POR Jorge Octavio González
El artero asesinato de la secretaria particular y el asesor de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México es un claro mensaje de la delincuencia en contra de Clara Brugada por haber tocado intereses oscuros.
Algo sí es cierto: aunque detengan a dos o tres o diez personas ligadas a este crimen, como sucedió con el atentado en contra del periodista Ciro Gómez Leyva, lo más probable es que nunca sepamos quiénes fueron los grupos de interés que ordenaron esta ejecución y por qué.
Ximena Guzmán y José Muñoz, la secretaria particular y el jefe de asesores de la jefa de Gobierno de la CdMx, respectivamente, no tenían un cargo relacionado con la seguridad ni la inteligencia en el gobierno capitalino; sin embargo, como lo han acotado quienes los conocían, sí mantenían una relación muy cercana con Clara Brugada y manejaban temas privados de la ex alcaldesa de Iztapalapa.
Algunos analistas apuntan que, independientemente de si Ximena Guzmán y José Muñoz tenían nexos con la delincuencia —nunca se supo, por ejemplo, si tenían amenazas de alguna organización criminal—, el ataque a estas dos personas fue directo al corazón de la jefa de Gobierno.
Y ahí es, ciertamente, donde vendría el mensaje para Clara Brugada: demostrar el poderío que tienen quienes ordenaron este crimen y hacer notar que incluso pueden llegar hasta su círculo más cercano.
Ximena y José, de acuerdo a lo que han dicho sus conocidos, eran personas de bien y trabajadoras; siempre estuvieron en el movimiento de izquierda y apoyaron a Clara Brugada en los momentos más difíciles de su carrera política.
No habría que suponer que ellos, al ser las víctimas de las balas de un sicario con puntería de apache, estuvieran involucrados en actos ilegales o en el cobro de piso a negocios de la Ciudad de México, como dolosamente señalaron algunos en redes sociales; ellos simplemente fueron los elegidos para hacer llegar el mensaje a la jefa de Gobierno.
Para la historia quedarán las imágenes de Claudia Sheinbaum Pardo en la mañanera del martes 20 de mayo de 2025 cuando recibió la tarjeta informativa y la confirmación del asesinato de parte del secretario de Seguridad y Protección Ciudadana del gobierno de la República, Omar García Harfuch: la cara de asombro, de incredulidad, de la presidenta de México, además de la ansiedad del súper policía que estaba buscando la manera de comunicarle a su jefa la terrible noticia.
El crimen de la secretaria particular y del jefe de asesores de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México exhibe el nivel de inseguridad que existe en la ciudad más importante del país y desmiente la falacia de que los homicidios dolosos van a la baja, cuando lo cierto es que están aumentando considerablemente los desaparecidos.
Urge que, en el contexto de la presión de los Estados Unidos a México por el tema del combate al crimen organizado, las autoridades federales logren una coordinación más estrecha con las corporaciones como la SEDENA, la SEMAR y el Ejército Mexicano, pero también con los gobiernos estatales que, ciertamente, a veces no cuentan con las herramientas suficientes para combatir a la delincuencia.
La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, a través de su secretario Omar García Harfuch, tiene la oportunidad de implementar una estrategia de seguridad consensada con todas las fuerzas políticas del país, sin importar ideología o intereses políticos, para hacer frente a este flagelo que, aunque no lo quieran admitir, penetró hasta lo más profundo de las instituciones mexicanas por la permisividad de Andrés Manuel López Obrador, cuyo sexenio fue el más sangriento de toda la historia de México.