POR Luis Fernando Moreno Mayoral
Isela Guadalupe Uribe Alvarado echó por la borda el prestigio que alguna vez llegó a tener por encubrir las corruptelas e irregularidades de Indira Vizcaíno y sus funcionarios.
Cuando estaba en el Comité de Participación Ciudadana del Sistema Estatal Anticorrupción, en el sexenio de José Ignacio Peralta Sánchez, la hoy contralora del gobierno del Estado revisaba con lupa los expedientes que llegaban a su oficina, cuestionaba todo de principio a fin y pedía que todo se hiciera de la manera más correcta.
Como consejera electoral del Instituto Electoral del Estado de Colima y de la Junta Local del Instituto Nacional Electoral fue igual: ningún político se acercaba a ella con el fin de que lo favoreciera en alguna resolución porque sabía que tendría una negativa a su petición.
No se entiende, por eso, que ahora como funcionaria del gobierno del Estado, en la administración más feminista de la historia de Colima, haga malabares para encubrir las claras y evidentes irregularidades en que ha incurrido la gobernadora y algunos de sus funcionarios.
Hoy, a diferencia de sus encargos anteriores, Isela Uribe no es tan acuciosa ni exigente; prefiere dejar hacer y dejar pasar para que las denuncias públicas se olviden y después, en lo oscurito, las puedan resolver de la mejor manera.
Isela Uribe reconoció que, a casi dos años de haber iniciado la administración de Indira Vizcaíno, no hay un solo sancionado de los ex funcionarios que fueron señalados y denunciados por el defalco a las finanzas del Estado. Ni uno solo.
Dijo, como para calmar las aguas, que sería hasta finales de este 2023 cuando tengan algún avance al respecto; aunque también eso dijo sobre las denuncias que trabajadores de confianza hicieron respecto al moche que les piden para financiar la campaña de Claudia Sheinbaum.
Para una administración que requería sangre y circo, debido a los nulos resultados y al pésimo manejo político de la mandataria estatal, no le han bastado casi dos años para tener a alguien que pague los pecados de los ex funcionarios juzgados y señalados como corruptos.
No hay nadie que se tenga que preocupar por enfrentar un juicio o ir a la cárcel; así la impunidad de este gobierno con quienes fueron acusados de desviar recursos para otros fines.
En algún momento Isela Uribe Alvarado tendrá que valorar si vale la pena manchar su prestigio por seguir y respaldar el proyecto de una mujer que, como Claudia Sheinbaum, ha orillado a Indira Vizcaíno a ordenar a sus subalternos que cada quincena pidan 200 pesos a los trabajadores de confianza, todo con el objetivo de ver a la primera mujer presidenta de México.
¿Valdrá la pena, Isela Uribe, tirar a la basura años de preparación y de construir una reputación sólo por un proyecto político?
En una cosa sí tiene razón: sí será mujer la próxima presidenta de México.
Pero no será Claudia Sheinbaum; será Xóchitl Gálvez Ruiz.