POR Jorge Octavio González
En el gobierno de Enrique Alfaro Ramírez Jalisco terminó como la entidad con el mayor número de desaparecidos de todo el país; su indolencia sólo se equiparó a la vanidad que hoy presume para decir que es entrenador de un equipo de fútbol.
El fiscal Alejandro Gertz Manero, en una conferencia realizada este miércoles, destrozó a la Fiscalía General del Estado de Jalisco por hacer un desastre en el rancho Izaguirre, en Teuchitlán, en donde quedaron con la custodia del terreno y permitieron que el lugar operara como campo de adiestramiento y exterminio por más de seis meses desde que la Guardia Nacional realizó un operativo en el lugar.
El gobierno de Enrique Alfaro, que en algún momento se creyó con las ínfulas de aspirar a ser presidente de la República, dejó un tiradero en Jalisco; especial énfasis se dio en el caso de los desaparecidos, tema que nunca quiso tocar ni reconocer, como lo hizo en el sexenio pasado Andrés Manuel López Obrador.
Hoy, de acuerdo a las declaraciones de la gobernadora de Colima, nos dimos cuenta que el gobierno de Jalisco nunca quiso que las madres buscadoras de Colima ni las autoridades de la entidad acudieran a territorio jalisciense a emprender la búsqueda de personas desaparecidas.
Y cómo no: hasta el 28 de febrero de este 2025, en Jalisco se reportaban 15 mil 426 personas desaparecidas, de las cuales 13 mil 656 eran hombres y mil 770 mujeres, esto de acuerdo al Registro Estatal de Personas Desaparecidas.
Negarse a que un colectivo de madres y las autoridades de Colima acudieran a Jalisco a buscar desaparecidos es, además de un acto vil y miserable, la muestra fehaciente de que el ex gobernador no quería que las cifras se dispararan y fuera sujeto a una investigación por permitir que casos como el de Teuchitlán, por ejemplo, sucedieran sin que autoridad alguna se diera cuenta.
Enrique Alfaro fue de los gobernadores rebeldes que convenció a varios de sus pares a que crearan un grupo para ejercer presión al gobierno de Andrés Manuel López Obrador; le llamaron la Alianza Federalista, cuyo objetivo era generar un contrapeso entre gobernadores a las decisiones del gobierno de la República.
Uno de sus integrantes, igual de indolente y corrupto que Enrique Alfaro, fue José Ignacio Peralta Sánchez, que se creyó con la protección de los mandatarios como para desafiar al presidente de México y salir a los medios nacionales a cuestionar sus políticas públicas.
De más está decir que la afrenta de los gobernadores fue castigada severamente por AMLO, a tal grado de que les redujo presupuesto y los apretó en diversos temas; Colima padeció la frivolidad y el desprecio del gobierno de López Obrador cuando se negó a prestarles dinero para saldar los compromisos del último semestre de su administración, en donde Nacho Peralta prefirió pagar a la banca el préstamo de corto plazo que cubrir los salarios de los trabajadores.
Enrique Alfaro, en algún momento, volvió a tener buena relación con López Obrador, dejando solo a Ignacio Peralta, que tuvo que salir por la puerta de atrás de Palacio de Gobierno por el repudio y desprecio de los ciudadanos colimenses.
Como amor con amor se paga, José Ignacio Peralta se hizo de la franquicia de Movimiento Ciudadano en Colima; por el momento dirige el partido naranja Margarita Moreno, que tiene la encomienda de defender los intereses del peraltismo y repartir las candidaturas para los suyos.
Margarita Moreno, que se ha colgado de las tragedias y escándalos en Colima, no ha dicho ni una palabra ni publicado un video en donde hable de lo sucedido en el campo de exterminio en Teuchitlán, Jalisco, aunque por la vecindad con la entidad colimense es seguro que haya personas desparecidas de Colima en algunas de las múltiples fosas clandestinas de allá.
Y más ahora que la propia gobernadora reconoció que el gobierno de Enrique Alfaro negó que colectivos y autoridades colimenses acudieran a territorio jalisciense a buscar a desaparecidos.
Margarita Moreno, quien también es regidora del ayuntamiento de Colima, no dirá nada porque no le conviene cuestionar a uno de los que respaldó que Ignacio Peralta se hiciera de la franquicia de Movimiento Ciudadano en la entidad y rescatara a figuras impresentables y carroñeras como Griselda Martínez, Martha Zepeda del Toro y al mitómano Chuy Dueñas, una caricatura de político, grotesco por demás.