POR Luis Fernando Moreno Mayoral
Un comando armado, que previamente recorrió varios kilómetros en autos con armas de grueso calibre en su poder, llegó a un domicilio, ingresó a la vivienda, disparó en contra de una persona y salió del lugar sin la menor preocupación.
Así de sencillo se puede cometer un crimen en Colima: los integrantes de las organizaciones criminales que operan en la entidad saben que pueden transitar cualquiera de los diez municipios y ninguna autoridad los va a detener.
El crimen narrado en el primer párrafo corresponde a un hecho de violencia en la colonia Nuevo Paraíso, en Colima, en donde unos sujetos fuertemente armados acribillaron a un masculino y salieron de la vivienda con rumbo desconocido; las autoridades sólo llegaron a acordonar la escena del crimen y a intimidar a los curiosos que estaban tomando fotos o videos.
Es fácil rociar de balazos una patrulla de la Policía Estatal de Colima e impactar a tres elementos que se encontraban en el interior; para las autoridades fue más fácil llevárselos de emergencia al Hospital Regional Universitario y tomar las instalaciones impidiendo la salida y el ingreso de las personas.
En el HRU, mientras recibía atención médica, murió una policía mujer; después se sabría que otro más habría fallecido a causa de los impactos de bala.
Es demasiado fácil esperar en un auto a las afueras del Centro de Justicia Penal Federal sin resultar sospechosos, emparejarse a dos jóvenes que acababan de salir del lugar y llenarlos de balas.
El lugar, donde constantemente llegan presuntos delincuentes fuertemente custodiados por camionetas de la Guardia Nacional y La Marina, nunca está solo; aunque sea fin de semana hay gente y elementos de seguridad pública y privada. Ese domingo, sin embargo, esos delincuentes pudieron pasar por esa zona y asesinar a dos muchachos que acababan de recibir la libertad del juez de control.
Al día siguiente del crimen contra los dos jóvenes detenidos con posesión de droga unos sicarios llegaron hasta el domicilio de un hombre que estaba con su hijo, asesinándolos a los dos al instante; después se sabría que el mayor era el abogado de uno de los muchachos que asesinaron a la salida de la audiencia con el juez federal.
El colmo fue que, después de todos estos hechos de violencia, un sujeto merodeó a las afueras del Centro de Justicia Penal Federal y, al ser descubierto, se hizo del delito y huyó a toda velocidad en un auto, siendo perseguido por elementos policiacos, de acuerdo al comunicado que enviaron, “sin que se tenga noticia hasta ahora sobre si fue detenido o no”
Esto resultó en la determinación del Tribunal Colegiado del Trigésimo Segundo Distrito con sede en Colima para ya no ir a laborar de manera presencial en el Centro de Justicia Penal Federal, con el argumento de “la enorme ola de violencia que se vive en esta ciudad y particularmente en áreas cercanas a las instalaciones que ocupa este tribunal y el Centro de Justicia Penal Federal”.
Todo lo anterior sucedió en una semana. ¡Una semana nada más! Es más fácil, como se puede apreciar, asesinar a quien sea en Colima sin que haya consecuencias para los delincuentes; parece que hay permiso de la autoridad para actuar al margen de la ley y llenar de sangre cada uno de los municipios de la entidad.
¿Y la justicia? Ni sus luces. Tan sólo ayer, en el Congreso del Estado, los diputados se enfrascaron en una discusión sobre el impago al Instituto de Pensiones del Estado de Colima, en donde Armando Reyna, un sujeto corrupto del viejo PRI que ahora se humilla y le lustra las zapatillas a Indira Vizcaíno para ser merecedor de una candidatura en el 2024, se la pasó justificando que este gobierno no haya pagado más de 300 millones de pesos en aportaciones al fondo pensionario.
Lo que no dice, sin embargo, es que fue en este gobierno que la Fiscalía General del Estado de Colima protegió a su alcohólico y adicto hijo del accidente que provocó en Tecomán y que culminó con la muerte de un humilde taxista que dejó a una viuda prácticamente en la calle.
Ese tipo de impresentables, que defienden a la mandataria con mentiras y viendo hacia el pasado del que se beneficiaron y consiguieron concesiones de taxi para su perro y su hija, son los que pertenecen a esta generación de políticos miserables e indolentes que siguen a un criminal enfermo de poder como Andrés Manuel López Obrador.
Un comentario sobre «Es más sencillo asesinar que hacer justicia en Colima»
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