POR Jorge Octavio González
Indira Vizcaíno ha llevado a un nivel de corrupción e ineptitud su gobierno como nunca antes en toda la historia de Colima; hoy cualquiera de sus funcionarios puede amenazar a la gente, puede robar, otorgar contratos a amigos y amantes, desviar recursos para fines políticos y no pasa nada.
En Colima no pasa nada. El problema, sin embargo, es que no pasa para los empleados del gobierno del Estado y sus extensiones en el gobierno federal y en algunos municipios; para quienes sí pasa es para los colimenses que viven en la incertidumbre diaria de no saber si cuando salgan de sus casas regresarán con vida con sus seres queridos.
Un ciudadano promedio sale de su casa y en el transcurso del día puede ser asesinado por sicarios, puede ser asaltado con lujo de violencia, puede ser golpeado y dejado inconsciente en la calle, puede ser secuestrado y desmembrado para después tirar sus restos en algún lote baldío, puede ser violado y puede ser quemado vivo en su carro o en alguna casa donde lo escondan.
Un funcionario del gobierno del Estado, como la misma Indira Vizcaíno, sale con un séquito de escoltas, alrededor de 20, todos armados, y se traslada por todo el territorio colimense en camionetas de lujo y con el blindaje más alto del mercado, que es usado sólo por narcotraficantes y presidentes de naciones.
Pero de igual manera sus hijos también se mueven en camionetas blindadas, con sus escoltas cada uno; el padre de la mandataria, que funge como co-gobernador de Colima, también se mueve en vehículos blindados, así como Ramón, que tiene que mantenerse en la familia para guardar las apariencias y no ser bloqueado en los negocios que hace al amparo del poder.
En lugar de que haya una oposición que denuncie todas las irregularidades que hay en el gobierno del Estado, algunos diputados del Congreso del Estado han sido corrompidos con cargos para sus familiares, dinero y, en algunos casos, amenazados con expedientes sobre ellos y sobre sus familiares.
Un hampón como Rodolfo Castillo, que tiene contratos millonarios en Municipios y con empresas del gobierno federal, no pudo ser convencido sólo con dinero; es un hecho que le tienen expedientes de corruptelas y por eso su hija, la berrinchuda Kate Castillo, hoy es una aplaudidora de la gobernadora del Estado, cuando el año pasado subió a tribuna y cuestionó que los hijos de Indira Vizcaíno podrían ir con escoltas y camionetas blindadas al colegio, mientras ella y la demás gente no.
David Grajales, principal beneficiario del asesinato de Roberto Chapula de la Mora, en cuanto asumió su curul lo primero que hizo fue lanzarse a los brazos de MORENA y votar con ellos todo lo que les envían desde el Poder Ejecutivo. Un legislador que debería tener vergüenza de traicionar los ideales del ex diputado del Verde, que al menos murió con dignidad.
A los demás no fue muy difícil convencerlos; los diputados aliados son tan incapaces como los de Movimiento de Regeneración Nacional, por lo que sólo los usan para aprobar las leyes e iniciativas que les mandan desde el gobierno del Estado y subir a tribuna a leer lo que les escriben los inútiles y mercenarios de la Oficina de la Gubernatura para defender al régimen criminal de Indira Vizcaíno.
Indira Vizcaíno es la peor calaña y lacra que le pudo haber pasado a Colima, que estaba ávido de alguien que al menos fuera honesto y cumpliera sus promesas; la ex empleada de Nacho Peralta engañó a la gente y con dinero del crimen organizado, concretamente de El Rey del Huachicol, ganó las elecciones apenas por unos cuantos puntos, cuando toda la campaña se la pasaron presentando encuestas pagadas donde estaba en las nubes de popularidad.
Indira tiene sangre en sus manos, por haber recibido ayuda del narcotráfico; es cómplice de los cárteles que han asesinado a miles de colimenses desde que incumplió su promesa empeñada durante el proceso electoral, cuando la organización criminal que protegen desde la Fiscalía General del Estado de Colima ordenó asesinarla, según declaró el mismo que tuvo la encomienda de hacerlo y rechazó la orden.
Los más de 14 millones de pesos que quitó a los trabajadores de confianza para financiar la campaña ilegal de Claudia Sheinbaum a coordinar los comités de defensa de la cuarta transformación son una inversión que Indira Vizcaíno hizo para comprar impunidad en el eventual gobierno de la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México.
Pero ahora que se está desinflando porque no crece, no entusiasma, no conecta con la gente, Indira debería preocuparse: otro como presidente de la República no tendrá la obligación de encubrirla y protegerla y tendrá que ir a la cárcel por corrupta, inepta, cínica y cómplice del crimen organizado.