POR Bibiano Moreno Montes de Oca
Con el antecedente de haber sido diputado por tres años en la anterior Legislatura local, uno esperaría que el que cobra como director de la Ciapacov, Vladimir Parra Barragán, trabajara para modificar la ley o reglamento en la que se fundamenta la paramunicipal con el fin de darle dientes a un organismo que tiene injerencia sobre un elemento tan necesario y vital para la vida humana, como lo es el agua, por lo que dejaría de ser un mazacote en el que supuestamente tienen participación los ayuntamientos de Colima y Villa de Álvarez, integrantes del Congreso del Estado, empresarios y, sobre todo, el Gobierno del Estado.
El problema, sin embargo, es que el que tiene la última palabra en la Ciapacov es el gobernador en turno, de ahí que el mentado organismo es la “caja chica” de los titulares del Ejecutivo estatal que han precedido al actual (que tiene al frente a la cabeza hueca Indira Vizcaíno Silva), que ciertamente no se ha caracterizado por ser muy diferente a los otros, sino todo lo contrario. Así, pese a que el filósofo del agua no sabe ni papa de temas hidráulicos, la Gobernadora Altozano mantiene en su cargo a Vladimir Parra, su cómplice e incondicional en otras aventuras, a pesar de haber cometido varias pifias que pusieron en aprietos al indirato.
Por lo tanto, mientras a la Ciapacov no la actualicen para que su funcionamiento sea más efectivo y práctico, el chango que esté al frente del organismo no pasará de ser incondicional y cómplice del gobernador en turno, aun cuando tienen voz y voto los alcaldes de los Ayuntamientos involucrados en la prestación del servicio de agua potable y alcantarillado (Colima y Villa de Álvarez), los diputados locales que pertenecen a los distritos en los que se dividen el capitalino y el villalvarense, lo mismo que los regidores de sendos cabildos, así como cámaras empresariales acreditadas, que a la mera hora no cuentan para nada.
Una de las cosas que ha caracterizado a la Ciapacov, pero que se ha agudizado con la presencia de Vladimir Parra, es la forma desalmada con la que atacan a la gente que, por evidentes razones de carencia económica, no pueden ponerse al día en el pago por el servicio. A este respecto, en la ciudad de Colima, sobre todo en la zona céntrica, abundan las casas que cuentan con pozos o norias que ahí están desde tiempos inmemoriales, por lo que los propietarios emplean bombas para atraer el vital líquido cuando se corta el servicio de forma extraordinaria o porque ya no consumen la que ofrece la paramunicipal, aun cuando de todas maneras se paga por el servicio.
El problema en estos casos es que la Ciapacov de Vladimir Parra no recibe nada por el consumo de agua en esas casas, pero en desquite cobra por las descargas al drenaje, así como lo hace normalmente cuando otorga el servicio. O sea: no cobra por el agua que se extrae de pozo o noria, pero sí por las descargas que necesariamente se tendrán que generar con lo que se va de la ropa lavada, de los escusados y del baño por el aseo personal de los que viven en esa casa. Como bien dice el refrán que aplica en este caso: de todos modos, Juan te llamas.
Por otro lado, si bien es cierto que el agua es un elemento que no se debe dejar de abastecer a la población, aun cuando esté retrasada en el pago de la tarifa, la despiadada Ciapacov de Vladimir Parra no se anda con medias tintas: corta de manera definitiva el servicio, negando a la gente un servicio fundamental. Lo que hace el personal del organismo de marras es colocar una estaca en el tubo que surte de agua el interior de la vivienda, de tal forma que apenas escurren unas cuantas gotas, suficiente para que los de la paramunicipal argumenten bien convencidos: “Ahí está el agua; no la cortamos”.
Claro, aunque se aparen las gotas de agua que se alcancen a colar del tapón colocado al tubo, en todo el día apenas podrían juntarse unos 20 litros, mismos que son insuficientes para lo más elemental en una vivienda con un promedio de cuatro personas: para el aseo de una persona se requiere un promedio de 20 litros, por lo que sólo uno se podría bañar, en tanto que los otros tres tendrían que esperar turno. Al último ya le estará tocando a los cuatro días, cuando ya ande apestando a seis metros a la redonda. Además, no habrá nada del vital líquido para consumo humano, para el escusado, para lavar, etcétera. O sea: eso es algo inhumano.
Está el caso de un hombre de la tercera edad que ya vivía solo en su casa y que se sostenía con una pensión del IMSS con el salario más miserable posible, es decir, el registrado con el mínimo. Tenía que reparar la tubería de la vivienda, pero le salía en 5 mil pesos, inalcanzables para alguien en su situación. Los hijos le ayudaron con una manguera que se conectaba a la toma de agua de la entrada de la casa y transportaba el vital líquido a la pila, de donde podía echar mano para todas sus necesidades. ¿Qué hizo la Ciapacov del ojete de Vladimir Parra? Le pusieron la estaca al tubo y lo dejaron, ahora sí que –literalmente— con el servicio a cuentagotas.
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Por cierto, diré que por la calle Maclovio Herrera, antes de que cambie a Manuel Álvarez (y, por tanto, aún en el municipio de Colima) hay una tortillería en la que constantemente flotan las aguas negras por la banqueta, creando una pestilencia insoportable, lo que se agrava por el hecho de que ahí se maneja un producto que es de consumo humano. El asunto es que no se sabe a ciencia cierta si reparar ese desperfecto es responsabilidad de la Ciapacov o del propietario del negocio. De lo que no queda duda es de que se deben tomar cartas en el asunto por un problema de salud pública que representan las antihigiénicas aguas puercas afuera de esa tortillería.