El ego de Indira: la única Reina en Colima soy yo

POR Jorge Octavio González

La mirada petulante de Indira hacia la embajadora

Indira Vizcaíno se sabe tan chiquita y tan insignificante que ahora que tiene el poder transfiere sus miedos al gobierno del Estado; tan acomplejada se siente que fue capaz de modificar la tradición de décadas de la Feria de Todos los Santos de Colima para que no haya una reina que represente a los colimenses y en su lugar la degradó a simple embajadora.

Lo que en un primero momento se explicó como un evento más familiar para no cosificar a la mujer, en el fondo se trató de un capricho más de la gobernadora, que no quiso que, aunque sea por 15 días, una mujer que no fuera ella tuviera el título de Reina.

Embajadora, sin embargo, es lo mismo: es un título para una mujer que representa algo o a alguien; no es cierto eso de que querían reivindicar el papel de la mujer para no dejarla como un artículo decorativo en las tradicionales fiestas de Colima.

Pero como todo lo que modifica Indira Vizcaíno a capricho, el evento para nombrar a la nueva embajadora le salió mal. El día del concurso, ya con las representantes de cada municipio haciendo lo suyo para ganar, se notó desde el inicio que los dados estaban cargados hacia una de las participantes; curiosamente días antes se quiso explicar que la embajadora no tendría que ser necesariamente bella, por lo que, tratándose de esta administración, el resultado no iba a ser bien recibido.

Y dicho y hecho: la embajadora resultó ser Paulina Monserrat Aguilar Godínez, del municipio de Cuauhtémoc. ¿Coincidencia el hecho de que la primera embajadora de la Feria de Colima, después de décadas de ser una Reina, fuera del municipio de origen de Indira Vizcaíno? ¿Por qué justamente tenía que ser Cuauhtémoc la ganadora?

Pues el público asistente, bueno y sabio como es, gritó a todo pulmón en coro ¡fraude! ¡fraude! cuando las autoridades posaron para la foto. Fueron varios segundos incómodos en donde el grito de la gente se escuchó a kilómetros a la redonda; en la transmisión en vivo por Facebook también se escuchó el grito de indignación y repudio hacia la nominación de Paulina Aguilar como la embajadora de la Feria de Colima.

Indira Vizcaíno quiso modificar una tradición de décadas, dijo que la ganadora no tendría que ser con los cánones de belleza que antes se utilizaban para determinar quién ganaba (ninguna mujer puede brillar ni ser más bonita que la gobernadora), la degradó a embajadora y resultó ser de Cuauhtémoc.

Si en las características líneas arriba mencionadas no hay una obsesión de la gobernadora por ser la protagonista y poner en un lugar secundario a la embajadora, que alguien explique lo que es entonces. Porque, ciertamente, no se eligió a la más bella, a la que respondió mejor los cuestionamientos que se hicieron ni hubo una aceptación del público a la decisión del jurado.

Aunque le pusieron la banda de embajadora, Paulina Aguilar quedó manchada por la sospecha del fraude que se hizo para que el jurado determinara que ella tenía que ser la ganadora. Si Indira Vizcaíno quiso pasar a la historia como la gobernadora que dejó de cosificar a la mujer para darle paso a su verdadero talento, no lo logró; lo que sí hizo fue manosear una tradición que llevaba más de 50 años y que siempre se manejaba de manera seria.

Si lo que pretendía era que no se cosificara a la mujer en la Feria de Colima, lo más idóneo habría sido desaparecer el concurso para que no hubiera ni reina ni embajadora. ¿Por qué no lo hizo? Por hipocresía y doble moral.

¿Qué necesidad de estropear todo lo que se hacía bien?