POR Bibiano Moreno Montes de Oca
De no ser porque la puerta principal del histórico Palacio de Gobierno fue tirada e incendiada por una turba de mujeres enardecidas, en Colima el Día Internacional de la Mujer hubiera pasado inadvertido. El 8 de marzo, dedicado a conmemorar tal fecha en el mundo occidental, durante años fue una marcha más, de cajón, como ocurre con las aburridas celebraciones del Día del Trabajo, del aniversario de la Independencia de México y del aniversario de la Revolución Mexicana, entre otras efemérides del calendario nacional.
La de este miércoles 8 de marzo de 2023, sin embargo, fue totalmente diferente. Si bien hay feministas que merecen respeto por una posición sólida ante el sistema opresor, lo cierto es que también se logra colar una mayoría que son abiertamente feminazis, con todo lo que ello implica: intolerantes, agresivas, dispuestas a cualquier exceso con tal de salirse con la suya. En otros lugares aprovechan las marchas para romper aparadores, saquear comercios (los Oxxo son los favoritos de esos vándalos), agredir al que se les atraviesa en el camino, etcétera. Algunas asquerosas se llegan a mear y a zurrar en público, como acto supremo de “transgresión”.
En cierto sentido, la marcha del 8 de marzo es una especie de terapia colectiva a la que se someten las luchonas, las guerreras, las madres de tres y hasta cinco bendiciones, las que odian al hombre (pero generalmente son feas como la chingada) y lo ven a uno como el origen de todos los males, pues desde tiempos inmemoriales el odioso patriarcado es el que las mantiene oprimidas. Y, claro, aunque sea una vez al año, hay que salir a las calles para ajustar cuentas con sus agresores, aunque sean imaginarios, pues al real, al que les pone sus palizas constantes, lo dejan en casa viendo su serie favorita (bien armado de un six pack) y cuidando a los niños.
El problema, empero, es que este tipo de marchas no resuelven absolutamente nada y sí, en cambio, resultan costosas: lo vemos con la puerta destruida en el Palacio de Gobierno, un edificio con una gran tradición histórica que ninguna culpa tiene de los males que aquejan a los colimenses, comenzando por una inútil gobernadora, que en un aquelarre en la Ciudad de México le lanza mueras al patriarcado, pero en los hechos está sometida a un patriarcado por partida doble: por un lado, al que ejerce el vejete de Palacio Nacional; por el otro, al de su padre y gobernador de facto en Colima, Arnoldo Vizcaíno Rodríguez.
El vandalismo contra un edificio público amerita sanciones, pero el indirato es tan pusilánime que ni siquiera se atreverá a llamar a cuentas a las causantes del daño causado a Palacio de Gobierno. No lo hará, por supuesto, porque es una cobarde. Eso sí: la Indi se presta para todo tipo de memes, como el que circula en las redes sociales y al que aquí describo con texto.
Llega alguien y le dice a la Gobernadora Altozano, que se encontraba muy quitada de la pena en algún lugar de la Ciudad de México:
—Indira, acaban de quemar la puerta del Palacio.
—¿Del Palacio Nacional? –pregunta Indira con un gesto de preocupación.
—No, del Palacio de Gobierno de Colima –le aclaran.
—¡Ay, equis, para allá casi ni voy! –dice ella, con una amplia sonrisa de alivio que se refleja en su aún juvenil rostro con frenos en la dentadura frontal.
Igual pudo haber preguntado también si se encontraba a salvo amlo, confundida y creyendo aún que todo había ocurrido en Palacio Nacional, pues del único del que le ocupa y preocupa –todo se lo debe a él— la salud es la del viejo macuspano. Claro, también la salud de su papá y la de Claudia Shit!-baum Pardo, con la que la tijuanense espera colaborar en la capital del país, cuando la jefa de Gobierno de la Ciudad de México gane la presidencia de México, lo que le permitirá a Indira irse definitivamente de Colima y olvidarse para siempre de los colimenses.