POR Jorge Octavio González
Indira Vizcaíno había llegado al informe del rector de la Universidad de Colima contenta, bromista, sonriente; como estaba de buen humor aceptó dar una breve conferencia de prensa banquetera. Mientras respondía al reportero lisonjero, cuyo medio es de los más beneficiados por Miguel Ángel Vargas Vaca, le cambió la expresión un cuestionamiento sobre la violencia en la entidad.
Y es que, hasta poco antes de que le lanzaran la pregunta incómoda, la gobernadora pedía que estos días se dejara de hablar de temas como las finanzas y otros que no son del agrado de la administración estatal; pedía que todos se fueran de vacaciones y la pasaran en familia o con sus amigos y se divirtieran.
A quien más le conviene que no se hable de nada importante es a ella; de esa manera también pasa estos últimos quince días a todo dar en compañía de sus hijos (Ramón se irá a otro lado a pasar las fiestas decembrinas).
El rostro de la mandataria, de estar radiante y con una sonrisa de oreja a oreja, le cambió drásticamente: sus facciones se volvieron rígidas, cerró los ojos de hartazgo, escuchó impaciente la pregunta acerca de la ola de violencia que se ha acrecentado en Colima los últimos días, y respondió a botepronto: “quisiera darte la razón, pero no es así”.
Interrumpió al reportero del medio La Lealtad Noticias y se atrevió a decir, contrario a la percepción generalizada de la sociedad colimense, que los últimos tres meses, esto es octubre, noviembre y lo que va de diciembre, los homicidios dolosos han disminuido considerablemente.
¿Qué? Así es: en estos últimos tres meses han disminuido los índices delictivos en Colima, según palabras de la gobernadora Indira Vizcaíno Silva. ¿Es en serio? De plano se voló la barda con esa declaración lamentable.
Y todavía tuvo el cinismo de decir, como si en realidad fuera cierto lo que estaba declarando: “esas no son cosas que presumo ni me gusta presumir porque para mí eso no es suficiente”. El cuestionamiento siguiente era sobre el año más violento de la historia de Colima, que se empalmó con lo que respondía la gobernadora, quien trataba de ahogar la voz del reportero porque era una pregunta incómoda.
Finalmente no pudo más y, al insistir el comunicador acerca de lo dicho por el secretario de Seguridad Pública en la comparecencia en el Congreso del Estado, reconociendo que ya se rebasó el récord del 2017 como el año más violento de toda la historia de la entidad, Indira Vizcaíno cortó de manera abrupta la entrevista, se escabulló todavía con el reportero formulando el cuestionamiento, y uno de sus escoltas se interpuso entre la gobernadora y los medios para que no la pudieran seguir.
Estaba más que claro que la gobernadora no quería responder a lo que dijo su propio funcionario encargado de la seguridad, por lo que aprovechó para huir como vil cobarde en medio de su escolta, que estaba armado en el recinto universitario, por cierto.
Todos se quedaron perplejos ante la situación; sin embargo, nadie de los representantes de los medios de comunicación se indignó ni reclamó la actitud de la gobernadora. Claro: si lo hacían serían cancelados sus contratos con la Coordinación General de Comunicación Social. El reportero lisonjero se hizo tonto como sabe, mientras que el reportero que hizo la pregunta incómoda sólo concluyó su transmisión sorprendido por las declaraciones de la gobernadora en el sentido de que los homicidios han bajado considerablemente en los meses de octubre, noviembre y diciembre.
¿Ahora se dan cuenta por qué Indira Vizcaíno no es de dar conferencias improvisadas? Porque, en efecto, en un escenario no controlado suele decir burradas que exhiben su ignorancia e incapacidad para responder sobre cualquier tema. Prefiere, ante eso, sus shows de stand up Diálogos por la Transformación, en donde su vocero y asesor Vargas Vaca invita a los medios a su servicio y se arreglan de antemano las preguntas que se van a hacer, todo con la finalidad de que la mandataria quede como una estadista que sabe de todo y tiene respuestas para todo.
Está más que claro que Indira Vizcaíno es una persona limitada, de pocas entendederas, no conoce mucho de cultura general y no tiene buena memoria para retener información sobre temas diversos; ella es una gobernadora de plástico, de juguete, a la que le tienen que escribir lo que va a decir en algún foro.
Si hay algo que le molesta es que le echen en cara que está haciendo un peor papel que su antecesor Ignacio Peralta. Ella, tanto que utilizó al ex gobernador para hacer leña del árbol caído, resultó peor que el priísta; demostró ser una mediocre y sinvergüenza que no ha podido dar los resultados que prometió, escudándose en que heredó un desastre financiero.
El tema de la violencia es fatal para el ego de la mandataria: este 2022, ya Indira Vizcaíno como gobernadora en funciones y con presupuesto propio y aprobado por sus empleados en el Congreso del Estado, es el año más violento de todos los que ha habido en la historia de Colima, superando el récord del 2017, cuando era gobernador Peralta Sánchez.
2022 es el año más violento de todos los tiempos y todavía quedan 15 días para que termine el mes.
Y no puede decir que tiene otros datos, pues el secretario de Seguridad Pública del gobierno del Estado, Héctor Alfredo Castillo Báez, lo reconoció en la comparecencia de este lunes en el Congreso del Estado.