POR Jorge Octavio González
Pasó lo que tenía que pasar: Margarita Moreno, orillada por los constantes ataques y la violencia política ejercida en su contra, decidió romper de tajo con la de por sí débil alianza PRI-PAN.
Y es que, como se recordará, el ex gobernador Fernando Moreno Peña, protagonista como siempre ha sido, entrometido en la vida política del PRI sin tener un cargo de toma de decisiones, había estado emprendiendo una campaña de descalificaciones en contra de la presidenta municipal de Colima y manifestaba su malestar por tener relación con dirigentes locales y nacionales de Movimiento Ciudadano.
PARÉNTESIS: El que sí negoció impunidad con el gobierno del Estado fue el ex gobernador.
Moreno Peña siempre estuvo obsesionado con el poder; seis años no le bastaron para disfrutar de las mieles de la gobernanza. Y es por eso que se metió hasta la cocina en el gobierno de Gustavo Vázquez Montes, a quien le nombró su chofer de cabecera en una dirección donde se hacían las compras de la administración y se elegía a los proveedores para surtir de gasolina los vehículos oficiales.
Con todo y el avionazo que mató al gobernador y a varios funcionarios, amén de un empresario y los pilotos, FMP quiso imponer a sus alfiles para la elección extraordinaria; sin embargo, en una acción de valentía y coraje, en donde se sumó la propia Hilda Ceballos Llerenas, los diputados del PRI acordaron nombrar a Silverio Cavazos el candidato.
Fernando Moreno había perdido: hasta su propia esposa se puso en su contra.
Y fue Silverio Cavazos el que le puso un límite a los abusos y su manía por decidir al interior del partido y el gobierno del Estado.
Han pasado casi 20 años de aquél trágico suceso, pero el ex gobernador, devaluado por la pérdida del poder y por el atentado en su contra del que nunca ha querido hablar, pero que le ha valido tener a su disposición a media docena de guaruras fuertemente armados día y noche, añora ser el centro de atención.
No entiende que él pertenece a la vieja política, la misma que utilizaba el secuestro de camiones para exigir cargos políticos, lanzaba bombas molotov a la entrada de Palacio de Gobierno para llamar la atención y se embriagaban y colocaban en cantinas de mala muerte donde se decidían las candidaturas a repartirse.
La prudencia y sensatez nunca han sido virtudes de Fernando Moreno Peña; abrir la boca y lanzar acusaciones sin ton ni son ha sido la tónica del ex gobernador, que, por callar ante los abusos del gobierno del Estado a cambio de que dejaran tranquila a Lizzie Moreno Ceballos, se dedicó a descalificar y a revelar presuntos acuerdos internos en visitas a la Ciudad de México.
¿Por qué tenía que decir, primero, que ante Alito Moreno la alcaldesa manifestó querer el Senado de la República, para después señalar que Movimiento Ciudadano ya le había ofrecido el primer lugar de la fórmula a la Cámara Alta y que eso motivó la salida de Leoncio Morán Sánchez? ¿Quién lo autorizó a revelar el contenido de conversaciones privadas? ¿Con qué fin lo hizo? Obvio: lastimar a Margarita Moreno y dejarla ante la opinión pública como alguien que no sabe lo que quiere.
¿Acaso le gustaría que Arnoldo Ochoa González y los otros dos testigos contaran por qué Porfirio Muñoz Ledo le regaló la candidatura a la diputación federal en 1976?
Él siempre se escuda en que hace análisis y no critica ni insulta a nadie, pero sus revelaciones no hicieron sino provocar una implosión en la alianza PRI-PAN que, ciertamente, tendrá consecuencias funestas.
El más perjudicado de todo esto es Riult Rivera, quien soñaba con ser presidente municipal para tener boleto seguro en el 2027 en el gobierno del Estado; hoy si acaso lo logran imponer los hombres que mandan en la alianza Fuerza y Corazón por Colima aspirará a ser un regidor del montón en la administración siguiente, habida cuenta de que hará campaña en los puros huesos de una alianza que tenía todo para ganar, pero que, por soberbia y ambición, se echó a perder.
Si en realidad quiere a Colima, lo que debería hacer Riult Rivera es pedir a su partido que le den la oportunidad de reelegirse en la Cámara de Diputados; al menos ahí tendría mayor oportunidad de continuar su carrera política.
En el ayuntamiento de Colima, como regidor, se perderá entre el mar de burócratas.
Sería bueno, ahora que Margarita Moreno rompió lazos con el PRI y con el PAN, que echara a patadas a todos los funcionarios que los dirigentes partidistas le impusieron en el ayuntamiento de Colima, muchos de ellos inútiles y que sólo intrigaban en contra de la alcaldesa y pagaban para que la golpearan en los medios.
A ver qué harán en estos 9 meses que le queda a la administración.