Julia Jiménez, una dirigente que no es líder

POR Jorge Octavio González

Julia Jiménez y su hija, en algún lugar del mundo

Julia Jiménez Angulo pretende reelegirse en la dirigencia estatal del PAN sin mayor mérito que ser incondicional de Pedro Peralta Rivas y haber regalado candidaturas para sus amigos y compadres en la pasada elección de este año.

La también diputada federal plurinominal, de acuerdo al tecomense Lupillo García Negrete, molesto porque lo bajaron de la fórmula del Senado de la República, “es una vendepatrias” y “vendía las candidaturas”; la acusación recuerda el meme que dice más o menos así: “no tengo pruebas de lo que dice, pero no tengo ninguna duda de que es cierto”.

Hoy, como dirigente del PAN en Colima y diputada federal, pretende llegar al 15 de diciembre como la única aspirante, sin competencia alguna; incluso quiere sostener a un bueno para nada grillero como secretario general, que en los años previos desapareció del mapa político y sólo se dedicó a cobrar y a intrigar.

Julia Jiménez utilizó todo el poder que le endilgaron para imponer a sus incondicionales en los cargos de elección popular y de representación proporcional en las pasadas elecciones.

Burlándose de la comunidad LGBTQ+, impuso en el primer lugar de la lista de diputados plurinominales a Jesús Alberto Partida Valencia, un sujeto torvo que no tuvo vergüenza de aceptar ser candidato como parte de la diversidad sexual sin tener un solo antecedente de activismo a favor de la comunidad lésbico gay.

Beto Partida disfruta de una diputación plurinominal en la 60 Legislatura por un fraude que la dirigente estatal del PAN hizo de la ley electoral.

Y claro que ella también se iba a beneficiar a lo grande: no nada más se impuso como diputada federal por la vía plurinominal, sino que, con toda la desfachatez del mundo, puso como su suplente a su propia hija, Nirvana Lizette Rocha Jiménez, ex directora de Ecología de la pasada administración del ayuntamiento de Colima, donde pasó sin pena ni gloria los tres años que cobró a lo lindo.

Antes de iniciar el gobierno de Riult Rivera, trascendió a los medios de comunicación que Julia Jiménez pretendía asumir la secretaría del ayuntamiento de Colima para pedir licencia como diputada federal —pero no como dirigente estatal del PAN, por supuesto— y, con ello, el orgullo de su nepotismo llegara al Congreso de la Unión para suplirla.

La intentona, por razones bastante obvias, no tuvo éxito; pesó más el poder e influencia de Mario Anguiano Moreno en la administración del panista y colocó en ese lugar al raterazo Francisco Ánzar Herrera, quien durante el gobierno estatal del ex gobernador recibió hasta cinco tarjetas que ordeñaba cada quincena en los bancos de la capital, donde muchas personas se dieron cuenta del hecho y le reclamaban que tardara tanto en sacar el dinero.

El Tamacuas, con su clásico cinismo, respondía a los que le reclamaban: “Ya nada más me falta una y me voy”. Así de sinvergüenza el segundo de a bordo del ayuntamiento de Colima.

El doble papel de Julia Jiménez, dirigente estatal del PAN y diputada federal, originó que en ninguna de las dos responsabilidades cumpliera a cabalidad.

En una investigación de PXPress, publicada el pasado 13 de mayo, se exhibió que la legisladora federal, en los tres años que cobró en el Congreso de la Unión, presentó únicamente 2 iniciativas en tribuna y ninguna de ellas fue aprobada por la Cámara de Diputados.

La autocrítica en el PAN, al parecer, es inexistente; incluso con el pobre papel que ejerció en la pasada Legislatura, Julia Jiménez repitió escaño en el Congreso de la Unión, pero ahora tiene como suplente a su propia hija, en una acción típica de los gobiernos del PRIAN que, con la doble moral, critican a sus enemigos políticos de lo que ellos mismos hacen.

Y como a nivel nacional la mafia del PAN escogió al líder del cártel inmobiliario como su presidente y ejemplo a seguir, no hay ninguna duda de que en Colima repetirá, con toda la desvergüenza del mundo, Julia Jiménez como dirigente estatal del panismo en la entidad, donde cada vez pierden simpatizantes por su hipocresía y por actuar igual o peor que los priístas del viejo régimen.