martínez pudo reelegirse tres años más.