POR Jorge Octavio González
Eran alrededor de las 3 de la tarde del viernes 12 de julio; en el centro de la ciudad de Colima había muchísima gente congregada, ya sea en los portales, en el jardín, caminando.
Una serie de balazos, con un ruido ensordecedor y escandaloso, sacó de la modorra a la gente que estaba a los alrededores, así como cualquier ruido escandaliza a las palomas que dan el salto y huyen del lugar.
Con toda la tranquilidad del mundo, como ya sucede en la ciudad más violenta del país y del mundo entero, como lo es Colima, un sicario logró llegar hasta un puesto de tacos, a media cuadra del ayuntamiento de Colima, y descargó su pistola en contra de una mujer.
Pese a que en el primer cuadro de la ciudad la policía municipal es la responsable de la seguridad, ni uno solo de los elementos de seguridad se encontraba en el lugar; mucho menos auxiliaron a las personas para que no fueran daños colaterales.
No se diga para enfrentar a los criminales: a ellos les tienen miedo y prefieren llegar cuando ya se fueron por el famoso rumbo desconocido.
Las imágenes que circularon después fueron aterradoras, horribles: una mujer quedó a mitad de la puerta del negocio de tacos; la sangre se coaguló en el piso y la gente maldecía a las autoridades que, como la policía de Margarita Moreno, no sirven para nada.
¿Qué pasó con el autor del crimen? Como siempre sucede, nada. ¿Quién fue? Nadie sabe. Hay, eso sí, infinidad de cámaras de seguridad tanto del gobierno municipal como de los negocios privados que están a los alrededores; sin embargo, ni con todas esas herramientas lograrán capturar a los responsables.
Así como tampoco logran recuperar los vehículos, las motocicletas, las bicicletas: de nada sirven las cámaras porque a las autoridades no les interesa enfrentar a los criminales.
Una vida es diferente, dirían algunos. Sí, pero sucede lo mismo: no se quieren enfrentar a las células delictivas que operan en Colima porque puede desencadenar una serie de reacciones de la delincuencia en contra de las autoridades.
Si eso sucedió a media cuadra del ayuntamiento de Colima, con una Margarita Moreno que quedó rebasada para hacerse cargo de la seguridad de los colimenses en el primer cuadro de la ciudad, qué se espera de los demás crímenes que ocurren en otras partes de la ciudad, en colonias alejadas, abandonadas.
Un sicario puede pasearse por el primer cuadro de la ciudad de Colima con un arma entre sus ropas, pasar enfrente de cualquier persona en el portal o en la calle Gregorio Torres Quintero; puede llegar hasta el negocio y disparar en contra de la mujer a la que le encargaron asesinar.
Y lo peor: puede irse caminando o corriendo de la escena del crimen sin que autoridad alguna, como la policía municipal de Colima, logre detenerlo o perseguirlo. Ni siquiera un operativo se realizó para localizar al responsable. Una verdadera vergüenza.
Margarita Moreno, rebasada completamente para hacerse cargo de la seguridad en el primer cuadro de la ciudad de Colima, debería dejar en manos de las fuerzas federales el control total de su policía y permitir que sean ellos los que tomen las decisiones.
Pero no va a querer dejar de cobrar las participaciones federales que llegan de la Ciudad de México para la Policía Municipal, aunque la sangre de los colimenses se siga derramando cada vez más cerca del despacho de la presidenta municipal de Colima, la ciudad que sigue siendo la más violenta del país y del mundo entero.
Un fiasco la administración de Margarita Moreno.