El rey*

POR Bibiano Moreno Montes de Oca

A pesar del subtitulo de esta columna de culto, no pienso analizar el tema de la canción de igual nombre del filósofo que era el guanajuatense José Alfredo Jiménez, sino de un personaje local cuyo caso, de haberlo conocido, hubiera sido incluido de inmediato por el gran Sigmund Freud en alguno de los dos volúmenes de que consta su estudio denominado La interpretación de los sueños, una de sus obras más emblemáticas.

La alusión al subtitulo es más bien literal, y se refiere al mundo onírico de los pacientes que fueron objeto de estudio por parte del padre del sicoanálisis. El buen Freud sostiene que esos sujetos –como se les denomina en la jerga siquiátrica— solían soñar ser hijos de monarcas (padre rey, madre reina), de tal suerte que ellos venían a ser, según el sexo, príncipe o princesa.

Esta tesis, con más de un siglo de antigüedad, no ha perdido vigencia en lo absoluto: si bien Suiza –donde vivió y escribió Freud la mayor parte de su obra— no es una monarquía, es un hecho que hay varios países europeos que lo son hasta nuestros días; por ejemplo, Suecia, Inglaterra, España (aunque los españoles ya están hartos de sus inútiles soberanos), Holanda, Mónaco, etcétera.

De manera, pues, que la observación del sicoanalista suizo es correcta hasta nuestros días cuando se refiere a los que sueñan ser hijos de reyes. Sin embargo –y aquí el interés que despertaría este caso atípico en Freud—, el cardenal Juan Sandoval Gutiérrez Villalobos, titular de la SEFOME, en su mundo onírico no es príncipe y, por tanto, hijo de un monarca. No: él es rey.

El cardenal Juan Sandoval Gutiérrez Villalobos ni siquiera sueña con ser rey: él aspira a convertirse en soberano absoluto del reino de Colima en la vida real, siempre rodeado de sus lacayos y uno que otro bufón que le haga la vida más ligera. Los demás colimenses, como ya lo había dicho hace siglos uno de los suyos –claro, uno de la realeza—, sólo vivirán para obedecer y callar. ¿Y por qué? Porque lo ordena el rey.

Pero ahí no termina todo con el mañoso cardenal Gutiérrez Villalobos. Acudo de nuevo al gran Freud para incursionar un poco más en la personalidad de este sujeto que anhela con fervor ser gobernador del estado. Encuentro que el tipo se avergüenza de su padre por el origen humilde de éste, que en el municipio de Cuauhtémoc se dedicaba al oficio de carnicero.

El de carnicero es un trabajo respetable, igual que cualquier otro que sea honrado; sin embargo, el sujeto evidentemente trata de enterrar en lo más profundo de su subconsciente ese “infame” recuerdo de su niñez que sólo le muestra lo pobre que era en ese entonces. Por ello, en cuanto logró amasar una enorme fortuna de oscuro origen, el cardenal Gutiérrez Villalobos comenzó a hacer ostentación de su riqueza de diversas formas: ora luciendo su vestimenta cara, ora alardeando su poder económico, ora queriendo comprar todo lo que se le ponga por delante, conciencias incluidas.

Así, pues, el cardenal Gutiérrez Villalobos odia su origen humilde, odia la pobreza, odia la precariedad, odia la escasez y, por tanto, odia a su padre. No obstante, para no tener que dar esa impresión, el milloneta aspirante a gobernador del estado bautizó a su nuevo restorán como Las cavas de don José, donde se ofrecen platillos malos y caros a una clientela pudiente que es la única que se puede permitir el lujo de asistir a un lugar así de pomadoso.

Por supuesto, en el nombre del citado tragadero está implícita la hipocresía que lo hace exudar por todos los poros de la piel al cardenal Gutiérrez Villalobos: le puso el nombre de su progenitor a un lugar al que ni por equivocación hubiera podido asistir don José –su padre—, que no era otra cosa que un humilde carnicero. ¿Se puede pedir mayor cinismo e hipocresía de este sujeto?

Pero ahí no termina el estudio sobre el cardenal Gutiérrez Villalobos: un somero análisis nos muestra, además, a un mitómano compulsivo, producto de su propia inseguridad por la pobreza de su pasado. Está bien que muchos políticos son muy dados a mentirle a la población, pero no que lo hagan todo el tiempo, pues es obvio que a un mentiroso se le termina por pescar tarde o temprano.

El cardenal Gutiérrez Villalobos es un mentiroso consumado. Fantasea, miente de forma descarada, se niega a ver la realidad, aunque él mismo está totalmente convencido que todos los que lo escuchan se tragan sus mitos sin chistar. Por desgracia, como casi siempre ocurre en estos casos, nadie se atreve a decirle que todo lo que suelta su lengua no es otra cosa que puras y viles patrañas que son causa de pena ajena.

Con todo, el cardenal Gutiérrez Villalobos quiere ser gobernador del estado.  Vamos, quiere ser el nuevo rey de Colimán. ¿Habrá alguien que le crea a este sujeto su enésima mentira?

*Columna publicada el 22 de julio de 2014.

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