POR Jorge Octavio González
El 2023 está comenzando peor que el año pasado, tal y como lo pronosticamos en estas páginas; no habría que ser un gran analista para darse cuenta que el gobierno de Indira Vizcaíno es un fracaso total y que sus fallidas políticas de seguridad seguirían el mismo camino de convertir este año que apenas inicia en el más violento y sanguinario de toda la historia de Colima.
Al margen de continuar con los asesinatos que se dan todos los días en la entidad, en esta ocasión nos enfocaremos en las personas desaparecidas que, como ya es costumbre, aparecen sin vida, sin que la autoridad competente pueda hacer algo al respecto.
Sospechoso que, mientras se hacían los bloqueos para exigir a la Fiscalía General del Estado de Colima la aparición con vida de alguien con reporte de desaparecido, tanto la gobernadora como el mini fiscal se movían y en cuestión de horas tenían resultados satisfactorios.
En el gobierno del Estado, sin embargo, siempre insistían en que no había necesidad de bloquear avenidas o carreteras; los datos duros, en cambio, los contradecían: cada que un familiar bloqueaba el Libramiento Ejército Mexicano, en cuestión de horas encontraban a los desaparecidos.
Cuando desde la FGE se amenazó a los ciudadanos con encarcelarlos si bloqueaban calles y avenidas, los reportes de desaparición no cesaron, pero sí los resultados positivos; con esto quedaba perfectamente claro que la presión social sí obligaba a las autoridades a actuar para encontrar a los seres queridos en calidad de desaparecidos.
Asustados por las amenazas de la autoridad, la sociedad dejó de ejercer presión para encontrar a sus desaparecidos. ¿Por qué el miedo? Porque, lamentablemente, como sociedad, todavía no existe esa empatía con el dolor ajeno; sólo hasta que a alguien le pasa es cuando entienden que pudieron haber hecho más para ayudar a sus semejantes.
Hace meses se reportó la desaparición de un trabajador de la Delegación de Programas para el Bienestar de Colima, Jesús Antonio Eustaquio Calvario, que llegó a provocar la ira de Viridiana Valencia Vargas cuando ordenó quitar la manta que habían pagado los compañeros para ponerla en la fachada de la dependencia federal. Pasaron meses enteros y resulta que fue encontrado muerto. ¿Alguna explicación? Ni una sola. Sólo la noticia por parte de los familiares; de las autoridades ni sus luces.
El 27 de diciembre del 2022 desapareció el médico Iván Jacinto Cortés, visto por última vez cuando salía de su trabajo en el Centro Estatal de Cancerología. El reporte por desaparición se hizo el día siguiente, el 28; sin embargo, la autoridad nunca le dio la importancia debida.
¿Qué habría pasado si sus familiares bloqueaban el Libramiento Ejército Mexicano? Quizá el resultado habría sido otro. Pero no: sin bloqueo no hay presión; por ende, el inútil y bueno para nada Bryant Alejandro García Ramírez no apartó sus manos de la consola donde juega el FIFA todos los días.
La Fiscalía de Colima se pronunció sobre la desaparición del médico cuando hubo presión en los medios de comunicación; después la comunidad médica de Colima exigió actuar a la gobernadora y al mini fiscal. Nada de eso sirvió para localizar con vida al señor Jacinto Cortés, hallado en El Terrero, en Minatitlán, sin que nadie se percatara que movilizaron un cadáver hasta ese lugar para tirarlo como un animal.
¿Para qué sirve un mini fiscal incompetente, indolente como su jefa Indira Vizcaíno, señalado por la Secretaría de la Defensa Nacional como “poco confiable” por sus nexos con el Cártel Jalisco Nueva Generación? Par nada. Nunca encuentran a los culpables de asesinatos, de extorsiones, de feminicidios, de asaltantes, pero tampoco encuentran a las personas reportadas como desaparecidas.
¿Hasta cuándo tendremos que soportar la ineptitud de las autoridades? ¿Cuántos muertos más hacen falta? ¿Cuántos?