Feria de las vanidades o la incompetencia del indirato

POR Bibiano Moreno Montes de Oca

Con el desastroso gobierno cuatrotero muy poco se podría esperar del mismo, razón por la cual la fallida organización de la tradicional Feria de Colima no resulta ser ninguna sorpresa para los colimenses. Convencido él mismo de que no pela un chango a nalgadas, el administrador del máximo festejo anual que se tuvo que suspender dos años consecutivos por culpa de la pandemia, Rodolfo Aguilar Dávalos, salió con su batea de babas desde antes del arranque oficial, se supone que con ese afán de demostrarnos que son diferentes. 

Como bien se recuerda, lo primero que al inútil Rodolfo Aguilar se le ocurrió fue cambiar el nombre a las candidatas a presidir el festejo: en lugar de reinas, como fue la tradición, se cambió el nombre a embajadoras. Claro, no podía haber más reina que la Gobernadora Altozano, de ahí que las aspirantes de los municipios que participaron ya no serían coronadas reinas, sino embajadoras. La chairiza afín al indirato hasta justificó: si en México no existe monarquía, ¿por qué hay reinas de la feria? Se olvidan estos genios de la pendejez que el título es simbólico y que, por tanto, nadie se toma en serio ese nombre honorífico, salvo los chairos. 

A mayor abundamiento, puesto que los defensores del indirato y su chiquigabinete de vacilada son los que sacaron el tema de la monarquía para justificar la desaparición del título de reina del festejo anual en el estado, habrá que recordarles que su “guía moral y espiritual” macuspano es el único mexicano que vive en Palacio Nacional, donde se van 6 millones de pesos mensuales en mantenimiento para que pueda estar muy cómoda la familia del viejo farsante. El título de reina de la Feria de Colima es simbólico; el de amlo, que vive en un palacio virreinal, es de un aspirante a autócrata. 

En fin: siguiendo con la tradición de los errores, pifias, trampas y demás vaciladas, la primera embajadora de la era del indirato fue, por pura casualidad, del municipio de Cuauhtémoc, del que es originaria (bueno, es originaria de Tijuana, pero ahí vivió sus primeros años) Indira Vizcaíno Silva. Por supuesto, fue una maniobra del tramposo director del Instituto de Fomento de Ferias y Exposiciones del Estado de Colima (Ifecol), pues el evidente fraude que fue urdido por el perdulario Rodolfo Aguilar fue abucheado por la mayoría de los asistentes al acto (a excepción de los chairos), que se dieron perfecta cuenta del engaño. 

En el ínter, a través de las redes sociales se supo que el mismo centavero director del Ifecol trató de obtener a toda costa los recursos no obtenidos durante los dos años que no se pudo organizar el festejo por culpa de la pandemia, pues se fue encima de los terrenos como si fueran de su propiedad, ofreciéndolos a todos los comerciantes a precios prohibitivos, como una forma de tratar de recuperar (no el tiempo perdido, como Marcel Proust, sino) el dinero perdido que tanta falta le hace al ambicioso Gobierno del Estado de los dizque diferentes. 

Entre las numerosas quejas de los empresarios y comerciantes se mencionan las siguientes: los módulos de 3 por 3, que anteriormente costaban 3 mil pesos, hoy están en 9 mil pesos (el triple), pero en algunos casos llegaron a los 17 mil pesos. Al negocio de tacos Los Pioneros regularmente se les daban tres terrenos por un total de 100 mil pesos: ahora, sin embargo, eso mismo vale uno solo. A la empresa Bimbo le cobraban 35 mil pesos por instalarse; hoy le piden 260 mil pechereques. La renta del servicio de sanitarios costaba 50 mil del águila; hoy está en 150 mil. A la empresa Atracciones García le pedían un millón 500 mil por instalarse; hoy tuvo que desembolsar 4 millones. 

Las quejas están bien justificadas, pero a la fecha ni el ambicioso –y avaricioso— director del Ifecol ni nadie del Gobierno del Estado ha desmentido la denuncia por los precios arbitrarios impuestos a chaleco por los cuatroteros, lo que explica la existencia de enormes huecos que tiene la tradicional Feria de Colima, que se ve desolada por la falta de muchos comercios cuyos propietarios no pudieron pagar las usureras tarifas del perdulario y centavero Rodolfo Aguilar. Los integrantes del voraz indirato se olvidaron que nuestro máximo festejo anual no es un negocio, sino un paréntesis para que los colimeños se diviertan y se olviden por un rato de los otros problemas que ellos mismos generaron desde su llegada; por ejemplo, la violencia de tres muertos diarios en promedio. 

Y como colofón de las idioteces que se han cometido hasta el momento en el festejo anual, los colimenses se encontraron con la sorpresa que no se podía ingresar a las instalaciones de la Feria de Colima el domingo anterior porque al director se le dio la gana abrir las puertas al público hasta la una de la tarde, cuando mucha gente acude por la mañana precisamente para evitar las grandes concentraciones que se dan más tarde, ya en su apogeo. O sea: los cuatroteros del indirato son unos perfectos ineptos y buenos para nada, pero son tan diferentes que hasta brillan. ¡Chulada de mamarrachos!