El dulce veneno del escorpión*

POR Luis Fernando Moreno Mayoral

Un best seller no es sinónimo, desde luego, de obra maestra. Basta ver, por ejemplo, esas novelas que se hicieron famosas con el sólo hecho de que se les dio una publicidad exuberante o, también, porque el tema a tratar era escandaloso y los mochos y de doble moral se encargaban, en un intento de censura, de promocionar al máximo al autor; por ende, el morbo de la gente hacía que se vendieran ejemplares por millones.

No obstante ser una celebridad en Brasil, la señora Raquel Pacheco se dio a conocer a nivel mundial debido al blog que, por principio de cuentas, creó para contar las aventuras que vivía con sus clientes. Ser prostituta desde temprana edad, sin embargo, no le impidió realizar sus sueños ni, sobre todo, plasmarlos en internet para que millones de personas se enteraran de lo que, en la intimidad, era capaz de hacer.

Autora del libro El dulce veneno del escorpión, Raquel Pacheco le da vida a Bruna Surfistinha, apodo por el que la conocen en el mundo de la prostitución, y en él relata cómo es que la ansiedad de ser libre la llevó a convertirse en sexoservidora; además, algo interesante es que cuenta paralelamente su vida en el presente y en su infancia para comprender por qué es que adoptó esta profesión.

Las experiencias, sus extrovertidas relaciones con casados, insatisfechos sexuales, entre otros, al final de cuentas resultan interesantes; empero, carece de una redacción que la convierta, además de best seller, en obra maestra. Es decir: lo único que faltó fue que la estructura del libro la adaptaran a una novela y que, asimismo, resultara atractiva tanto en su contenido como en la forma de escribirse.

Pero, celosa de lo que alguien más le pudiera agregar a su vida y hasta las palabras o reacciones que se pudiera un escritor tomar como licencia literaria, Pacheco quiso remembrar todo lo que pasó desde su infancia hasta que, como en la actualidad, dejó la prostitución como profesión y se dedicó a relatar la experiencia de su vida con la pareja que, de nombre Pedro, tiene.

La combinación de los relatos y las sorprendentes vivencias de Bruna Surfistinha con la redacción de un escritor de renombre y que sepa cautivar, a través de sus letras, a los lectores, habría sido explosiva; sin embargo, como morbosidad o como manual para los jóvenes que apenas se están iniciando en la sexualidad o que desean experimentar situaciones excitantes o placenteras, la lectura de El dulce veneno del escorpión es aceptable.

Un dato digno de tomarse en cuenta es lo que señala a propósito de sus clientes: el 90% de los hombres que acudían a ella eran casados que no podían cumplir sus fantasías sexuales con sus parejas pero que, al lado de la prostituta más famosa de Brasil, lo lograban. Esto, sin embargo, le dio pie a un dato devastador: hoy en día no se puede confiar en la fidelidad de las parejas. ¡Qué tal!

También comenta que hay hombres a los que les gusta que las mujeres se pongan un pene artificial para penetrarlos. Cuando ella les preguntaba por qué, si les gustaba que les hicieran eso, no se relacionaban con hombres, contestaban que era porque ser penetrados por mujeres les hacía sentirse menos homosexuales que si lo hacían con personas de su mismo sexo. O sea: son, sin lugar a dudas, lo que se conoce como homosexuales tapados.

El blog de la señora Raquel Pacheco, www.brunasurfistinha.com, es todavía más revelador que el libro, pues desde el inicio se alcanza a leer que relata experiencias sexuales inéditas; es decir, que no contempló en su best seller. El problema es que no tiene una traducción al español y, por consiguiente, no está al alcance de millones de personas que estarían interesadas en leer la vida íntima de Bruna Surfistinha.

Lo contrario al libro El dulce veneno del escorpión, con buena redacción y una filosofía mucho más profunda que la del escrito por la sexoservidora, son las obras del Marqués de Sade; sobre todo, las de renombre y que han seguido vigentes a través de los años, a saber: Justine, Julieta, La filosofía del tocador y Las 120 jornadas de Sodoma.

Estas obras, aun cuando no son las únicas, son las que más caracterizan la manera de escribir y de concebir la vida sexual del Marqués; en especial, La filosofía de tocador, que se trata de la iniciación en la vida sexual de una jovencita que, muriéndose de la curiosidad por conocer los placeres que da la vida, acepta las clases de sexo de diversas personas que se reúnen en la casa de una de sus amigas.

O, por ejemplo, Justine y Julieta, que tienen relación por ser la historia de dos hermanas que, por asares del destino, se separan por una temporada pero que, ya que cada una experimentó diversas situaciones, deciden compartir sus travesuras. Lo relevante de estas dos obras, sin embargo, es lo cruel del desenlace y el revés que le dan a la que actúa, desde la infancia, correctamente y apegada a su religión.

En lo que respecta a Las 120 jornadas de Sodoma, pues, es la capacidad de perversidad y perversión que puede tener una persona ansiosa de descubrir lo más recóndito de la sexualidad y las aberraciones que, para ellos, son una dulzura; por ejemplo, azotar a mujeres embarazadas en los pechos o desfigurar, también a latigazos, los rostros de jóvenes hermosas.

Es, en sí, lo más relevante de este personaje que dio vida a lo que actualmente se conoce como sadomasoquismo. Pero es de destacar que más títulos de sus obras son, en este sentido, Diálogo entre un sacerdote y un moribundo, Aline y Valcour o la novela filosófica, La Marquesa de Gange, Los infortunios de la virtud, Los crímenes del amor. O sus obras de teatro Oxtiern o las desdichas del libertinaje, El filósofo en su opinión o Carta a los directores de teatro.

La intolerancia de grupos reaccionarios, que lamentablemente todavía abundan en la actualidad, es lo que hace que libros de este tipo sean incineradas o prohibidas para las personas. Las razones son, en muchas ocasiones, más que el hecho en sí de evitar que la gente no se contamine con las perversiones que se presentan, para que no se amplíe su criterio y, en una de esas, cuestione a la religión que le inculcaron desde la infancia, lo que, en cierta medida, acabaría por pulverizar la credibilidad de los que dicen tener el don de Dios o que, a través de engaños, sacan dinero a los feligreses.

Además de contar con un criterio demasiado amplio, para leer sin incomodidades el Marqués de Sade se debe ser una persona sin prejuicios y, sobre todo, tolerante: los insultos a las religiones o a la idiosincrasia de los de golpe de pecho y demás es lo que más predomina en las obras; pero, además, un hato de argumentaciones sobre la percepción de la sexualidad que, sin embargo, llega a convencer a más de uno.

*Columna publicada el 20 de mayo de 2010.