POR Jorge Octavio González
El 1 de diciembre de 2021, una aguerrida diputada le decía a la gobernadora de Colima, en la máxima tribuna del Congreso del Estado, que con Indira Vizcaíno “volvimos a los tiempos del caciquismo y autoritarismo”.
Cuestionó el proyecto de Presupuesto de Egresos del Estado de Colima para el Ejercicio Fiscal 2022, en donde se asignó una partida de 3.5 millones de pesos “para la investidura presidencial”.
Y remató su intervención: “En el H Congreso del Estado de Colima nos convertimos en una oficina de mero trámite del Ejecutivo, lo que tanto mis compañeros de MORENA criticaban de la anterior Legislatura”.
La diputada en cuestión, por supuesto, era Priscila García, de la bancada del PAN. Crítica, minuciosa y perfeccionista en sus observaciones, la legisladora ponía en aprietos a la fracción de MORENA, de por sí muy limitada con Viridiana Valencia y el muy corto de miras y entendederas Armando Reyna.
Ese severo cuestionamiento, al que Indira Vizcaíno se vio obligada a responder, le costó que sus empleados en el Congreso del Estado la quitaran de la Comisión de Responsabilidades por un supuesto “conflicto de interés”. Mentira. La quitaron como castigo a sus palabras en tribuna; le quisieron demostrar lo que les pasaba a los que no obedecían.
Priscila García, echada para adelante, interpuso una queja por violencia política de género, pues entre los alegatos de quienes la defenestraron de la Comisión de Responsabilidades decían que era la esposa de un funcionario perteneciente a la administración municipal cuyo esposo de la presidenta iba a ser enjuiciado.
El propio Héctor Magaña, en un programa de radio, recordó que la misma Priscila García se mofaba de la mayoría de MORENA y sus aliados y les decía MORENA y sus lazarillos, señalando que solamente obedecían lo que les dictaban sus jefes sin siquiera saber de lo que se trataba.
Pero esos años se fueron; ya quedaron atrás. No en el olvido, sin embargo; hay que aclarar que el repentino cambio se dio en un lapso de apenas unos meses. Esto es: sus críticas no eran en el 2000 o en el 2015 sino en el 2022, esto es, apenas el año pasado. Ellos, los políticos, creen que la gente se olvida fácilmente de esas cuestiones. ¿Pues qué creen? Nosotros no. Y como a ella, también exhibiremos las críticas de otras diputadas que también cambiaron de un momento a otro cuando les llegaron ofrecimientos de chambas para sus familiares y dinero o contratos para sus allegados.
Priscila García es, hoy, la sombra de lo que era: intentó, sin éxito, retirar su firma de la controversia enviada a la SCJN sobre la revocación de mandato; rechazó como presidenta de la Mesa Directiva, en el mes de enero, la Recomendación 04/2022 de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Colina, en el que quedaba asentado la agresión de Vladimir Parra a dos de sus compañeras de partido en la pasada Legislatura; ya se le olvidó su denuncia por violencia de género por haber sido retirada de la Comisión de Responsabilidades porque quienes lo hicieron hoy son sus aliados y vota con ellos, además de que ya no interviene en tribuna para hablar sobre los temas de interés, pues debe tener vergüenza de que le recuerden lo que decía de sus nuevos amigos y empleadores de su esposo.
Se le nota en la cara: no le gusta lo que hace. Se ve obligada a hacerlo. Todo por unos cuantos pesos más en su familia. Qué poco vale su dignidad y oficio. Qué poco.