POR Bibiano Moreno Montes de Oca
Los autores de temas policiacos españoles son de los que sobresalen entre el resto de los latinos a los que no se les da muy bien el mencionado género, mismo en el que los anglosajones (ingleses y norteamericanos, principalmente) se mueven como pez en el agua, aunque siempre hay sus excepciones, No es el caso de la novela Barcelona connection, del barcelonés Andreu Martín, quien falla desde el momento en el que a su obra le pone un título gringo, cuando bien pudo evitarse problemas y nombrarla simplemente así, en su idioma original: La conexión Barcelona.
Aparte del fallido título original de Barcelona connection, la novela de Andru Martín aborda un tema de corrupción (tanto del cuerpo policiaco al que pertenece como a los delincuentes tras los que va el protagonista de la historia, un tal Huertas) que no se le da tan bien como a, por ejemplo, el maestrazo gringo James Ellroy, que dedicó toda una trilogía a tratar ese mismo tema con su personaje de ficción Lloyd Hopkins, independientemente de otras obras que tienen como escenario la ciudad californiana de Los Ángeles.
Aunque otros escritores anglosajones han incursionado con mejor fortuna en el tema de la corrupción en sus obras, en el caso de Andreu Martín lo que sí se puede reconocer es que lo aborda desde una perspectiva que está más cercana a los latinos, donde incluso sale a relucir un diputado que es cómplice del crimen organizado de la ciudad española de Barcelona, que ya comienza a internacionalizarse. Así, pues, ni Lloyd Hpkins es Huertas ni Andreu Martín es James Ellroy, por lo que no queda otra que recetarnos lo que hay, es decir, la novela Barcelona connection.
El policía protagonista de la historia, Huertas, está reputado como un tipo honesto a morir, de ahí que se topa con muchas trabas en su trabajo (dentro y fuera) de ir por los empresarios corruptos que actúan con toda impunidad en la barcelonesa ciudad española, que por esas fechas (a mediados de la década de los 80 del siglo pasado) ya se había internacionalizado con la llegada del crimen organizado de la zona europea (aún no se conocía como la Comunidad Europea). Uno de los involucrados en la trama es un alemán, por cierto.
No obstante, Huertas tiene a su fiel escudero, un joven policía (conocido como Pipiolo, que es el apelativo cariñoso que en España se da a los jóvenes que en Estados Unidos llaman rocky y en México les decimos principiantes), así como el respaldo de un buen juez federal con el que lleva una buena relación, incluso familiar. Sin embargo, las cosas no son como aparentan en un país que no se alejaba del todo de la oscurantista etapa del franquismo, finalmente destruido en el feliz 1975, más o menos una década atrás.
Tanto policías como delincuentes son de la vieja escuela franquista, pero con empresarios nuevos que actúan como si nada hubiera cambiado en España, pues están acostumbrados a comprar a policías o a la gente que se interponga en su camino, que está plagado de irregularidades. El tema del narcotráfico ya comienza a ser común en el país español, de manera que en Barcelona (la segunda ciudad más importante de España) no se quieren quedar atrás los delincuentes de cuello blanco, que tienen en el bolsillo a policías, funcionarios, políticos, etcétera.
El arranque de la historia se da precisamente mientras acuden varios policías a detener a un empresario que está ligado al crimen organizado. Con toda la arrogancia posible, el tipo cínicamente pide que le digan cuánto tiene que pagar de multa, mientras agita la chequera, para que ya no lo sigan molestando. Pero para un tipo que es la encarnación de la honradez, como una especia del Sérpico que interpreta en la pantalla Al Pacino, aquello es peor que recibir una patada en los huevos, por lo que tiene la oportunidad de llevárselo detenido, obviamente bien esposado, a la comisaría, para interrogarlo sobre sus turbios negocios.
Si bien el empresario es encerrado en una cárcel muy peculiar, con ventanas que dan hacia la calle, la publicación de un desplegado en los periódicos locales es el detonante para que el crimen internacional, que se ha asociado con el local, se mueva para acallar a un individuo que da a entender que sabe más de lo que aparenta entre líneas. Así, cuando le llaman desde la calle para que hable con una joven prostituta con la que tenía una relación muy estrecha, alguien le lanza varios plomazos para que ya no represente una amenaza.
A continuación, el policía Huertas y su inseparable Pipiolo se meten de lleno en la investigación que los conduce al bar Merecumbé, donde se practica todo tipo de explotación a mujeres –incluidas algunas menores de edad—, se distribuye droga y se da toda una serie de actos delictivos en los que surge la figura de una guapa mujer de edad mediana que viene a ser la madame del lugar, pero con conexiones con todo el bajo mundo delincuencial de Barcelona y el resto de Europa. De igual forma, aparece en escena una jovencita a la que tiene que dar protección Huertas, pues ella resulta fundamental para hundir a varios corruptos tiburones.
La novela de Andreu Martín tiene varias vueltas de tuerca por su temática anticorrupción, incluido el final, que le da la vuelta completa al caso, al grado de que los responsables de perseguir a los malos resultan ser también malos, pero todo ello gracias a la corrupción que en España llega hasta los más altos niveles del poder. Y es que, si bien mueren algunos cuantos culpables, al final se impone el sistema imperante, que no es precisamente ejemplo de moralidad.
Uno de los personajes de la novela, un policía de la vieja escuela, le espeta lo siguiente a Huertas cuando éste quiere irse sobre un diputado que se ve involucrado en la investigación en la que hay complicidades con el crimen local y el crimen internacional:
“Muy bien, Huertas, el héroe. Enarbola la bandera de la honestidad, de la incorruptibilidad, y lánzate de cabeza contra la pared. A ver quién aguanta más. Cojonudo, Huertas, pasarás a la historia, o saldrás en los periódicos. ¿Ya sabes que, según el artículo 71 de la Constitución, los diputados gozan de inmunidad? ¿Ya sabes qué pasos tendrás que dar para detener a Ventura? Tendrás que solicitar la autorización de la Cámara de Diputados. ¿La solicitarás tú mismo, o dejarás que lo haga el comisario Valbuena?”
Con semejante desaliento por parte de los propios compañeros, policías como Huertas se convierten en un obstáculo para el buen funcionamiento de la “justicia” en Barcelona. Y por ello la novela tiene una vuelta de tuerca bien endemoniada.