POR BIibiano Moreno Montes de Oca
Pocos son los autores que provocan en el lector tal adicción que uno no quiere que se termine nunca la historia que nos están contando. Hay ciertas novelas que uno no quisiera que se terminaran nunca; sin embargo, al no ser eso posible, por lo menos nos quedamos con la sensación de habernos adentrado a un mundo fascinante con personajes entrañables a los que difícilmente volveremos a encontrarnos por nuestro camino.
Dentro de este alto rango se encuentra la novela El juego del ángel, lanzada al mercado en el 2008 por el escritor español Carlos Ruiz Zafón, que aquí nos demuestra que es un autor completo. Y lo es porque su personaje principal, alter ego del propio Ruiz Zafón, es un periodista y escritor con el que el autor de esta columna se identifica de inmediato por tener las mismas profesiones.
La novela resulta atractiva desde el arranque, pues de inmediato nos damos cuenta que se trata de la vida de un escritor en ciernes que, en su adolescencia, es invitado a colaborar para el periódico La voz de la industria, en la ciudad española de Barcelona (donde transcurre prácticamente toda la trama), para hacerse cargo de la página de la contraportada. De esa manera, David Martín, que va con el siglo XX, a los 17 años de 1917 se convierte en una celebridad por sus notas de tinte policíaco en el cotidiano barcelonés.
Sin embargo, no es ese el destino que David Martín busca: su ideal es escribir una gran novela. Como periodista puede salir adelante y darse algunos pequeños lujos en una Barcelona que apenas se asomaba a la modernidad después de que Europa saliera de la Primera Guerra Mundial, pero permanecer en La voz de la industria es tanto como quedar estancado para toda la vida. La única salida es, pues, la carrera de escritor.
Pero si bien en su nueva faceta no le va tan mal al novel escritor David Martín, su oportunidad de oro se presenta cuando un extraño personaje, Andreas Corelli, le hace una oferta tentadora: hacer un libro que contenga los elementos suficientes para crear una nueva religión. El pago son 100 mil francos franceses (por esas fechas ni siquiera nacía el inventor del euro, la nueva moneda de toda Europa) por el trabajo, con otros 50 mil francos más al término del mismo.
Por la cantidad y la época, 150 mil francos franceses se antojan una considerable fortuna, por lo que, en principio, el encargo bien valía la pena. Sin embargo, a David Martín no lo movía la ambición, de tal suerte que rechaza el jugoso ofrecimiento, mismo que sólo acepta cuando, casi en fase terminal, milagrosamente se recupera. Así, la aceptación de realizar un trabajo para Andreas Corelli (al que se conoce también como El patrón) se convierte en una especie de pacto con el diablo, pues hechos extraños y sobrenaturales comienzan a envolver su vida.
En torno de la vida de David Martín surgen personajes entrañables, como el librero Sempere que viene a ser la figura paternal de la que careció desde la adolescencia; Isabella, una joven aprendiz de escritora, que lo ama en secreto y con el que mantiene una difícil relación; don Basilio, el subdirector de La voz de la industria que, tras la máscara de ogro censor del estilo en la redacción de los reporteros, se escondía un hombre bondadoso; Pedro Vidal, periodista y escritor fracasado, rico de alcurnia, que se convierte en mecenas del protagonista, y Cristina, el amor imposible del atormentado personaje principal de El juego del ángel.
Pero así como hay personajes entrañables en la novela más madura de Ruiz Zafón, también están los que resultan perversos en grado sumo. El principal de todos es el extranjero Andreas Corelli (el nombre suena a francés, pero el apellido es italiano), un enigmático personaje que encadena a David Martín para siempre a una edad de 30 años que nunca cambiará; el abogado Marlasca, el escritor que urde toda la trama al haber quedado desplazado en el primer intento, y el policía Grandes, corrupto pero con escrúpulos para los actos de violencia, que finge ser lo que no es.
Con todos estos ingredientes, donde además gira una subyugante historia sobre lo que el autor denomina El cementerio de los libros olvidados, la novela El juego del ángel se convierte en una experiencia imborrable para el que ama profundamente el placer de la lectura, es decir, los libros. Porque es sobre libros y sobre escritores lo que trata esta extraordinaria obra del español Ruiz Zafón, algo que resulta caro para los que, asimismo, somos periodistas y escritores.
Aunque el escritor David Martín actúa de acuerdo con su tiempo, no deja de parecer un poco mezquino con ciertas actitudes; sin embargo, se trata de un tipo con valores y principios. No de otra forma se puede entender que rehaga una novela de su mecenas y mentor, Pedro Vidal, al mismo tiempo que escribe él su propia gran novela. El resultado: un éxito rotundo para La casa de las cenizas, de Pedro Vidal, y un fracaso para Los pasos del cielo, de David Martín, cuando en esencia ambas salieron de la misma pluma.
Aquí es donde su percibe ese ancestral vicio de los grupos, capillas y mafias culturales: una novela es elogiada y vitoreada hasta la náusea si es de alguno de los que pertenecen al clan, pero es ignorada y ninguneada si no se ciñe a los cánones fijados por esos mismos grupúsculos. Poco importa si la obra alabada carece de calidad o si la despreciada es un portento de imaginación: si no perteneces al clan, de plano, no existes.
Más allá de mafias y de capillas, El juego del ángel es una novela ampliamente recomendable, sobre todo por lo siguiente: aunque su autor es español, por lo menos tuvo el buen tino de escribirla con pulcritud, de tal forma que no suena a obra madrileña (o barcelonesa), como se podría esperar, lo que la hace más universal.
*Columna publicada el 18 de octubre de 2014.