POR Jorge Octavio González
En Colima, en efecto, se han encontrado fosas clandestinas con restos de cuerpos de personas desaparecidas.
En una de ellas, hay que recordar, se encontró el cuerpo de la diputada Anel Bueno Sánchez, levantada por un grupo criminal, torturada, asesinada y enterrada en una fosa que se encontró semanas después.
En el 2011, para que no se crea que las fosas clandestinas son de ahora, se halló el cuerpo del ex coordinador de asesores del gobierno de Mario Anguiano Moreno; la cuestión es que el cementerio fue encontrado en la población de Tule, en Jalisco.
Lo que no hay en la entidad colimense, porque no se ha podido determinar, es un campo de exterminio como el hallado en Teuchitlán, Jalisco, como lo señaló de manera irresponsable el dirigente estatal del PRI en Colima, Kike Rojas Orozco.
Si hubo desapariciones forzadas, secuestros que nunca se ventilaron ante la opinión pública, así como homicidios de activistas, fue en el Colima de la época neoliberal: la única diferencia es que no existían las herramientas ni la tecnología de hoy para replicar el mensaje de las víctimas.
Hoy, gracias a las redes sociales y a la valentía de grupos y colectivos de madres buscadoras, se puede informar al mundo entero la cantidad de fosas clandestinas que pululan alrededor del país; ellas hacen el trabajo que le correspondería a las fiscalías estatales y a las autoridades federales.
Si, como anunció la presidenta de México, se reforzará la Comisión Nacional de Búsqueda, el Centro Nacional de Identificación Humana y la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, habrá un paso importante hacia la identificación y recuperación de personas desaparecidas.
El reconocimiento, que no se hizo en el sexenio pasado, es primordial para identificar el problema; una vez que se hizo, es indispensable que los tres niveles de gobierno se pongan a trabajar para que no suceda lo de Teuchitlán, Jalisco, en donde primero se descubrió el rancho Izaguirre por parte de la Guardia Nacional y meses después los criminales siguieron operando a sus anchas para adiestrar y asesinar personas que después fueron incineradas, sin que ningún orden de gobierno se diera cuenta.
Kike Rojas tiene razón: hay fosas clandestinas en Colima, particularmente en Tecomán, pero no campos de entrenamiento y exterminio como el hallado en Teuchitlán; sería bueno que, así como lo asegura, se pusiera a caminar con las madres buscadoras para hallar esos centros a que se refiere.
Hay un campo de adiestramiento, que reveló Ciro Gómez Leyva, en Ciudad Guzmán, “a dos horas de Guadalajara por la autopista de Colima”; sin embargo, no ha habido información de las autoridades al respecto ni se sabe que las madres buscadoras hayan salido a ese lugar para ver qué encuentran.
Pero si Kike Rojas sabe de una o más, como asegura, sería bueno que se coordine con los colectivos y las autoridades para comenzar la búsqueda; de otra forma sólo estará abonando a la desinformación y a polarizar el ambiente que, con el hallazgo de campos de exterminio en Jalisco y Tamaulipas, está demasiado tenso.
Como la oposición en Colima no tiene agenda propia y acaba de exhibirse como enemigos de los más desfavorecidos —mismos que hoy reciben becas y apoyos y son llamados de manera despectiva como Ninis—, ahora salen a los medios a sumarse a la campaña de linchamiento sobre los campos de exterminio y fosas clandestinas, como si en los años que gobernaron el país no hubieran desparecido miles y miles de personas que jamás fueron encontradas por la negligencia de las autoridades y por su colusión con el crimen organizado.
Hay fosas clandestinas y campos de exterminio en la actualidad, sí, pero hay que trabajar en ello y evitar que sigan proliferando y operando con total impunidad; al menos ahora se están descubriendo y existe la tecnología para identificar los restos óseos, algo que dará tranquilidad a los familiares de víctimas de desaparición.
Y si bien se seguirán encontrando fosas recientes, también se hallarán de décadas atrás; lo importante es que se les pueda poner nombre y apellidos a esos huesos y cenizas que merecen descanso y tranquilidad eternas.